sábado, 19 de diciembre de 2015

Descubriendo a Liliana /5)

Para confirmar lo obvio, recordó que cuando su tío político Nicolas, le ofreciera llevarse lo que quisiera de la habitación de Liliana, había elegido un cepillo que su tía comprara en no sabia que lugar de antigüedades en España, el cepillo tenia como 200 años, y era el preferido de Liliana.
Sandra lo buscó en el cajón de la cómoda donde lo había dejado, espero que en el laboratorio encontraran algunos cabellos arrancados de raíz, para que la prueba sirviera.
Tuvo suerte, y después de unos días le llegaron los resultados, Bruno era el hijo de Liliana.
Como no sabia bien por donde comenzar a buscar, y siendo consciente de que no era policía, como para pedir informes en ningún lado, tuvo que conformarse con lo que sabia, y luego decidir si se lo decía a su madre o no.
Pasó días esperando que Bruno hablara, pero este no tenia ningún interés en crear un vinculo medico paciente con ella, le era reacio y se negaba a entrar en su consultorio.
Sandra temiendo que se escapara del centro, solo para no tener que encontrarse con ella, se mantuvo alejada de Bruno, además si no lo hacia, muy posiblemente, la levantaran en peso, por perturbar a un paciente.
Le mostró las pruebas a su madre, y le dijo todo lo que sabia al respecto.
-Yo no tenia ni idea de que Liliana tuviera un hijo.
-Es raro, no te parece.
-Es raro si, sobre todo que no lo supiera mi mama, bah por lo menos que no me lo contara, de Liliana no, porque nunca nos llevamos bien, igual no recuerdo que en esa época tuviera un novio, l verdad que lo único que me sorprende es que no abortara.
-A mí también.
-Mira, yo sé que querías a tu tía un montón, que para vos no había como ella, pero si Liliana no abortó a este chico, es porque algo le sacaba al padre, ella no era de las que hacia nada sin pensar muy bien las cosas.
Y como estoy segura que a ese chic, el tal Burno, no lo tuvo por algo religioso o humanitario, sino porque le debe haber sacado buena plata al padre.
Sandra asintió con la cabeza, más no con palabras, odiaba tener que darle la razón a su madre con respecto a Liliana, pero estaba segura que esta vez, tenia razón.
Ahora necesitaba averiguar ¿quién era el padre de Bruno?

Descubriendo a Liliana /4)

-¿Qué dijiste?
El paciente se quedó callado, luego empezó a hamacarse.
Sandra desistió de forzar al paciente, rogándole o insistiéndole para que hablara, sabia que cuando se cerraban, nada se podía lograr de ellos.
Le dijo que se podía ir, y este así lo hizo.
Sandra se puso a leer su ficha médica.
Bruno Cataño, 25 años, huérfano, había estado en varios hogares adoptivos, de todos lo habían devuelto por conflictivo, a los 13 años se había fugado del centro de acogida donde lo tenían, y no sé sabia nada de él, hasta que a los 17 lo detuvieron por entrar con una botella partid a un McDonald exigiendo comida, luego se le había perdido el rastro otra vez, hasta hacia un par de meses, que había sido ingresado en la clínica, luego de que sufriera una sobredosis que lo dejara en estado catatónico, de la que gradualmente había conseguido salir, aunque todavía hablaba poco y nada.
Tenia un palpito, y decidió seguirlo, le pidió a la enfermera que luego de que Bruno merendará, le trajera la taza en la que lo había hecho, esta así lo hizo.
Luego fue a la casa de su madre, después de una charla trivial y algunos silencios incómodos, logro hacerse con una cucharita, ya que su madre tenia por costumbre, metersela en la boca luego de revolver lo que fuer que estuviera tomando.
Los resultados como creía, dieron una coincidencia del 50 %, confirmando lo que ya suponía, que su madre era la tía de Bruno y que este era el hijo de Liliana.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Descubriendo a Liliana /3)

La casa se alquilaría, así lo había decidido Nicolas, él pensaba irse de viaje por Europa.
Sandra se sentía extraña al no volver a esa casa, era otra de las cosas que corroboraban lo obvio, la muerte de Liliana, su ausencia.
Se empezó a frustrar, porque no tenia forma de donde partir, todo lo referido a los casos, así como a cualquier actividad personal, de cualquier índole que tuviera su tía, y de los que quedará registro, su celular, su agenda, etc, estaba en manos de la policía.
Y el entusiasmo que sentía al principio, pronto se tronco en angustia, al darse cuenta que su empeño detectivesco, no había sido producto del mismo fin, postergar y negar el duelo.
Aprovechó las vacaciones que tenia en la universidad, para liberar su dolor, llorar, contemplar fotos, recordar las imágenes retratadas en las mismas, y sobre todo aceptar la perdida.
Entrar de lleno en ese dolor, fue catártico, lloró, se rió, y se refugió en algunos lugares comunes, que no por obvios, dejaban de ser ciertos, como que todos nos vamos a morir, que hay que seguir adelante, que su ti no hubiera querido que lela estuviera así, etc.
Luego de esos días de duelo, retornó  la universidad, se graduó, y empezó a trabajar en un hospital público.
Casi nunca decía sus opiniones, más inclinadas a un tratamiento psicológico que a un tratamiento basado en medicamentos, siempre había considerado peligroso convertir a personas con trastornos mentales, en droga-dependientes, pero se cuidaba mucho de hacérselo ver a sus superiores, a los que por otro lado entendía, veía que en muchos casos el tiempo en esas instituciones siempre con pocos recursos, haciendo malabares para que el lugar no se cayera a pedazos, y trabajando más horas de las remuneradas, y con pacientes que eran tirados allí, porque los familiares no tenían otro lugar donde ponerlos, luego de luchar años para que las obras sociales se dignaran a cubrirle un mejor tratamiento.
Uno de los directores le había dicho al llegar, que no se ilusionará con nada, que era lo mejor, que ese instituto, como tantos otros públicos, era una especie de perrera, para enfermos mentales.
Igual, Sandra, pudo sacar provecho de la falta de tiempo de los directivos y cuidados de los directivos, para poner en practica sus teorías.
Había decidido probar algo básico, con los enfermos menos peligrosos y menos droga-dependientes.
Les pedía que hicieran un esfuerzo, para recordar lo más lindo y lo más feo que habían vivido a lo largo de su vida.
En general ese día que empezó muy optimista, fue decayendo rápidamente, al comprobar la falta de interés de los internos, estos en su mayoría no colaboraron, y los que lo hicieron en general, estaba segura que le mentían, para tratar de congraciarse con ella y obtener algún favor, o se burlaban descaradamente, inventando cosas absurdas y luego poniéndose a gritar o llorar.
Su último paciente, un muchacho de más o menos su edad, pálido, que miraba fijamente a los ojos, aunque al hacerlo era encontrarse con algo perturbador, como si mirara sin ver.
Sandra trató de simular, y con un tono mecánico y relativamente indiferente, luego de todas las horas estériles pasadas, le hizo la pregunta.
El muchacho, la miro con más intensidad y esta vez con cierta coherencia, dijo:
Liliana Santivañez.