sábado, 28 de julio de 2012

Agnezzi /4)

Había ido a ver a su madre a la capital, le costaba entenderla, no sabía por que sufría tanto por un hombre que no la había querido, que se había casado con ella solo por que era el tipo de mujer que quedaba bien, no por otra cosa, educada, sumisa, abnegada, por que Adriana, a diferencia del resto de mujeres que Lorena había conocido cuando en su niñez, sus tías o las amistades, si así se las podía considerar, que a veces iban a su casa, esas mujeres vivían para su aseo personal, para sus vestidos, tapados, zapatos, o para ir al teatro, su madre no, ella si bien se arreglaba lo hacia más por obligación que por gusto, nunca destacaba en una conversación, y pocas veces se encontraba contenta, ni en las reuniones con las demás mujeres,s pero tampoco con ella o sus hermanos, siempre tenía la misma apatía, que ocultaba bastante bien, pero que Lorena que constantemente la observaba había notado, solo se encontraba feliz con su marido, solo con él, se mostraba cándida, aunque esteba pocas veces le hacia caso, el hablaba mientras se sentaba, y comía, sin mirar a nadie en particular, o a veces a alguno de sus hermanos, pero a ella pocas muy pocas veces notaba a la mujer que escuchaba cada palabra con una fascinación absoluta.
En su adolescencia lego a odiar a su madre, por que la veía como una pobre idiota, sumisa, encima por alguien que no sentía nada por ella, que la tenía por que era la esposa que le convenía pero nada más, que la engañaba con cuanta mujer podía.
Y se juro que ella no sería igual.
Había decidido ser diferente, hasta ir a la universidad, pero al ver que era la única mujer, y que todos la hacían a un lado, sumado a que nunca había sido muy propensa a los estudios, y tampoco constante, a los pocos meses de empezar la carrera, los había abandonado.
Esa era su mayor frustración, desde ese día se había ido a esa casa en el medio del campo.
Su madre había pasado unos días con ella, hasta que el estar lejos de su marido se le había hecho inaguantable, y se había vuelto, Lorena lo había preferido, ya que su madre no hablaba de otra cosa más que de todo lo que había hecho su padre por ese lugar, y que era de los poquisimos hombres que en vida tenían una localidad que llevaba su nombre,  aunque ya no la odiaba, no podía sentir por esta más que lastima.
El día que su padre había muerto, la encontró sin ningún rastro de vida, era como si se hubiera muerto con él, esa apatía que solía tener, se había convertido en un angustia permanente, y seguía igual que ese día, se pasaba las horas en la habitación de su marido, contemplando su ropa, sus fotos, sus escritos, oliendo sus perfumes, tocando sus pertenencias.
La familia cada vez tenía menos, apenas si sus hermanos habían conseguido por lastima algunos trabajos con los antiguos amigos de su padre, la casa ya no era siquiera parecido a lo que había sido, todo tenía olor a encierro.
Se sentó a su lado en a cama, tratando de pensar en que decirle a esa muerta en vida que tenía junto a ella.

El parto fue agotador y bastante riesgoso, Francis varias veces pensó que moriría o el niño o ella, pero ambos se salvaron, por la eficiencia de la partera
Durante esas horas que le llevo parir, Francias pensó que Juan había estado dando vueltas en la habitación, pero ayudando poco y nada, que no era capaz de una palabra de apoyo, y era demasiado torpe cuando la partera le pedía algo, repetía lo que esta le pedía y la mujer tenía que andar gritando para que el la atendiera.
El bebe había sido bastante pequeño, la partera la tranquilizo diciéndole que era normal  que el niño fuera así al nacer, que después crecían y engordaban mucho en los días siguientes.

Esteban pensaba en que haría después, hacía más de do meses que estaba en ese almacén, pero no era apara tener un trabajo con una paga nimia, que se había ido de su pueblo, quería tener su propia tierra, no ser empleado de nadie, calculo que se quedaría ahí unos dos meses más, y mientras tanto buscaría otro trabajo.

