Le insistió a Andrea hasta que logró convencerla de que fueran a hablar con Magdalena.
-Es la única forma.
-Nosotros hemos perdido a nuestros hermanos, que si querríamos muchísimo, pero ella perdió a su hija. Lo único que debe querer es llorar y recordarla.
-También justicia.
-No sé si eso es lo que más le importe.
-Y para vos, ¿es lo más importante?
-Tampoco sé, la verdad que yo también quiero llorar a Luciana...
-Para llorar, rasgarnos las vestiduras y recordar, tenemos toda la vida, para buscar justicia no. Quiero que el asesino pague, no quiero que siga viviendo una vida tranquila, en su casa, con su familia, no, quiero que pague.
-No tenemos ni idea de quién pudo ser.
-Fue Vicente.
-Eso es lo que quieres creer.
-Es quien más razones tenía.
Llegaron a la casa, se veía pulcra, como si los que vivían en ella necesitaran demostrar algo, aunque en el parque, con el pasto crecido y los arboles sin podar, se empezaba a notar la decadencia.
Magdalena y Luis apenas hablaban, hacían las cosas sin tenerse en cuenta el uno al otro.
Ella ponía la ropa en el lavarropas, el tiempo que la maquina tardaba en lavarla, se iba a la habitación de Luciana, después la tendía y volvía a la pieza, tendía su cama, y se iba de vuelta, mientras preparaba la comida lo mismo, a cada rato iba a esa habitación.
Luis por el contrario, trataba de no pensar en ello.
-Te vas a drogar un rato.
-Ahora recordar a mi hija es drogarse.
-Sí, lo es, porque lo haces como si fuera una adicción, estas obsesionada con su recuerdo.
-Es lo único que me queda.
-Es una mierda, pero parece que te lo tengo que decir. Daniela está muerta, no va a pasar nada por más que estés entre sus cosas, no está ahí, no está en ningún lado, se murió, trata de de superarlo.
-Basta, estoy harta de decirte lo mismo, de repetírtelo, ella era todo. Recordarla es lo único que me queda y vos no dejas de reprochármelo.
-Yo no puedo vivir con alguien que vive en un velorio eterno.
-No lo hagas, nadie te ata, ándate y déjame de joder.
-Okey, separémonos.
-Perfecto, chao, ¿o querés que me vaya yo?
-No, quédate viviendo en la habitación de Luciana, bah ya lo haces, por lo menos ahora no vas a tener que aparentar que te importa algo más que no sea esa puta pieza.
Magdalena se fue a la habitación de Luciana. Luis miró la puerta luego de que Magdalena la cerrara.
Sonó el timbre.
Fernandez le dijo que sí, que sabía algo, algo que no le iba a gustar.
-Y decilo, o te crees que algo de toda ésta mierda me gusta.
-El haber subido en las...
-Ándate a la puta que te parió, no te creas más de lo que sos.
-Perdón, bueno, lo que tengo para decirle es que quien mató a Sebastián salió de esta casa, no sabemos quién, pero la única lancha que llegó al barco ese día salió de acá.
-Así que si esto se sabe todos van a creer que fui yo, como ya lo piensan...
A Virginia las pastillas apenas la habían adormecido, su cuerpo estaba tan acostumbrado a ellas que no le provocaron otro efecto. María la encontró, la llevó hasta su habitación, le preparó un café, y se retiró. Cuando oyó que Fernández había vuelto, se acercó, escuchó todo y volvió a su habitación.
-Es la única forma.
-Nosotros hemos perdido a nuestros hermanos, que si querríamos muchísimo, pero ella perdió a su hija. Lo único que debe querer es llorar y recordarla.
-También justicia.
-No sé si eso es lo que más le importe.
-Y para vos, ¿es lo más importante?
-Tampoco sé, la verdad que yo también quiero llorar a Luciana...
-Para llorar, rasgarnos las vestiduras y recordar, tenemos toda la vida, para buscar justicia no. Quiero que el asesino pague, no quiero que siga viviendo una vida tranquila, en su casa, con su familia, no, quiero que pague.
-No tenemos ni idea de quién pudo ser.
-Fue Vicente.
-Eso es lo que quieres creer.
-Es quien más razones tenía.
Llegaron a la casa, se veía pulcra, como si los que vivían en ella necesitaran demostrar algo, aunque en el parque, con el pasto crecido y los arboles sin podar, se empezaba a notar la decadencia.
Magdalena y Luis apenas hablaban, hacían las cosas sin tenerse en cuenta el uno al otro.
Ella ponía la ropa en el lavarropas, el tiempo que la maquina tardaba en lavarla, se iba a la habitación de Luciana, después la tendía y volvía a la pieza, tendía su cama, y se iba de vuelta, mientras preparaba la comida lo mismo, a cada rato iba a esa habitación.
Luis por el contrario, trataba de no pensar en ello.
-Te vas a drogar un rato.
-Ahora recordar a mi hija es drogarse.
-Sí, lo es, porque lo haces como si fuera una adicción, estas obsesionada con su recuerdo.
-Es lo único que me queda.
-Es una mierda, pero parece que te lo tengo que decir. Daniela está muerta, no va a pasar nada por más que estés entre sus cosas, no está ahí, no está en ningún lado, se murió, trata de de superarlo.
-Basta, estoy harta de decirte lo mismo, de repetírtelo, ella era todo. Recordarla es lo único que me queda y vos no dejas de reprochármelo.
-Yo no puedo vivir con alguien que vive en un velorio eterno.
-No lo hagas, nadie te ata, ándate y déjame de joder.
-Okey, separémonos.
-Perfecto, chao, ¿o querés que me vaya yo?
-No, quédate viviendo en la habitación de Luciana, bah ya lo haces, por lo menos ahora no vas a tener que aparentar que te importa algo más que no sea esa puta pieza.
Magdalena se fue a la habitación de Luciana. Luis miró la puerta luego de que Magdalena la cerrara.
Sonó el timbre.
Fernandez le dijo que sí, que sabía algo, algo que no le iba a gustar.
-Y decilo, o te crees que algo de toda ésta mierda me gusta.
-El haber subido en las...
-Ándate a la puta que te parió, no te creas más de lo que sos.
-Perdón, bueno, lo que tengo para decirle es que quien mató a Sebastián salió de esta casa, no sabemos quién, pero la única lancha que llegó al barco ese día salió de acá.
-Así que si esto se sabe todos van a creer que fui yo, como ya lo piensan...
A Virginia las pastillas apenas la habían adormecido, su cuerpo estaba tan acostumbrado a ellas que no le provocaron otro efecto. María la encontró, la llevó hasta su habitación, le preparó un café, y se retiró. Cuando oyó que Fernández había vuelto, se acercó, escuchó todo y volvió a su habitación.
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