Andrea había salido, odiaba estar sola en la casa, aunque sabía que eso era lo que le esperaba, ya que su hermana se iría a estudiar, y, como le había dicho antes de irse en yate con sus amigos, no tenía ninguna intención de volver. Por eso, cuando salió, se quedó un buen rato en la plaza. No llevaba el celular, quería aprender a estar sola y a hacer que la situación fuera lo más llevadera posible.
De regreso a casa, la gente la empezó a mirar y a cuchichear entre sí, pero ella no entendía nada. A medida que se acercaba, empezó a sentirse inquieta. "¿Por qué mierda me miran?", se preguntó. "Algo pasó". Intentó no acelerar el paso y lo logró con esfuerzo. Sin embargo, cuando vio una patrulla en su casa, corrió hacia ella.
—¿Qué pasa?
—¿Andrea Martínez?
—Sí, hablen, ¿qué pasó?
Andrea cerró la puerta, les indicó que se sentaran, los policías permanecieron de pie.
—Lo siento mucho, pero su hermana Luciana murió.
—¿Qué? No, no puede ser.
Más que sentarse, se dejó caer en el sillón. No sabía qué hacer, no podía entender nada. "¿Cómo?", "¿por qué?". Quería hablar, pero no podía. Finalmente, soltó un grito.
Gabriel estaba seguro de que Vicente había asesinado a Diego. "Lo va a pagar", se dijo.
—Estoy firmando para que abran a Daniela, mi hija. Para que la corten y la revisen. Ese cuerpo que se formó dentro de mí no puede estar ahí sin vida.
Susurró Magdalena. Luis estaba a su lado, pero no se tocaban. No podían consolarse y sentían rechazo hacia el otro. Ambos se quedaron inertes después de firmar.
—Sebastián está muerto.
Ella había sentido las ambulancias enseguida, así que Vicente los había llamado antes que a ella. Y no era porque creyera que Sebastián estuviera con vida, sino porque a ella no le importaba. El único que la había querido alguna vez era Sebastián, y estaba muerto. Se quedó en el muelle, del que no se había movido desde que su marido saliera. Hubiera querido ir para allá, pero Vicente la habría abofeteado. Además, los de la ambulancia se acercaban. Volvió a la casa antes de que llegaran y se tomó un tranquilizante.
El salón era blanco e impersonal, eso habría dicho Andrea, pero ahora apenas si notaba cómo era o la impresión que daba a quien entraba por primera vez.
Gabriel no dejaba de mirar a Vicente, aunque este aparentemente apenas se había percatado de él. Vicente estaba pendiente de su mujer, quien, bajo los efectos del tranquilizante, no dejaba de mirarse las manos, sin esmalte, sin anillos, ni pulseras. Magdalena y Luis seguían como inertes, juntos aunque absolutamente separados en su interior.
Esperaron todos juntos y en silencio, hasta que apareció el comisario junto con el médico forense. Antes de que cualquiera de ellos hablara, el comisario dijo:
—Se determinó que la causa del deceso de los cuatro fue por intoxicación debido a la ingesta de ricina.
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