miércoles, 29 de junio de 2011

Los hilos de Enilse/7) Rasgados caminantes.

Se refregó los párpados, y metió su mano sobre los labios para no vomitar.
Los del plan llegaron, Oscar simuló tranquilidad y le entregó los folletos, necesitaba salir y tomar aire, pero cuando llegó al pasillo sin aire acondicionado, estuvo a punto de desmayarse, una mano fuerte sostuvo su brazo.
- ¿Te pasa algo?
-Me maree nomás.
-Tomate el día.
Estuvo a punto de decirle gracias pero se contuvo, agradecerle era grotesco, pero irse sin decirle nada lo haría quedar como un resentido.
-Chau.
El otro correspondió su saludo con un leve movimiento de cabeza, y una sutil sonrisa.
-Ah sos maricón.
-Homosexual mama.
-Ahora se hacen llamar así, mirá vos, toda la vida a los que lo eran se les decía maricón o puto.
-No me vas a hacer sentir mal.
-No claro, si debes estar orgulloso de esa asquerosidad. ¿Ya te rompieron el culo?
-Si mama y me gusto, sabes, eso querías escuchar.
-El que me va a escuchar sos vos, mañana me vas a acompañar a la puerta del hospital y si no vas le digo a tu padre,  ah cambiaste la cara, sabes que te cagaría a palos, y olvídate de seguir estudiando, quien mierda te va a pagar el alquiler del departamento.
Se calló, inhaló y exhaló varias veces en pocos segundo, y salió al el patio para ver las flores era lo único que la calmaba.
Al otro día frente al hospital su madre lo agarraba del brazo y lo obligaba a estarse quieto como si fuera un nene.
A los pocos minutos vieron salir a un hombre de unos cuarenta años, con un jockey con el cual se empeñaba en cubrirse hasta la nariz.
-Sabes quien es.
-No.
-Roberto González, el hijo de Nelida,  me contó Beatriz que fue uno de los primeros casos de la Argentina, hará 6 años, volvió al pueblo hace un mes, lo echaron del trabajo cuando le salieron las porquerías esas en la cara, por eso se cubre, dicen que es asqueroso, era cocinero en un restaurante, cuando se fue a Buenos Aires, decía que nunca iba a volver al pueblo y míralo, ahora vive de la jubilación de la madre, la mitad de la jubilación va para las drogas que le dan, igual cada vez está peor, se va a pudrir antes de fin de año.
-Y eso te encanta ¿no?
-Si, me encanta, eso les pasa por creerse con derecho a andar sintiéndose orgullosos, ¿de qué? de que les rompan el culo, de andar apestados y encima apestando a los demás, de largar sus porquerías por todas partes, vergüenza es lo único que deberían sentir, y asco.
-Asco me das vos.
-Escúchame una cosa, quiero que te hagas todos los estudios allá en La plata, si tenes la inmundicia esa, te quedas allá, yo tengo plata ahorrada, te alquilas un departamento y no volves nunca más al pueblo.
Se hizo los análisis, más que todo para poder restregárselos a su madre, al volver a la universidad se mudo a la casa estudiantil que la municipalidad de su ciudad tenia en La Plata.
Después de ver los lentos pasos de Roberto, que para el resto ya no tenia nombre, era un enfermo contagioso, un maricón, una inmundicia, y por su postura, pensó que ese hombre también se sentía así sobre si mismo, que se ocultaba tras el gorro y la campera para ser invisible, para desaparecer, y con él todo lo que lo rodeaba.
Terminó el novizgo que había empezado con otro estudiante, y dedicó su atención a los estudios, las invasiones inglesas, la revolución, el triunvirato, la independencia, los próceres, los unitarios y federales, Rosas, la batalla de Caseros, etc.
Su vida sexual pasó a un limbo.
Se graduó con la mejores notas, le llegaron ofertas de los colegios de su ciudad, nunca había pensado que la carrera posteriormente le llevaría a ser profesor de historia en un colegio.
Aceptó trabajar en la escuela privada que se lo ofreció, el primer día estaba tenso, se había comprado la ropa más discreta y masculina posible, había estudiado cada gesto y cada palabra que diría.
Le costaba dar clases, transpiraba mucho, miraba a las paredes o el suelo en vez de a sus alumnos por que creía que si no descubrirían sus preferencias.
Empezó a tener encuentros casuales con hombres que le sonreían un par de veces en la cola del banco, o en el supermercado, no le importaba como eran estos físicamente, ni si los conocía de antes, o habían sido compañeros de colegio, a ellos tampoco, solo se querían descargar, no hablaban, solo se descargaban, él sobre los otros o los otros sobre él, sin caricias, besos, u otra cosa, al terminar se limpiaban rápidamente olvidando el momento pasado, como si en vez de sexo acabaran de orinar o defecar.
Un año pasó así, hasta que para un acto del día de la independencia el secretario y mano derecha del intendente se presentó en su casa para preguntarle si podía escribirle una palabras al intendente...

