sábado, 26 de enero de 2019

Los rumbos /11)

Encontrarse con sus hermanas le resultaba raro, porque las 4 eran versiones más o menos distorsionadas del mismo molde, tenían parecidos físico, obvio, todas el mismo color de pelo y ojos, mentones pequeños, narices aguileñas, como el carácter, todos versiones más dulces, amarga o insulsa pero en el fondo muy similar.
Por eso cuando hablaban era como un coro, todas repetían lo mismo pero con diferentes sinónimos, aunque también eso resultaba reconfortantes, nunca peleaban, sabían que no decir para que alguna de las otras no se enojara y también que si decir para consolarlas o reconfortarlas de alguna manera, se complementaban, pero cuando pasaban más de unas horas juntas, se abrumaban, se conocían demasiado bien, y verse reflejada en otras por momentos resultaba chocante.
Liliana les habló de su nieto, nunca lo llamaba así, sino el bebe o el chico.
Estela, la mayor, aunque entre ella y la menor no había ni 9 años de diferencia, que era la única que tenia la boca vacía, dijo:
-Vos tenés que sacar a tu hijo de ahí.
-Mirá, ya sabes como es, si lo saco, va a terminar preso o muerto y yo no voy a cargar con eso, es mi hijo, ya sé que lo críe para el culo, si no no sería el pelotudo que es, pero bueno, tampoco la pavada.
Sofía, que compartía con Liliana ser una de las del medio, por ende con la que menos años se llevaba, 2, suspiró y dijo:
-Es así, una lo intenta, qué voy a decir yo que mi hija hasta estuvo en coma de una sobredosis, y ahí anda, trabaja, se hace cargo de si misma, pero quien sabe cuanto le duré, porque la persona que es adicta...
Sandra, la más chica y reservada de las 4, la única que no tenia hijos y tampoco pensaba hacerlo, se limitó a agarrar la pava, volver a llenarla y calentarla.
Liliana le tenia envidia a Sandra, era la que tenia el mejor departamento, el mejor auto, la mejor carrera, Estela y Sofía también la envidiaban.
Estela entre susurros dijo.
-Me dijo que se va la semana que viene a Madrid.
Sofía intentó hacer un gesto de indiferencia pero le salió uno de furia.
Liliana le contestó entre susurros.
-Hace cuanto se fue a Nueva York, 3 meses, yo ni me acuerdo la última vez que salí del país.
Sandra regresó con la pava, su mirada denotaba cierta satisfacción, sabia que habían estado hablando de ella, y lo que le provocaba a las otras cada vez que se compraba algo nuevo o hacia un viaje.
Liliana, Estela y Sofía se lo aguantaban, porque ellas en su lugar se sentirían igual. 

sábado, 19 de enero de 2019

Los rumbos /10)

Se va a cansar de vos.
Le repetía una voz en su interior.
Luciano no podía ir a verlo porque estaba lleno de trabajo, el pasarse varios días a su lado lo había retrasado, aunque esto se lo dijo de la forma más simpática posible y sin darle importancia, Agustín notó en su expresión lo ansioso que estaba por poder realizarlo.
Recién te conoce y ya le cagas la vida, le retrasas el trabajo, sos un cajón de sandías, che, en todo sentido.
Pobre muchacho, igual uno como él enseguida puede conocer a otro, uno sin complejos, sin mambos.
La voz, esa voz la escuchaba desde hacia meses, a veces desaparecía, pero siempre resurgía ante cualquier problema, era su droga.
Por ahí es de esos que les gusta cargar con otro, obvio que igual te va a cagar, pero podes ser su "esposa", la empastillada, la que le hace reclamos, la que necesita constantemente de su atención, la que le permite victimizarse ante los demás.
Pero mejor no te hagas ilusiones, no te va a aguantar tanto, vas a ser una mala anécdota, el pibe medio loquito, el raro, el llorón, el depresivo.
A veces se visualizaba como una bolsa, en general una bolsa llena de papas, que siempre alguien tenia que cargarse al hombro, y fantaseaba con agarrar un cuchillo y rasgarse, perder todo el peso, liberar a los otros, y liberarse él.




sábado, 12 de enero de 2019

Los rumbos /9)

