sábado, 26 de mayo de 2012

Testigos ausentes/5)

Cansada de ella, harta, la verdad que antes de tener la familia que tuve, hubiera preferido quedarme sola. En vez de morir de a poco, mi familia se tendría que haber muerto toda con mi padre en el accidente, y yo también. No quiero ser como mi madre, y menos como mi hermana, personas que necesitan desesperadamente tener a alguien al lado, mamá cuando murió mi padre, se derrumbó le importó una mierda lo que Andrea y yo sufriéramos. Ella se refugio en su dolor, y a nosotras bien gracias, que nos cuidara Magoya
Y Andrea de otra forma pero es igual de inaguantable, pobre, se creyó que tenia que ser mi protectora, o que tenia que convertirse en la madre de mamá y en la mía, y no puede ni con ella misma, se olvidó de vivir, de todo. Ahora se dedica a controlarme, en el fondo me da lastima que no tenga vida propia.

Andrea leía absorta, corriéndose las lágrimas.

Gabriel creía que era la única que podía llegar a estar predispuesta a hablar con él. De los demás no esperaba nada.
Tocó la puerta y esperó.
Andrea quedó sorprendida al verlo.
-¿Qué hace usted acá?
-Vine a hacerle una pregunta.
-Hágala.
-¿Cree que su hermana se suicidó?
Andrea se quedó en silencio, mirándolo fijamente.
-No sé.
-Yo no creo, bah, estoy seguro que mi hermano no se suicido, y tampoco creo que su hermana, ni los otros chicos, sean los asesinos.
-Pase.
Se sentaron en el living.
-¿Nos podemos tutear?
-Está bien.
-¿Has averiguando algo, quiero decir, entre las cosas de tu hermana había algún indicio, se trataba con gente que vos no conocieras o algo así?
-He estado revisando su Facebook  y las otras redes sociales que tenía. Sí, algunas personas que no son de acá, eran sus amigos de Facebook, pero casi todos son compañeros de la universidad.
-¿Y cualquier otra cosa?
-No sé, y tampoco quiero hablar de eso con vos.
-Mira, no me malinterpretes, no lo hago de metido o chusma, sino para saber quién puede haberlos asesinado.

Una nena, eso cambiaba las cosas. Magdalena Pasó el resto de su embarazo en casa, Luis le acercaba todo lo que necesitaba, no la dejaba hacer nada, ni siquiera lavar los platos.
-Yo lo hago mi amor, deja mi vida, no corazón yo me encargo.
La mayoría de las veces lo tomaba bien, pero otras la agotaba estar sin hacer nada, se sentía  una inútil, se lo aguanto por la recompensa que tendría.
Cuando nació, y escucharon sus primeros llantos, no lo podían creer, y menos cuando se la pusieron en su regazo, después, al darle de mamar por primera vez, también al bañarla, cambiarla, todo lo hacían lenta y suavemente, como si Daniela se les fuera a romper en pedazos.

Virginia se pasaba todo el día en la habitación de Sebastián, oliendo su ropa, durmiendo en su cama, mirando todo lo que tuviera que ver con él, sus fotos, las imágenes que había registrado en su cámara, etc. Hasta había terminado comiendo allí.
Vicente, la ignoraba, se pasaba el día con la policía, o con sus asesores.
-¿Qué mierda estás diciendo, que es mejor que no se encuentre al culpable?
-No, que lo encuentres, pero que no lo digas, vos podes hacer que lo pague de otra forma, o pensabas dejarlo tener un juicio, para que lo largaran a los pocos años.
-No.
-No lo pensabas matar...
-Bueno, dependiendo quién sea, te conviene hacer público la identidad del mismo, o no hacerlo, una cosa es que lo matara un reventado de esos que le vendían a tu hijo, y otra que lo hiciera una de las chicas estas con las que estaba en el barco, o el otro chico, o alguno que tu hijo jodiera, acordate que tu hijo era...
-Cerrá la boca.
-Está bien, vos sabes cómo era, y lo que te conviene. Por ahora, seguí exigiendo justicia, hasta que encuentren al culpable.

sábado, 19 de mayo de 2012

Testigos Ausentes/4)

"Hay que poner palabras que no tengan que ver con uno. Si vivís hablando de lo que tenés, todos van a creer que esa va a ser tu clave, porque es la clave de tu vida, pero nadie va a creer que pongas una clave con algo que no tenés, o que te frustra u odias, que sé yo. Eso es lo que pienso, tarada, ¿Qué te causa gracia?".
Andrea recordó la charla entre Luciana y Daniela al pasar por la habitación sin que ellas se dieran cuenta.
¿Quién pudo ser? plata, no, pero Luciana no odiaba la plata...
Se le vino la palabra y la escribió, tenía que ser esa.
-Andrea hija, vamos.
-Sí.
El velorio, su ropa y todo lo que la rodeaba estaba impregnado de muerte. Sintió asco por la emoción que la embargara unos minutos antes, ya que lo que estaba por descubrir era si su hermana se había suicidado, o la habían asesinado.