Otro embarazo, nunca imagino que después de el primero que lo había disfrutado tanto, esperando el nacimiento como lo mejor que podía pasarle, hubiera llegado a odiar tanto ese estado, ya no aguantaba como se le ponía el cuerpo, se sentía como una bolsa vieja, que se iba rasgando cada vez que volvían a llenarla, en los últimos embarazos se había sentido fea y sucia, se lavaba con agua fría y jabón, refregandoselo contra el cuerpo, a veces sentía ganas de golpear su panza.
Odiaba tener hambre, y sentirse en la tentación de darle menos comida a sus hijos, para saciar la propia, o la de el niño que crecía en sus entrañas.
Iría a ver a la partera, ya que pensaba que si alguien sabía de eso era ella, y aunque no sabía como iba a reaccionar esta, se dijo a si misma, que nada podía ser peor a tener otro hijo.


sábado, 21 de julio de 2012

Agnezzi/3)

Miro por la ventana  como un hombre se acercaba, pero después cuando Roberto había hablado con él, el hombre se había largado, se notaba que no era del pueblo, o de lo que fuera ese lugar, ya que para Lorena ni a pueblo llegaba.
Decidió salir de su habitación, esos últimos días apenas lo había hecho para comer, y solo por insistencia de Carla.
Al bajar las escaleras se encontró con esta.
-Y eso, que milagro verte a esta hora.
-Si, voy a salir, aprovecho que el día esta hermoso.
-Si, lo esta.
-Bueno, vuelvo en un rato.
Había estado tentada de preguntarle si sabía algo de el hombre que había visto, pero era mejor no hacerlo, ya que Carla era demasiado curiosa y metida, aunque supiera parecer lo contrario.
Salio, que le interesaba de ese hombre, si era lindo, que más, andaba de andrajoso, bueno no, exageraba, su ropa no estaba rota, ni remendada, y sus zapatos no sabía como se veían sus zapatos, pero eso le hubiera confirmado si era una persona que por lo menos no era pobre, aunque por que reparaba en ellos, que le podía importar a ella, si ese hombre tenía plata o no.
Cuando se caando de recorrer, y que las afortunadamente pocas personas que pasaban la miraran y cuchichiaran entre ellas, que era la hija de Agnezzi, y que andaba haciendo, ya que nunca se dignaba a salir, y no quería pensar en que dirían de ella, se metió en el único almacén que había en el pueblo a comprar unos caramelos.
Y ahí se lo encontró.
Estaba sentado, con la mirada hacía la estación.
Le iba a preguntar a Juan, pero enseguida se contuvo, que tenía que andar ella averiguando, además el hombre podía darse ideas, y querer conquistarla, y de ahí vivir de lo que ella tenía, aunque claro, apenas si le quedaba la casa, y para vivir sin trabajar, pero eso seguía siendo mucho mejor que cualquier trabajo.
Después que el hombre la despachara, con impostados modales, se fue, fingiendo indiferencia.
A los pocos días se entero que el hombre se llamaba Esteban y que había empezado a trabajar en el almacén.

El trabajo no era duro, y la comida dependía de quien la preparara cuando lo hacia Francis estas eran una delicia, no sabía si por que eran tan ricas, o por que cuando ella estaba indispuesta las comidas de Juan no pasaban de maíz hervido o asado.

Francis, trataba sin que su marido notara para que no se pusiera celoso, de tratar lo mejor posible a Esteban ya que le gustaba tener a alguien más, Juan era callado, de lo poco que hablaba era de las cuentas, y de los pedidos que haría,  a veces si ella le insistía mucho le comentaba alguna que otra cosa sobre lo que  se comentaba en el pueblo de alguna mujer que había abandonado a su marido, pero lo hacía de una forma tan indiferente, que hacía notar, que esa historia, poco y nada le importaba, Esteban por otro lado si era observador, y aunque contaba con suma discreción para que Juan no pensara la de él, lo hacia mucho más interesante, aunque lo que contara fuera algo absolutamente intrascendente.