Quiso levantarse para ir a buscar otra botella de cerveza pero no pudo, se sentía mareado y tenía miedo de caerse antes de llegar a la heladera.
Se tocó la entrepierna, siempre que se emborrachaban recordaba la vasectomía.
-Mira si sos tan pelotudo como par no usar forro sabiendo lo peligroso que es eso, por lo menos no vuelvas a embarazar a nadie, porque ahí si que te sacó cagando.
Lucas sabía que hablaba en serio, sabía hasta donde llegaba su madre, conocía sus tonos,  sus miradas, los movimientos de sus manos, como para captar cuando estos eran para desahogarse y cuando eran para ponerle limites.
Le resultaba tan ridículo que un chico naciera porque acabarle dentro a una mujer, y que de ahí surgieran un montón de responsabilidades. Que por largar un fluido como la mierda y el orín pudiera formarse una vid, le resultaba asqueroso, y una buena metáfora de lo que eran los seres humanos.
Nada bueno puede salir de la leche, de esa cosa formada por lo mismo que se forman el resto de los deshechos.
Se rió y pensó que su hijo era un deshecho entre los deshechos, porque había sido formado por un haragán y una atorranta, ambos borrachos, en un telo barato, no recordaba mucho más del lugar, ni siquiera el color de las paredes, solo que las sabanas eran animal print.
Por qué recordaba eso, no lo sabia.
Qué más, nada, ah si, recordaba que ambos vomitaron después de coger, porque habían pedido champán, si, y que se sentaron en el baño y se turnaron para lanzar en el inodoro. Que después les dolían las piernas de tanto estar sentados y arrodillados, que les costó pararse, más vestirse.
Y lo demás, lo demás vino semanas después, los reclamos, el ADN, el bebe, ver esa cosa pequeña y frágil concebida en un lugar sórdido por 2 personas alcoholizadas que apenas se conocían y que solo querían descargarse.
Le dio asco, vergüenza y bronca.
Por qué mierda no se había cuidado, o había tomado la pastilla del día después, o hecho un aborto, por qué tenia que traer un pobre pendejo al mundo, un mocoso que iba a tener una vida de mierda.
Se durmió en el sillón, tuvo pesadillas confusas, despertó cundo Liliana tropezó con su pie sin darse cuenta.




Los rumbos /8)

Sintió la pistola sobre los riñones, y se paralizó, no fue capaz de entender que le pedían que hiciera, ni moverse, ni siquiera asentir, era como estar en una pesadilla, pero no, era la realidad seguía respirando, la persona que llevaba una mascara de un perro sonriendo, lo miraba por los orificios de la misma, el tipo notó lo que le pasaba y le dijo algo a su amigo que Agustín no logró, le sacó de la mano el celular, le revisó los bolsillos del jean hasta que encontró la billetera, se fueron.
Quedó ahí, temblando y llorando, sufriendo un ataque de pánico que tardó varios minutos en que se le pasara. Llegó a la casa, se desnudó y se metió en la cama, se cubrió hasta el cuello y lloró.
Llamó a Luciano, cuando este llegó y se bajó una app para localizar su celular, le insistió en que se vistiera e hiciera la denuncia.
Agustín lo hizo, le generaba sentimientos encontrados la reacción de Luciano, por un lado le gustaba que alguien lo cuidara y protegiera, por el otro se sentía absorbido e inútil, odiaba ser dependiente emocional.
Radicó la denuncia, volvió al departamento, se dejó desnudar por Luciano y conducir hasta la ducha.
-Gracias.
Si no le digo algo este va a empezar a enjabonarme.
Luciano corrió la cortina, y después Agustín oyó como cerraba la puerta del baño.
Cerró la canilla del agua caliente y dejó correr la fría para que lo despabilara, empezó a temblar y la cerró, se secó, se puso un calzoncillo y una remera y fue hasta la cocina donde Luciano le tenia listo un té.
- ¿Querés dormir? 
-No, y me cansé de dormir, no sé qué mierda quiero, pero dormir, no.
Agustín veía el esfuerzo que estaba haciendo Luciano para no agobiarlo con preguntas, ofrecimientos, o consuelos, quería agradecérselo de alguna manera, y le sonrió, luego puso su mano sobre la de Luciano, y después lo abrazó, este lo contuvo, y no dijo nada, le acarició la nuca y espalda.



