sábado, 24 de septiembre de 2011

La cueva de los heridos /3) Nervios.

Odiaba tener que depender de su madre para sostenerse, dar los primeros pasos.
Se sentía mareada y frustrada, entonces su madre iba corriendo a buscarle la chata, odiaba la chata.
Y que aunque el medico le había dicho que el accidente no le había dejado consecuencias permanentes, si le había lastimado los nervios motrices por lo que le costaría, tanto andar, como agarrar las cosas por sí misma.
Esa dependencia obligada hacia la madre, la angustiaba y le hacia desear la hora de los sedantes.
Y de seguir internada, ya que no quería volver a la casa estando incapacitada, no quería que su situación se volviera normal.

No sintió tanto dolor como se imaginaba, calculó que esto seria porque era un bebe prematuro.
Al sacarlo la doctora, y verlo, se largó a llorar, no podía creer lo pequeño que era, no lo llevaron a su regazo.
-¿Adonde lo llevan?
-A la incubadora,.
Le dijo la mujer que tenia el barbijo, y la cofia encima, cargando al bebé que no se veía por la manta que lo cubría.
Sintió que estaba dentro de una pesadilla, donde le era imposible ver más que sabanas, mantas, barbijos.
Las lágrimas siguieron corriendo por su rostro, mezclandose con el sudor.

Odiaba a la chica que la cuidaba de día, y para ella, era solo eso, una chica porque de dama, o señora, la pendeja esa no tenia nada, se pasaba el día en el patio, o mandado mensajes de texto, igual prefería eso a que limpiara o le cocinara, ya que ambas cosas las hacia a desgana y obviamente mal.
Entonces ella, pasaba esas horas limpiando, aunque hacerlas la frustraba, el esfuerzo que le costaba hacer cosas que antes consideraba fáciles, sobretodo lavar el piso, desde llenar el balde, hasta la inclinación que tenia que hacer con el trapo y el secador.
Ese día estaba terminado de lavar el piso cuando empezó a sonar el celular de la chica, lo había dejado cargando, y se lo había olvidado al salir a fumar, en esa parte ya estaba lavada, pero el celular sonaba, paraba unos segundos y volvía a sonar, la melodía que ya de por si le molestaba, comenzaba  a ponerla histérica, cuando la chica entró de vuelta a la casa para buscar el celular, ella la miro y casi le gritó que se quedara donde estaba que ella le alcanzaría el celular,trato de pisar la menor cantidad de veces y en las partes más secas, pero la melodía a medida que se acercaba al celular era más fuerte, acelero el paso, sin notar donde pisaba y se cayó.

-¿Por qué mierda me cambias el control de lugar?
-No me gusta que dejes el control en los bordes del sillón, son para apoyar los brazos no el control, no ves que el control lo raya.
-Qué lo va a rayar.
-Lo raya, ademas levántate y búscalo vos, se te quebró un brazo no estás paralitico.
-Y bueno pone en el sillón las telas de mierda para apoyar cosas, que pones en todos lados.
-Trato, y me lo reprochas, si no las pusieras empezarías a joder que soy una descuidada.
El agua hervía, la asustó la imagen que se le vino a la cabeza de tirarle el agua hirviendo a su marido, mientras iba vertiéndola, la mano sudorosa se le resbaló la pava, quemandole la otra mano al querer agarrarla, y parte de las piernas.

Le encantaba hacer horas extras, estar lo menos posible en su casa, sola, su marido había muerto hacia años, recordaba como todos esperaban lo mejor de ella en ese momento, ya que (según decía su suegra) si es enfermera, que se ocupe como una profesional, pero que lo trate bien, no con esa indiferencia mecánica que caracterizaba a las de su profesión.




sábado, 17 de septiembre de 2011

La cueva de los heridos /2) Mirando.

Escuchar con términos médicos las consecuencias de su accidente, no la angustiaban porque no entendía nada de lo que le decían, se quedó ahí con la mirada perdida mientras su madre asentía y la miraba a ella y al medico.
Después que este salió, su madre se acercó a ella y le dijo que este tenia buenas noticias, que se recuperaba rápidamente y que después de hacerle las tomografías para estar seguro de que no habían quedado secuelas internas, la mandarían a casa.
Miró a su madre, estaba demacrada, su patética sonrisa hacia que su cara se llenara de arrugas, eso sumado a la delgadez, las ojeras pronunciadas, y las canas que habían arrasado su tintura, le daba un aspecto cadavérico.

-No quiero entrar a la sala de partos, faltan dos meses.
-El chico sale ahora si o si, no ves cada cuanto son las contracciones, esto no lo paras con nada.
Las ruedas de la camilla giraban cada vez más rápido sobre el piso de granito rojo hasta llegar al área de maternidad.
La cambiaron de camilla, la doctora se iba poniendo los guantes y el barbijo.
-Ahora puja, puja.

Como si en la casa ayudara, ahora con la excusa del brazo va a ser menos de lo que hace siempre, y encima ponerle una bolsa para que se bañe, y cortarle la comida, y bajarle el pantalón para que mee, cagué, y que le pica, que le alcance una aguja para que se rasque, y la puta madre que lo parió.

Al salir de tomarse la presión vio el asilo que aunque era privado estaba al lado del hospital.
Gente en silla de ruedas, otros en varias sillas al rededor de una mesa, mirando los arboles.
No quería pasar los pocos años que le quedaran ahí, por más que sus hijas insistieran.

No podía hablar, se sentía como en un sueño incapaz de emitir sonido alguno.
Nunca le había pegado en la cara, no mentía, si le había pegado una cachetada la segunda vez, la primera le había tirado los pelos, y la tercera hundido un cigarrillo en la palma de la mano, diciéndole:
-La próxima vez te lo apago en el culo.

Poner sueros, enemas, estar al lado del doctor, recordaba que al principio lo que más le importaba era limpiarse después de cada caso, se lavaba varias veces las manos, y se cambiaba varias veces de uniforme, con los años, lo único que le terminó preocupando fue tratar de ayudar en algo a los innumerables pacientes que solían entrar, aunque no había perdido del todo su cuidado estético, pasándose cada día fregando el uniforme que usaría el día siguiente.