Verónica se seco el  sudor que le corría por la frente, al estar encima de la olla hirviendo, tenía que meter los ravioles, vigilar la salsa, y en también la carne, los chicos más grandes etsaban jugando afuera, y los más chicos a la mesa, haciendo ruido, y el bebe llorando, ya era hora de darle la teta, pero no podía, y su marido que no llegaba, debía haberse quedado hablando en el almacen, claro, no podía estar con ella, ayudandola, no esas cosas no las tiene que hacer los hombres, entonces que tenían que hacer los hombres, dar ordenes, eso lo podía hacer cualquiera hasta una mujer, no las mujeres no podían, esas eran cosas de hombres, cada vez que escuchaba eso, un fuerte odio la embargaba.
Pero no tenía tiempo, ni siquiera para odiar, empezo a revolver.


sábado, 14 de julio de 2012

Agnezzi /2)

Recorrer o transitar por las escasas calles de Agnezzi era raro, ya que en donde estaba la casa de los Agnezzi estaba asfaltada, siendo la única, ya que hasta la manzana de la plaza, era de tierra.
Esteban se acerco hasta la misma, no sabía como pedir trabajo, todos esos años los había pasado al lado de su familia, iba con intención de tocar la puerta, aunque cuanto más se acercaba a ella,  más lo intimidaba, su grandeza, lo recargada que estaba, con era una puerta que media por lo menos dos metros más que él, repleta de dibujos tallados, que le parecieron religiosos aunque no sabía si lo eran con exactitud.
Antes de que llegara, vio que un hombre se le acercaba, se notaba por su ropa que era de campo, aunque casi toda la gente del lugar lo eran, y el pueblo no eran más que unas casas, rodeadas de campo.
-Usted no es de acá.
-No soy de  San Lorenzo.
-Ah, y a que viene.
Sintió unas profundas ganas de decirle, a usted que le importa, pero aunque las palabras del hombre le parecían entrometidas, la forma en la que hablaba, y su actitud, no lo era para nada, así que pensó mejor ser cortes con él.
-Buscando trabajo, la cosa esta dura en San Lorenzo.
-La cosa esta dura en todos lados muchacho, y aquí también, no te creas que por que no hay nada esto es una isla, acá, tampoco ahí trabajo, si hubieras venido hace unos años, capaz y si te veían de confianza te ofrecían levantar la cosecha, pero ahora, que te van a ofrecer, si los Agnezzi se quieren dedicar a no se que maquinas que fabrica que tienen en la capital, además de los hijos nunca viene por acá, y Don Roberto, esta enfermo el pobre, no querido, va a estar complicado conseguir trabajo acá, pero usted vera.
Que veré, sino tengo ni siquiera donde dormir.