-El juez determinó que me tengo que quedar con ellos los fines de semana.
-Lo decís como si fuera la muerte.
-Es algo malo, tanto para ellos como para mí.
-Qué raro Daniel no insistió para que no.
-Conociéndolo seguramente para salir con alguna, ojo no lo juzgo, él no sirve para estar sin pareja.
-Así que tengo que preparar la casa para los chicos.
-Lo siento, te juro que cuando cobre te alquilo la primer casa que tengas en oferta.

Cada vez que terminaba de confeccionar un vestido, sentía una mezcla de satisfacción y frustración, por un lado le gustaba como le quedaban los vestidos, sabia copiar bien los modelos y ajustar rápidamente este a las clientas, pero eran solo eso, replicas, su único diseño original había sido su vestido de novias.
Silvia acababa de probarse el vestido.
-Te queda precioso.
-Igual en el bautismo el rey es mi nieto.
-Me acuerdo cuando te hice el vestido para el bautismo de tu hijo.
-El tiempo vuela, viste. Che Estela, te quiero hacer una invitación.
-Si es para un baile, te agradezco pero no.
-Dale, es para gente de nuestra edad, ademas mira si no querés ir al baile, el salón queda a metros del bingo te metés ahí, el traga-monedas es re entretenidos, y si no te vas al bar, salí un poco.
Aceptó, sobre todo porque no soportaba pasar otra noche empastillandose para dormir, o viendo el esperpento en el que se convertía cada vez que se ponía el vestido.


Se peinó, luego de haberse afeitado, se puso sus mejores zapatos, y el traje menos gastado de los tres que tenia.
Vivía a media cuadra de su trabajo, en el cual ya solo lo tenían para cebar mates después de que casi se desgarrara queriendo ayudar a cargar una bolsa de alimento solo.
Camino por la calle esquivando los baches y cascotes pero finalmente de asfalto (hecho por el molino en el cual trabajaba para que los camiones con alimento no se atascaran) al cruzar las muertas vías, y la estación a la que acababan de pintar para el agrado de los turista, pensó la transformación de esta,  era como una prostituta vieja y patética que piensa que pintarrajeada recupera su juventud.
Esperaba que la persona con la que iba a encontrase pensara lo mismo de él, aligeró el paso para que el ruido de sus zapatos se convirtiera en una distracción que le hiciera olvidar la sensación de que ese encuentro solo confirmaría sus culpas y frustraciones.







martes, 21 de junio de 2011

Los hilos de Enilse /6) Las cicatrices de los recuerdos.

