sábado, 1 de junio de 2019

Los rumbos /28)

Estaba entusiasmada, aunque tenía miedo.
Mejor no me ilusiono, porque después me voy a dar la cabeza contra la pared, pero por qué ser tremendista, por ahí resulta algo lindo, que dure lo que tenga que durar, no me voy a hacer la película pero si darle una oportunidad a que algo pase.
Mauro la invitó a cenar, sabia que probablemente después la invitaría a su departamento, y estaba dispuesta a aceptar.
Fue a la depiladora, se compró ropa interior, negra, se miró frente al espejo con esta puesta.
Para la edad que tengo estoy bastante bien, él tampoco es un pendejo.
Se vistió, se maquilló, y espero a qué sonara el portero eléctrico.
Cuando la invitó a su departamento, aceptó, le gustó el mismo, era amplio, estaba limpio, ordenado, y sobre todo era sobrio.
La verdad está hermoso, nada de boludeces, no es de esos cincuentones que quiere hacerse el pendejo.
Él le ofreció vino, ella aceptó, y después la besó, y le preguntó si estaba cómoda y si quería acompañarlo, Liliana contestó afirmativamente a ambas preguntas, sintió raro volver a sentir labios sobre los suyos, manos sobre su cuerpo, y a su vez besar, tocar, abrazar, lamer, entrelazar lenguas, piernas, brazos, sentirse acariciada y acariciar, la saliva y los sudores mezclándose, se había olvidado lo que era tener sexo con alguien.
Durmieron abrazados. 




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