Después de bailar varias canciones, yo estaba agotada y, lo peor de todo, transpirada. Empezaba a notarse en la remera, me quería morir.
—Nos sentamos, no doy más. —Claro, yo tampoco.
¡Qué mentira agradable! A la edad de él se puede bailar hasta la mañana, pero a la mía, una hora y ya estás pidiendo oxígeno. Es así.
Cuando él fue a pedir otra gaseosa, agarré unas servilletas de papel y me las pasé por la cara, dejando media base de maquillaje en ellas. ¡Y esas luces de mierda! Más iluminada no hubiera podido estar la plaza. Cuando volvió con las gaseosas, antes de que me viera, le dije al oído que, si no le importaba, yo me iba. Me tomé casi toda la gaseosa porque también tenía una sed terrible.
Me dijo que me acompañaba, pagó las gaseosas y salimos. Mi casa queda bastante cerca de la plaza. En ese momento, hubiera querido vivir más lejos para estar un rato más con él, obviamente. Igual, lo primero que hice fue ir por las partes más oscuras de la calle para que no me viera el maquillaje removido.
Cuando ya estábamos por llegar, me di cuenta de que no le había preguntado el nombre. Se lo pregunté y me dijo: "Augusto". Era extraño ese nombre en alguien como él; siempre lo había asociado a una persona mayor.
Cuando llegamos, quiso entrar, pero le dije que no, que mejor otro día. Igual, no lo hice por vergüenza, ni moral, ni ninguna de esas idioteces. A mi edad ya se está de vuelta de todo eso, sino porque no estaba depilada, además del maquillaje removido.
Después de cerrar la puerta, casi corrí hasta el espejo y sí, se notaba mucho lo del maquillaje. Tenía la cara de diferentes tonalidades, el labial se me había ido por completo. Me quité los zapatos y después empecé a sacarme el rush. A medida que me quitaba más cosas, me encontraba en la cara que si una mancha, que si un grano, que si una arruga. Creo que si llegaba a desnudarme frente al espejo, me suicidaba.
Pensé en qué estaba haciendo poniéndome a bailar con un chico que tenía la edad de uno de mis hijos, y encima que era hermoso. Pero después me di cuenta de que si hubiera querido a una chica de su edad, no tenía por qué sacarme a bailar a mí. Entonces me tranquilicé. Me saqué toda la ropa y me di un baño para sacarme la transpiración de encima. Me acosté y soñé con él.
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