sábado, 5 de enero de 2019

Los rumbos /7)

Lo miraba y solo le despertaba rechazo, un rechazo intimo, era como ver una parte del cuerpo que no le gustaba, así lo sentía, una extensión de si misma. Otra cosa un hijo no es, pensó, y siguió preparando la comida mientras el hijo jugaba a algo en el celular, Liliana no tenia ni idea de qué, ni quería saber, consideraba a todos esos juegos un desperdicio alineante. Pero bueno, este ni naciendo hace 80 años hubiera servido para algo, en vez de andar con esos jueguitos de meirda, andaría con una radio pegada., escuchando partidos o si no en el cine, porque pavos siempre hubo. Este es como 2 de mis tíos, Enrique y Roberto, qué pelotudos que eran, pero como antes se tenían 200 hijos, si no estabas meada por los dinosaurios, la mayoría te salía más o menos bien, y un par buenos, los que se quedaban dando vueltas se podían poner a darle de comer a las gallinas o acá en la ciudad no sé, repartir algo, inventarle un trabajo. Era otra cosa, no sé, las mujeres se pasarían pariendo, pero por lo menos llegaba algún momentos en que hasta los más pelotudos despertaban y a los tumbos se hacían responsables, pero ahora, yo tuve este, y ya llevó casi 40 años criándolo, y encima el pelotudo se pone a tener un hijo con esa tilinga de mierda, y ese chico qué puede salir pobrecito, con los padres que tuvo, hubiera sido mejor que no naciera. 
Terminó de plancharse el delantal, y apago la plancha, odiaba ocuparse de las cosas de la casa, porque siempre se ponía a lamentarse de su vida, pero como ninguna de las mujeres que había puesto para las cosas de la casa le gustaban, lo hacia ella.
-Vos si no te quejas, no podes estar.
Siempre le decía lo mismo su hijo, y era posible que tuviera razón, pensaba, también que de forma inconsciente lo hubiera criado para que terminarán siendo ese inútil, inservible, parásito, que cada vez soportaba menos ver. 

Los rumbos /6)

- Hola Lily.
-Como andas.
-Bien, y vos.
-Y ahí, viste, tirando.
-Otra no se puede.
Intercambiar saludos y frases hechas, Agustín y Liliana se caían bien, aunque ninguno de los 2 sabía si era porque apenas se cruzaban, y lo que conocían del otro era solo la parte más social y exterior, tampoco les interesaba averiguarlo, simpatizaban entre si porque tenían una visión parecida del trato que debían tener los vecinos entre si, cordial, ni invasivo, ni desagradable, ni indiferente, una reciproca tolerancia. 
Agustín pensó que tal vez si ella hubiera estado detrás de alguno de los escritorios la cosa habría sido diferente, se encerró en el departamento y se cortó las uñas al ras para no caer en la tentación de mordérselas. Había entregado CV´s en persona, luego de hacerlo en línea, se había sentido incomodo, vulnerable, frágil, odiaba estar en esa situación, presentarse, tratar de agradar, le parecía que lo hacía de forma falsa, impostada.
Yo si fuera ellos, no me contrataría, a un pobre pelotudo que se traba, que se pone nervioso por pedir trabajo. la cagué, demostré inseguridad, y si uno no confía en uno mismo, el otro menos va a hacerlo. Escuchó eso o variaciones del mismo concepto en todos los tutoriales que devoró antes de hacer las entrevistas, confianza, tranquilidad, se iba a intercambiar un valor, no a mendigar, decían en uno.
Pero yo parecía un chorro drogadicto.
Se puso los auriculares y se ensordeció con música, no quería pensar en el rechazo, en el ridículo, su miedo a ambas, el asco que le generaban, el odio a sí mismo que crecía, las ganas de hacerse daño, eran como un espiral, por eso la música, alegre, las letras superficiales actuaban como un tónico, un contraste, arrasaban con sus angustias momentáneamente, ya después vería otra forma de distraerse, de no pensar, de no existir.