sábado, 5 de enero de 2019

Los rumbos /6)

- Hola Lily.
-Como andas.
-Bien, y vos.
-Y ahí, viste, tirando.
-Otra no se puede.
Intercambiar saludos y frases hechas, Agustín y Liliana se caían bien, aunque ninguno de los 2 sabía si era porque apenas se cruzaban, y lo que conocían del otro era solo la parte más social y exterior, tampoco les interesaba averiguarlo, simpatizaban entre si porque tenían una visión parecida del trato que debían tener los vecinos entre si, cordial, ni invasivo, ni desagradable, ni indiferente, una reciproca tolerancia. 
Agustín pensó que tal vez si ella hubiera estado detrás de alguno de los escritorios la cosa habría sido diferente, se encerró en el departamento y se cortó las uñas al ras para no caer en la tentación de mordérselas. Había entregado CV´s en persona, luego de hacerlo en línea, se había sentido incomodo, vulnerable, frágil, odiaba estar en esa situación, presentarse, tratar de agradar, le parecía que lo hacía de forma falsa, impostada.
Yo si fuera ellos, no me contrataría, a un pobre pelotudo que se traba, que se pone nervioso por pedir trabajo. la cagué, demostré inseguridad, y si uno no confía en uno mismo, el otro menos va a hacerlo. Escuchó eso o variaciones del mismo concepto en todos los tutoriales que devoró antes de hacer las entrevistas, confianza, tranquilidad, se iba a intercambiar un valor, no a mendigar, decían en uno.
Pero yo parecía un chorro drogadicto.
Se puso los auriculares y se ensordeció con música, no quería pensar en el rechazo, en el ridículo, su miedo a ambas, el asco que le generaban, el odio a sí mismo que crecía, las ganas de hacerse daño, eran como un espiral, por eso la música, alegre, las letras superficiales actuaban como un tónico, un contraste, arrasaban con sus angustias momentáneamente, ya después vería otra forma de distraerse, de no pensar, de no existir. 

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