Si le preguntaba ¿cada cuantos meses lo hacia? o cada cuantas semanas, no abría sabido responder, simplemente a veces tenia la necesidad incontenible de ir a la última puerta del ropero y ponerse el vestidos de novia.
Era un vestido barroco, con una larga cola y un hermoso bordado en el escote, ella lo había diseñado y bordado.
Ponérselo le recordaba a él, a Fernando.
El único, que la había besado, tocado, hecho el amor.
Solo conocí tus manos, tus besos, tu lengua, tu respiración, tu saliva, tu cuerpo, tus susurros.
Se miraba en el espejo de cuerpo entero que tenía en la pieza, antiguo como todas las cosas de su casa, repleta de lamparas y muebles comprados en remates, parecía un museo, o una casa de antigüedades.
El romance con Fernando duró el mismo el tiempo que había tardado en diseñar y confeccionar su vestido, lo conoció cuando volvía del taller corte y confección, él estaba fumando en la puerta de un almacén donde ella había ido a comprar caramelos, le sonrió, y ella le devolvió el gesto, le preguntó si la podía acompañar a la casa y ella le dijo que si, al llegar a la puerta él la invito al baile del sábado y ella acepto, al final del baile la beso, desde ese día se rebeló contra su madre, no la ayudaba con los quehaceres de la casa, y cuando llegaba una visita se escapaba por la ventana de su pieza para verse con Fernando, él se volvió más dominante, le decía como vestir, como caminar, como pintarse, como y donde tocarlo, y que cosas le tenia que hacer, y qué cosas se tenia que dejar hacer, dos o tres veces le pegó, siguieron por seis meses en secreto, él le prometía que se casarían y se irían del pueblo en su moto, que él trabaría por temporadas en diferentes lugares y que recorrerían el país, y si ella lo seguía, toda América.
Un día llegó del baile sangrando.
- ¿Qué te pasó?
- ¡Nada!
-No me grites mocosa de mierda.
-Me caí.
Lo dijo irritada y a punto de llorar.
-Quien te hizo esto, habla.
-Nadie.
-Habla.
-Mi novio.
-¿Novio?
-Si mama, novio, y me acosté con él.
-Como podes ser tan infeliz, si no tuvieras la cara rota te la rompía yo.
-Me voy a ir con él, mamá, así no te veo nunca más.
-Ah sí, para qué, para que te llene de hijos, para ser sirvienta, o para ser una puta, vos de acá no salís por un mes, y ya me estás diciendo el apellido de ese hijo de puta.
Enilse le insistió hasta lograr que Estela le dijera el apellido, su padre y unos amigos lo golpearon hasta dejarlo inconsciente, Estela le envió varias cartas que le fueron devueltas sin abrir, al poco tiempo Fernado se casaba con una chica menor de edad que estaba embarazada.
Siempre que se ponía el vestido llegaba a ese punto, se lo sacaba frustrada, y enojada, se colocaba una bata, y se reclinaba en su silla mecedora.

Despertar y no tener que ir a levantar a los chicos, ni prepararles el desayuno, le extrañó, y lo sintió antinatural, la casa de su hermana era mucho más grande y solitaria que la suya, ésta le había dejado café preparado, y una nota que decía que un potencial cliente había querido ver una casa temprano.
Conduciendo hacia el trabajo se desvió y estacionó a media cuadra del jardín, ahí estaba Daniel, despidiendo a los chicos, dándole un beso a cada uno en la mejilla, cosa que ella nunca hacia, después los mellizos se volvieron varias veces a saludarlo con la mano, él les tocó bocina y esperó a que los dos entrasen.
Ella no solo nunca los besaba, sino que les hacia señas no de saludo, sino de que se apuraran para entrar, y ni bien los veía llegar adonde estaba la maestra, arrancaba.

Los trabajos de remodelación en el edificio de la secretaria de cultura, debían estar terminados para el bicentenario, pero se habían retrasado, estaban a finales de Octubre y ellos junto con la secretaria de cultura y la de salud estaban metidos en un salón de la municipalidad.
Oscar no tenia problemas, él se llevaba bien con todos, la secretaria de salud le preguntó si le podía dejar unos folletos un ratito hasta que encontrara a la gente del plan trabajar asignadas para que los repartieran.
Al ver los folletos por la prevención del H.I.V recordó una anécdota con su madre que nada tenía de didáctica, sintió que se ahogaba, algo similar a los que sintiera veinte años atrás...





miércoles, 15 de junio de 2011

Los hilos de Enilse/5) Los hijos de los hijos.