Cuando volvieron a la casa, poco recordaba del velorio ya que se había tomado un calmante, y tanto a la gente, como lo que estas le habían dicho.
Después del mismo volvió a la computadora, y entró en el Facebook de Luciana, buscó en mensajes.
Luciana
Estoy cansada de mi vida, ojala en la universidad cambien las cosas.
Daniela
Vas a ver que sí. Paciencia, Lu, falta poco. 
Luciana
Estoy contando los días. Ya quiero sacarme de encima a Andrea. Se la pasa detrás mío, insoportable. 
Daniela
Como no tiene vida, te jode la tuya. Mis padres son iguales, qué gente de mierda.
Dejó de leer, aunque ya sabía lo que su hermana pensaba de ella, porque, muchas veces cuando peleaban le había dicho cosas parecidas, leerlo, le resultó mucho más hiriente.

 
El velorio de  Sebastián, fue más dedicado a Vicente que al mismo Sebastián, aunque había por toda la sala del velatorio fotos de él, sonriendo en todas ellas.
Virginia apenas podía reconocer a su hijo en ellas, ninguna representaban al Sebastián real. 
La gente los saludaba, y trataba de parecer conmovida, pero, por lo que estaban ahí, no era por ese chico que la mayoría no conocía, sino por Vicente, el diputado, y después intendente de ese pueblo, después nuevamente diputado, y ahora se decía que sería candidato a gobernador.
Vicente saludaba, y se mostraba compungido con la perdida. Virginia hubiera querido insultarlo, escupirlo, decirle que el único culpable de que Sebastián estuviera muerto era él, pero se contuvo

¿Cuántos abortos había sufrido? tres eso nunca lo olvidaría, encima uno con más tiempo que el otro, el último ya estaba casi formado, y lo perdió, había pasado semanas en cama pensado en suicidarse. Estaba seca, todo lo que plantaba en ella moría, por más que se cuidara, que hiciera todo lo que le decía el medico, morían en su vientre. Magdalena se odiaba tanto que Luis un día la encontró con un cuchillo sobre su abdomen, si no se lo arrancaba, se lo hubiera clavado.
No recordaba el tiempo que había estado bajo tratamiento con un psiquiatra, medicada, por lo menos un año. Hasta que decidió seguir viviendo, no tanto por ella  sino por Luis, él sería como su hijo, al que cuidaría y protegería, como Luis lo había hecho con ella. Pasado unos meses de eso, sin esperarlo en lo más mínimo, quedó embarazada.
Pasó esos meses bajo un miedo absoluto de perderlo, cuando por fin llegó a la sala de partos y luego de varios pujidos oyó el llanto y le dijeron que era una niña, se alegró muchísimo, los demás habían sido varones, y no sabia por qué el que fuera una niña le daba tranquilidad.

Gabriel empapeló las paredes de la casa con reportes del hecho, fotos del lugar del crimen ya que eso era para él, un crimen. 
Leía y releía tratando de encontrar un por qué.
-Ya te vas a obsesionar con esto, sin siquiera llorarlo.
-Vos cállate, ¿qué mierda sabes lo que estoy sintiendo? era mucho más hijo mío que tuyo.
-Yo seré una mierda, pero a vos no te importa un carajo tu hermano.
Miró a su padre enfurecido.
-Cerrá la boca, sorete, vos no tenés una idea lo que era Diego para mí. ¿Qué vas a saber? si no querés a nadie.
-Por favor, lo usaste, como usas a todos para tus mierdas, tenés tanto miedo a ser un fracasado como yo, que no te importó usar a tu hermano. Ahora está muerto por tu culpa.
-Lo que pueda decirme una mierda como vos me importa un carajo. No tenés derecho a reprocharme nada, ni a llorarlo. 
Su padre se fue. Gabriel volvió a su relectura. 







sábado, 12 de mayo de 2012

Testigos Ausentes /3)

No puede ser, mi hija no se pudo haber suicidado.
Casi gritó Magdalena.
El comisario la miró.
—No sabemos señora si fue un suicidio, nadie está diciendo eso.
—¿Entonces los asesinaron?
Dijo Gabriel.
—Tampoco, no se apuren a sacar conclusiones, nosotros nos ocuparemos de determinar la causa.
—Por favor, si ustedes nunca descubren nada.
Después de decir esto, Vicente se levantó, Virginia mecánicamente hizo lo mismo.

"Las personas se aferran a la vida, cuando a lo que se deberían de aferrar es a la muerte".
Nunca se había olvidado de esa frase.
"¿Habrá sido Luciana?".
Andrea se llevó la mano a la boca, como si sus labios hubieran pronunciado alguna palabra, estaba sola en la casa, tenía que prepararse para el velorio, y no podía sacarse esa idea de la cabeza.
"No, mi hermana, no".
"Qué mierda estoy pensando, por favor. ¿Cómo se me puede pasar por la cabeza? Lucia sabia como te destruye la muerte de un ser querido, nunca hubiera sido capaz de provocar...algo así".
"Te lo hizo a vos".
Fue como si alguien se lo dijera, si se había suicidado, sí, pero no, Luciana no era una asesina, ni una suicida, trataba de afirmarse en esa idea, aunque no terminaba de creerla.

