sábado, 25 de enero de 2020

Y de repente se hace realidad /10)

Odio los hospitales, bueno, quien no, solo los doctores que se creen dioses jugando con sus pacientes.
Sara estaba nerviosa, había tenido que llamar a su mama y pedirle por favor que se quedar con los chicos, mientras ella iba al hospital y averiguaba como se encontraba Damian. 
Cuando había escuchado los disparos, se le bajó la presión y estuvo a punto de desmayarse.
Lo primero que pensó fue que había sido un intento de secuestro exprés, los policías que se presentaron en su departamento le dijeron que era lo más probable, aunque por ahora no descartaban nada.
A ella se le hacía todo absurdo, un secuestro, qué mierda le iban a pedir, si lo único que tenían eran deudas, a no ser que fuera uno a los que les debía, y que intentara cobrársela de esa forma. 
Los policías la miraban con desconfianza, les pidió que le alcanzaran la tableta con las pastillas que tenia arriba de la heladera y un vaso con agua, estos lo hicieron.
Había sido un intento por distraerlos, siguió mostrándose consternada, esperando que llegara su madre. Al llegar esta tuvo que acompañar a los agentes, la iban a llevar hasta donde estaba Damían.
La sentaron en el asiento de atrás del patrullero, una rejilla de alambres pintada de negro la separaban de los agentes.
Visualizó a  borrachos, drogadictos, prostitutas, ladrones, violadores, asesinos, sentados en el mismo lugar que estaba ella, le dieron ganas de vomitar, pero se contuvo, lo que menos necesitaba es que esos tipos se dieran vuelta y la miraran con cínica condescendencia o empezaran a hacer chistes entre ellos a su costa.
Tuvo que tragarse el vomito, un gusto amargo y repugnante se le quedó atorado entre la garganta y el paladar, igual recordó que casi no había podido cenar, porque Diego apenas si comió un par de pedazos de tarta, y mientras la nena que se le había antojado la teta a esa hora.
Mientras recordaba el patrullero frenó, y los agentes le abrieron la puerta y la acompañaron, un doctor se acercó ni bien entró al hospital, le dijo que Damian había recibido un tiro en el estomago, que por suerte había podido extraerle la bala, aunque todavía corría riesgo de infección, que tendrían que esperar 24 horas para ver como evolucionaba. 
Sara le preguntó si podía verlo, el doctor la llevó hasta donde se encontraba, al estar enfrente de él, aunque con un vidrio separandolos ya que en la habitación solo podía entrar personal médico, no pudo evitar llevarse las manos a la boca, estaba lleno de cables, y el pitido de la maquina que vigilaba sus latidos a pesar de estar a metros de distancia se oía fuerte e irritante, al verle la cara lo encontró muy pálido, más muerto que vivo.


sábado, 18 de enero de 2020

Y de repente se hace realidad /9)

Mierda, esa palabra se le fijó en la mente, subió al Fiat y se alejó lo más que pudo de la zona, abandonó el auto a 2 kilómetros de distancia, en una calle poco transitada, casi todos los edificios que se veían estaban abandonados y medio en ruinas, deseaba que no hubiera ocupas.
Caminó unas 5 cuadras y fue hasta el departamento que tenía de aguantadero con otros.  
No había nadie, se acordó que ese día uno de sus socios iba a destruir lo que había robado, siempre que les encargaban un asesinato lo hacían pasar por un robo a mano armada que había salido mal. 

sábado, 4 de enero de 2020

Y de repente se hace realidad /8)



Después de que hubo casi escupido los hechos, Damian se arrepintió y más cuando vio la cara y sobre todo la mirada que le devolvía a Ricardo. Este antes de que Damian pudiera reaccionar, sacó una pistola y se colocó detrás de él, le dijo:
-Seguime, si intentas algo te mató, ya sé que debes estar calculando a ver si me podes sacar el arma, aunque no sos tan pelotudo para creer que tengas esa posibilidad, no, ya sé, estás pensando en correr, a mí me importa una mierda dispararte acá, dejarte cuadripléjico o por lo menos paralitico.
¿Para qué mierda abrí la boca?
Se sentía en una pesadilla, le estaban amenazando con un arma, no podía ser real eso, en la vida no pasaban esas cosas, o si pero no a él.
Comenzó a temblar.
Me voy a mear encima, para qué mierda hable, para qué la puta qmadre que me parió.
Ricardo caminaba detrás de él, con un ojo vigilaba que Damian no se escapara y con el otro que no estuvieran llamando la atención de nadie.
Le echó una rápida mirada a todos los autos que había estacionados, volvió a mirar para los costados por si no se acercaba nadie y después de comprobar que no, rompió la ventanilla del conductor de uno de los autos, un Fiat 1 del 2009, lo eligió porque de los que se veían e esas cuadra era el más viejo y ordinario y calculó que no tendría alarma, acertó. Levantó la traba de la puerta y la abrió. 
-Entra y pásate al otro asiento. 
-Ya.
Damian lo hizo de la forma más rápida que pudo, aunque con involuntaria torpeza. 
Ricardo se metió en un segundo, cuando Damian se dio cuenta, ya estaba juntando los pequeños hilos de cobre que había cortado unos segundos atrás con una navaja que se sacó de la nada. Con la misma rapidez encendió el auto y arrancó, aceleró y a la cuadra ya lo llevaba a 60, sabia que si no iba a buena velocidad Damian se tiraría, lo intuía, ere ese tipo de personas que en una situación así harían eso. Lo llevó hasta los 90 y continuó manejando a esa velocidad.
Damían pensó varias veces en tirarse pero las misma cantidad las descartó, además creía que en el mejor de los casos si la caída no le generaba graves contusiones y de milagro no quedaba inconsciente, Ricardo frenaría el auto y le vaciaría el cargador. Sintió cierto alivio ante esa idea, una muerte rápida, no creía que Ricardo tuviera tiempo para nadar torturándolo.
Las calles se sucedían, Damían apenas las notaba, se sentía como en una pesadilla, todo se le puso borroso, se sintió descompuesto y vomitó. Ricardo ni siquiera desvió la mirada del volante. Frenó el auto.
-Bájate.
Cuando Damían se bajó, le señaló con la pistola que se alejara del auto, mirándolo a los ojos en todo momento, Damían bajó la mirada. Cuando Ricardo vio que este se había alejado 3 metros del auto, le disparó.