Terminó su cerveza, y salió del tugurio, su casa quedaba a pocas cuadras las recorrió lentamente, al llegar le costó poner la llave en la cerradura, después de entrar abrió las ventanas, pensó con bastante fastidio las fechas en las que estaban principios de diciembre, últimos días de primavera primavera, el calor más la humedad invadían la pequeña casa, prendió el televisor, bajó el volumen, a los pocos minutos se quedó medio dormido en el sillón, lo despertaron las ganas de orinar.
Cuando estaba lavándose las manos...
-Papá está muy fría.
-Mira así se mezcla porqué si dejas que salga solo la caliente después se te queman las manos, nunca por más frío que haga abras solo la canilla del agua caliente.
-Pero sale fría.
-Espera.
-Ahí está linda.
-Viste.
El jabón era de la misma marca diseño y color, que el usaba para enseñarle a su hijo a lavarse las manos.
Saúl se llevó la mano a la nariz y se le hizo una burbuja parecida a la que se le formaba cuando le rozaba la nariz más de veinticinco años atrás.
La cara que le devolvía el espejo en ese momento, nada tenía que ver con la actual, sus pómulos se habían vuelto rojos, su pelo escaso y canoso, y la admiración y ternura que su hijo sintiera por él, se habían transformado en resentimiento.
Sintió algo amargo en la comisura de los labios, era una lágrima, se sonrió, ya no recordaba el tiempo que hacia que no lloraba, se lavó la cara y respiró profundamente tratando de ahogarse en el olor del jabón y los recuerdos que este le traía.

-No me gusta hablar de esto.
-Martina, dejate de joder, y habla.
-Yo no tendría que sentirme así, o sentir algo así, no sé como expresarlo.
- ¿Qué cosa, el no querer estar con los chicos?
-Ojala fuera solo eso, es que no siento nada bueno hacia ellos, es...no sé como decírtelo, bronca, si ya sé, soy una mierda, pero me molesta estar con ellos, tener que levantarlos, vestirlos, darles de comer, llevarlos a la escuela.
Sonó el teléfono.
Rebeca atendió, eran de la inmobiliaria, trató de contestar con monosílabos, pero la empleada largaba una pregunta tras otra.
Martina se levantó y se fue.
Manejó hasta la plaza, y se sentó en un banco aislado, rodeado por los arboles.
No quiero tener hijos, era algo que se decía a sí misma desde adolescente, y cuando conoció a un hombre que pensaba igual, había creído encontrar la felicidad.
Su madre la miraba con expresión de reproche, y le decía que las parejas sin hijos eran inútiles.
-Me gusta tener tiempo para comprarme buena ropa, zapatos, y sobretodo poder usarlos, ir al gimnasio, al salón de belleza, que las uñas me duren unos cuantos día pintadas, y estar con mi pareja, los chicos arruinan todo, empezando por el sexo, que una vez que nacen los chicos desaparece como por arte de magia.
Los chicos matan todo, si dieran otra cosa a cambio, no sé, no estoy muy segura.
Al llegar a los treinta sus compañeras de trabajo devenidas en sus amigas, y en madres, la miraban raro, se sentía extraña cuando en las caras de éstas veía reflejada la misma expresión que en la de Enilse.
- ¿Y qué esperabas?
-Ni Estela, ni Oscar tienen hijos.
-Ja buenos ejemplos fuiste a buscar. Además qué querés, ser una solterona como Estela?
-Yo no soy ninguna solterona, y no tengo hijos porqué no quiero.
-Las mujeres que no tienen hijos es porque no pueden, no me vengas con cuentos, o son tortilleras o solteronas como tu hermana.
Dejate de joder Martina, te va a dejar el tipo con el que estás.
-Él tampoco quiere tener hijos.
-Ah qué lindo, qué moderno, mira yo no creo en todas esas pavadas del feminismo, la mujer que no tiene hijos, es una mujer incompleta.
-Por favor mamá, no digas estupideces.
-Es la verdad.
Esas charlas y el hecho de sentirse excluida con sus amigas, quienes se la pasaban comentando de las primeras palabras, los primeros pasos, el primer diente que les había salido a sus hijos, o de la pequeña ropa comprada.
Comenzó a verse como una persona superficial y vacía, le propuso a su pareja tener un hijo.
-Ya hablamos de eso, además me parece una reverenda pelotudez que quieras tener un hijo porque tus "amigas" los tienen.
Se separaron, recordaba la mirada de reproche de él al irse, se sentía traicionado.
Se casó con Daniel pensando solo en el hecho de que sería un buen padre, a los seis meses quedó embarazada, odió que fueran mellizos.
-Mira si termina como Agustín.
-Claro, Agustín termino así porque era mellizo, entonces vos por qué no fuiste o terminaste como el.
-Ya sé que es una estupidez, Rebeca, pero decime vos por qué tenían que ser mellizos, encim una nena y un varón.
-Mira por lo poco que he oído, es mas probable que nazcan mellizos si uno de los padres vienen de una familia donde han nacido otros que en una donde no ha nacido ninguno.
-Pero justo me tenía que tocar a mí.
A los pocos días de nacer los mellizos, apenas dormía, estaba ojerosa y le dolían las tetas, inventó que no podía seguir dándoles de mamar, los meses que le concedieron a su marido en el trabajo, fue él quien se ocupó de darles la mamadera, de cambiarlos, de bañarlos, de ayudarlos a vomitar.
Cuando se hicieron más grandes y comenzaron a agarrarle los zapatos, o los vestidos si los dejaba sobre la cama, lo único que la relajaba era pensar en agarrar el auto e irse lejos y no volverlos a ver.

