Me desperté temprano. Fue extraño y hermoso a la vez abrir los ojos y encontrarme con él. La misma sensación me produjo el estar desnuda; creo que ni en los primeros años de casada me dormía sin ponerme nada.
Pero, apenas me desperecé, me puse a pensar que no era una pendeja como para que me viera desnuda de día, que me iba a ver flácida, más al lado de él con el cuerpo trabajado que tiene, las celulitis —pocas, pero tengo—, las estrías. Me puse un batón y busqué, tratando de no hacer ruido, mi ropa porque no me iba a poner el vestido de anoche. Igual no me podía poner cualquier cosa, pero tampoco arreglarme mucho porque se iba a dar cuenta de que era una insegura o una vieja patética que quería esconder la edad.
Removí entre la ropa doblada. Todavía no me había lavado la cara y no encontraba nada, ni siquiera sabía qué estaba buscando, ¡qué mierda me quería poner! Hasta que encontré otro vestido, más común, obvio. Me lo iba a poner, pero me acordé de que no tenía ropa interior. Si yo andaba revolviendo todo con ese batón y nada abajo... Y ahí me dije: si fuera una chica o una mujer de su edad, ¡qué distinto sería todo! ¿Qué me iba a andar acomplejando o tratando de esconder mi cuerpo? Al contrario, lo iba a andar mostrando y lo hubiera despertado para que hiciéramos el amor. Pero no tenía su edad, podía ser su madre, y la flacidez, la celulitis y las estrías estaban ahí.
Así que dejé de lamentarme. Busqué dónde tengo la ropa interior, me puse lo mejor que encontré, que no estuviera descosido o flojo el elástico, sobre todo del corpiño. Fui al baño, me miré en el espejo, me eché agua sobre la cara, me vestí y quería volver a la pieza a maquillarme, pero se me iba a notar y la verdad iba a ser muy patético para él despertarse y encontrarse con una mujer maquillada. Pero igual un poquito de base me puse.
Empecé a preparar el desayuno. Era raro hacerlo para dos, ya que por el trabajo siempre me levanté temprano y a Alejandro le gustaba levantarse tarde. Así que, después de años de desayunar sola, ese día iba a desayunar con alguien. Igual no le podía dar para desayunar lo mío, ya que esto eran cosas dietéticas: queso crema, mermelada, todo diet, con pan integral. Eso sí, azúcar tenía y café.
Y después me dije: "¿Qué carajo estoy haciendo? ¿Voy a ser de esas viejas patéticas que se ponen a atender al tipo porque es más joven?". Y después, ¿qué le voy a decir?: "Venite a vivir acá, mi amor, no trabajes en ese lugar, vos te merecés algo mejor, quedate conmigo". No. Decidí prepararle el café y nada más.
Cuando ya casi estaba el agua, lo vi que venía. A pesar de llevar la ropa de ayer y de estar recién levantado, se veía hermoso. Bueno, a esa edad y con lo lindo que es, no se podía ver de otra forma.
—Voy a comprar unas facturas. —Bueno, dale.
Bajé el fuego de la cocina y esperé.
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