Gabriel veía las hojas, y la computadora portátil con la que andaba todo el día desde hacia un año, esa había sido su vida, desde antes también, siempre tecleando, o investigando, en un primer impulso pensó en romper tanto las hojas como la portátil, pero no, ahí estaban las pruebas, o tal vez solo la mínima posibilidad de encontrar la causa del asesinato de su hermano.
"Qué bien lo hizo ese hijo de puta, hasta parecía sufrir. Él los mato, lo sé, y es mi culpa".

Luis entró a la habitación de su hija, y miró todos los objetos que ella nunca más tocaría, vería, ni nada. Todos eran inútiles ahora, solo recuerdos, sería lo único que tendría de ahora en más.
—¿Por qué no dijiste nada cuando metieron la palabra suicidio?
—Porque no sé que mierda paso ahí.
—Yo sé que mi hija no se suicido.
—Vos no sabes una mierda, igual que yo. No sabemos qué pensaba Daniela, qué quería, hace cuánto no hablabas con ella, de verdad, no las pelotudeces que hablamos siempre, sino lo que realmente pensaba.
—Era mi hija,. hubiera sabido lo que le pasaba.
—Ni vos, ni yo sabíamos nada de ella.

"¿Y si había sido un atentado?" No, descartó Vicente, y se dijo que ya se estaba haciendo una novela en su mente. O no, nada tenía sentido, a no ser que su hijo se hubiera suicidado, o que alguno de los otros, había casos de asesinatos seguidos de suicido. 
No entendía nada, y no sabia si realmente quería entender.
Virginia estaba cerca de él, el dolor y la incertidumbre de Vicente, no le provocaban nada, como a él mp le importaba lo que pudiera estar sintiendo ella.
Su matrimonio era tan absurdo como la muerte de su hijo.



 

sábado, 5 de mayo de 2012

Testigos Ausentes/2)

Andrea había salido, odiaba estar sola en la casa, aunque sabía que eso era lo que le esperaba, ya que su hermana se iría a estudiar, y, como le había dicho antes de irse en yate con sus amigos, no tenía ninguna intención de volver. Por eso, cuando salió, se quedó un buen rato en la plaza. No llevaba el celular, quería aprender a estar sola y a hacer que la situación fuera lo más llevadera posible.

De regreso a casa, la gente la empezó a mirar y a cuchichear entre sí, pero ella no entendía nada. A medida que se acercaba, empezó a sentirse inquieta. "¿Por qué mierda me miran?", se preguntó. "Algo pasó". Intentó no acelerar el paso y lo logró con esfuerzo. Sin embargo, cuando vio una patrulla en su casa, corrió hacia ella.

—¿Qué pasa? 

—¿Andrea Martínez? 

—Sí, hablen, ¿qué pasó?

Andrea cerró la puerta, les indicó que se sentaran, los policías permanecieron de pie.

—Lo siento mucho, pero su hermana Luciana murió. 

—¿Qué? No, no puede ser.

Más que sentarse, se dejó caer en el sillón. No sabía qué hacer, no podía entender nada. "¿Cómo?", "¿por qué?". Quería hablar, pero no podía. Finalmente, soltó un grito.

Gabriel estaba seguro de que Vicente había asesinado a Diego. "Lo va a pagar", se dijo.

—Estoy firmando para que abran a Daniela, mi hija. Para que la corten y la revisen. Ese cuerpo que se formó dentro de mí no puede estar ahí sin vida.
Susurró Magdalena. Luis estaba a su lado, pero no se tocaban. No podían consolarse y sentían rechazo hacia el otro. Ambos se quedaron inertes después de firmar.

—Sebastián está muerto.

Ella había sentido las ambulancias enseguida, así que Vicente los había llamado antes que a ella. Y no era porque creyera que Sebastián estuviera con vida, sino porque a ella no le importaba. El único que la había querido alguna vez era Sebastián, y estaba muerto. Se quedó en el muelle, del que no se había movido desde que su marido saliera. Hubiera querido ir para allá, pero Vicente la habría abofeteado. Además, los de la ambulancia se acercaban. Volvió a la casa antes de que llegaran y se tomó un tranquilizante.

El salón era blanco e impersonal, eso habría dicho Andrea, pero ahora apenas si notaba cómo era o la impresión que daba a quien entraba por primera vez.

Gabriel no dejaba de mirar a Vicente, aunque este aparentemente apenas se había percatado de él. Vicente estaba pendiente de su mujer, quien, bajo los efectos del tranquilizante, no dejaba de mirarse las manos, sin esmalte, sin anillos, ni pulseras. Magdalena y Luis seguían como inertes, juntos aunque absolutamente separados en su interior.

Esperaron todos juntos y en silencio, hasta que apareció el comisario junto con el médico forense. Antes de que cualquiera de ellos hablara, el comisario dijo:

—Se determinó que la causa del deceso de los cuatro fue por intoxicación debido a la ingesta de ricina.