Se levantó del banco, volvió a su auto y condujo hasta su casa, los chicos estaban en la escuela, su marido acababa de llegar del trabajo.
La miró con cansancio y cierto resentimiento.
-Qué querés Martina.
-El divorcio, quiero irme de acá, estar lejos de vos y de los chicos.
Mil veces había pensado en ese momento, en decirle esas mismas palabras, ahora que lo había hecho sentía alivio, mezclado con una tensión absoluta.

martes, 7 de junio de 2011

Los hilos de Enilse/4) Frustraciones culposas.

Rebeca puso flores sobre la tumba de Agustín, y después la que le sobró al no entrarle en el florero, en la de su madre, era extraño hacia más de quince años de su muerte y sin embargo todas las veces que iba sentía ganas de llorar, le pasaba lo contrario en la tumba de su madre, siendo que lo único que le provocaba estar frente a su tumba era un tenue alivio.

Cuando llego a su casa a media mañana Martina no se quería bajar de su auto, no era por su madre, sino por que ahí estaban sus hijos mellizos, una nena y un varón, de cuatro años, Martina se pasó la mano por su corta cabellera sintiendo una furia más profunda que la que solía sentir, puso en marcha el auto nuevamente, en el mismo momento la puerta de la casa se abrió y aparecio Daniel con los mellizos, estos corrieron hacia el auto con las manos llenas de chocolate y golpearon las ventanas.
Martina abrió la puerta del auto de forma violenta.
-No me ensucien el auto, no los podías tener un minuto más?
-Quise ir a ver que te pasaba, hace cinco minutos que estás en el auto.
-Estaba hablando por telefóno.
Daniel la miro dandole a entender que no le creía, pero se calló, nunca peleaban frente a los chicos, era una de las pocas promesas que ambos seguían cumpliendo.
-Mami dame un beso.
-A mí también, beso, beso.
-Vayan a lavarse las manos y la cara antes, en vez de comer se enchastrán.
-Tienen cuatro años.
-Yo a esa edad no me enchastraba.
-Ahora también te acordas cuando tenias cuatro años, no te acordas cuando eras un espermatozoide?
-Que es eso papi.
-Secate las manos Rene.
La nena obedecio.
-No le vuelvas a gritar.
-Soy su madre.
-Cuando?
-Cuando, le doy de desayunar, cuando la llevo al colegio, cuando le doy de comer.
-Eso no lo hago por qué yo tengo que viajar para trabajar, pero les enseño las letras, les enseñe a hablar, porque vos siempre con el cuento de que no tenés paciencia, te pasas el día quejandote de todo, que estás cansada, que los chicos te agotan, que no estás para llegar del trabajo y darles de comer, si la mujer que te deja hasta los platos puestos, ¿que mierda te cuesta? apretar  dos o tres veces el botón del microoondas o mover la perilla del horno.
-Tengo mis razones.
-Qué razones?
-Ayer se murio mi madre y vos me venis con reproches, andate a la mierda.
-Martina.