Llevaban seis meses con el almacén, este les daba para poder comer, y ahorrar, unos pocos peses, con los que pensaban agrandar la pequeña casa que tenían, Francis estaba embarazada, de cinco meses, el embarazo había tenido complicaciones por lo que tenía que pasar casi todo el día en cama, lo que hacia que tanto que ambos estuvieran mal, ya que Juan odiaba hacer las cosas de las casa, por que las consideraba un asunto exclusivo de la mujer, así que lo hacia mal, Francis se sentía una inútil, teniendo que estar acortada o sentada todo el día, y viendo como su marido sin decir nada, igual con la mirada le reprochaba como si ella tuviera la culpa de no poder hacer las cosas, por débil o perezosa.
 Cuando Juan estaba por cerrar, llego un muchacho al almacén y le pidió un chocolate.
Al ver la forma desaforada en que lo comía, le dijo.
-Eso no te va a calmar el hambre.
-Acá no hay un lugar para comer, y si  lo hubiera no lo podría pagar, solo me alcanzó para esto, y para pagarme el pasaje.
Juan a veces era un hombre taciturno, y otras bastante conversador, según el humor que tuviera, ese día, estaba conversador por la curiosidad, además de que no quería volver a su casa, y ocuparse y preparar la comida, y después limpiar la cocina, prefería hacer esas cosas lo más tarde posible, para que el cansancio le ganara a las frustración.
-Tiene algún pariente por acá.
-No, soy de San Lorenzo.
-Lindo lugar, eh.
-Si, pero no ahí trabajo.
-Aquí tampoco se crea que hay mucho.
-Así parece.
Cuando el muchacho estaba encarando para irse, y el para despedirlo, se le ocurrió algo.
-Mucchacho usted como se llama.
-Esteban.
-Juan, quisiera saber si le gustaría trabajar,  algo provisorio aquí, no crea que la paga es mucha, pero el trabajo tampoco.
-Que tendría que hacer, señor.
El hombre estaba por decirle que lo llamara Juan a secas, peor no quería darle tanta confianza a alguien que iba a trabajar para él.
-Bueno no mucho más de lo que hago yo, es que mi esposa esta embarazada, y viene complicado el asunto, vio,  y usted tiene sabe leer, sabe hacer las cuentas.
-Si señor, tengo la primaria completa.
-Muy que bien, entonces, puede empezar.
-Es que no tengo donde quedarme.
-Bueno por hoy, yo le voy a acercar un colchón aquí, esta viejo, pero es mejor que nada.

Seis chicos, el mayor de ocho, esos eran los años que no dormía de verdad, y el recién nacido, tomando la teta, un año tras otro con un chico chupando la teta, con las uñas sucias por la mierda, refregando pañales, con los vestidos ya gastados de tanto refregar por los vomito, y sin tiempo siquiera de hacerse otro, por o que tenía que compralos hechos, y de los más baratos.
Faltaba poco para despertar al mayor y que fuera a la escuela, dejo al bebe en la desgastada cuna, todavía recordaba como Renzo la había construido, sentía que era otra vida, ya nada quedaba ni de esa mujer, ni de ese hombre, que tenía una grave neumonía.
Y aunque se sentía culpable y asquerosa al acordarse de que cuando lo habían diagnosticado con la enfermedad, diciéndole que no podía estar en la misma casa con su mujer, se había sentido aliviada de pasar por lo menos un años sin estar embarazada, sin otro cuerpo adentro, sin otra boca que le succionara las tetas, sin más llantos, sin tener que refregar pañales cagados.
 El agua ya estaba, fue a despertar a su hijo.





sábado, 7 de julio de 2012

Agnezzi /1)

1932

Hacía seis años que el tren había empezado a recorrer Agnezzi, este nombre era a consecuencia del apellido del Roberto J. Agnezzi el hacendado más importante del lugar,y además diputado nacional, el hombre era dueño de casi la totalidad del pueblo, aunque era demasiado pretensioso llamarlo así, ya que apenas si habia na hacienda más, y los peones de ambas, el lugar solo contaba con una estación y una escuela.

Esteban decidió que allí se quedaría,sus padres eran de un pueblo, que realmente merecía el nombre, pero a  lo agobiaba el mismo,además sentía que en Agnezzi estaba todo por hacerse, él quería sentirse una especie de fundador o hacedor, no tenía muy claro que, o por que, pero sintío que ese era su lugar.

Francis y Juan, acomodaban las botellas, los frascos, las latas, la estantería de madera que entre ambos habían lijado y barnizado.
Juan se sobo la espalda por las contracturas que le habá dejado mover las bolsa de alpilleras repletas de arroz, harina,  azúcar, yerba y demás.
Cuando sintieron que habían acabado, eran las 2 de la madrugada, se fueron a dormir esperándo que el negocio que les había llevado todos sus ahorros, funcionara.