-Má ya nos secamos las manos.
Martina sintió la frase de Rene absurda, los esquivó, se metió al baño, se desnudó, y luego pasó varios minutos bajo la ducha, se secó, se acosto, durmió hasta la una, pero se quedó acostada hasta las dos, que fue cuando sintió la puerta de calle.
Abrió la puerta de su pieza, (la cuál habia cerrado con llave), leyó la nota que su marido le había dejado, esta decía.
Nos fuimos a la plaza, sintio en su zapatos que arrastraba algo lo miro y era un pequeño trozo de papel rayado pero que igual se podía leer lo que estaba debajo, si querés acompañanos.

-No, de qué vamos a hablar.
-Así, no pueden seguir.
-Ninguno de los dos quiere asumir la realidad.
-Y cuál es que no querés estar con el.
-Ni con el, ni con los chicos, te juro que si no hubiera abierto la puerta, creo que ponía primera y hasta que sé yo, Mercedes no paraba.
-Ahí minimo se te iba a vaciar el tanque.
-Por eso.
Faltaban pocos minutos para que tuvieran que entrar a la iglesia, ya que ese día hubiera sido el cumpleaños de Enilse y Rebeca había decidido que se la nombrara en la misa.
Le hubiera querido decir que despues de la misa se fuera a tomar un cafe con ella, pero el más grande de sus nietos  iba a ir a cenar y tenía que preparar la cena antes de que este llegara, por lo que decidio cortar el tema.
-Mira siempre se queda atrás.
Dijo señalando donde estaba Estela que cerraba su pequeño auto, y se quedaba semi oculta detrás de uno de los robles que había en la plaza frente a la iglesia.
-Siempre igual.
-Hoy se quedó charlando con el florista hasta que yo me fuí del cementerio.
-Qué raro fue.
-Capáz que fue a tirarle un cascote a la tumba, igual no sé de qué me asustó, por lo menos fue, yo ni eso.
-Yo no fui por ella, fui por Agus.
-Cada vez que hablamos de él, me siento una mierda, yo principalmente.
-El resto no fuimos mejor.
-Pero nacimos juntos, es otra cosa, otro vinculo, o tendría que haber tenido otro vinculo, yo...
Sonarón las grandes y viejas campanas, al llegar vieron a Oscar.
-Qué haces acá?
-Sabes que soy impaciente, llegue y casi me encuentro las puertas cerradas, iba a empezar como Lutero a dejar una nota, claro que una mucho más intrascendente.
-No nos viste?
-Si, pero no las queria interrumpir.
Se saludaron, Rebeca y Martina entraron, Oscar se quedó esperando a Estela, Saúl les había dicho que se fueran a la mierda, que ni iba al cumpleaños cuando estaba viva, no iba a ir a conmemorarlo ahora que estaba muerta.
En la taberna donde estaba sintió las campanadas, alzó el largo vaso de cerveza y dijo:
-Felíz cumpleaños mamá, que hasta podrida, le debes estarle jodiendo la vida a los gusanos.
El largo vaso estaba a más de la mitad y se lo tomó de un sorbo, se quedó mirando el vaso casi vacio y viendo como se consumía la espuma que había quedado en el fondo.