sábado, 25 de febrero de 2012

Expresiones de mi vida /17) Sentimientos contrapuestos.

Durante todo el viaje pensé en cómo iba a encontrarlo, y si lo encontraba muy desmejorado, qué cara poner. Estaba segura de que iba a ser tan odioso verme con cara de que no pasa nada, como verme con cara de tragedia, así que mejor ponía la cara que me saliera en ese momento.

Entrar a la clínica que le había pagado mi hermana era extraño: todo tan blanco, tan limpio. La gente, exceptuando los familiares de los enfermos obviamente, el resto se veían sonrientes. Claro, un buen sueldo, pocas horas de trabajo y en un lugar hermoso.

Mi hermana vino a recibirme, y algo no me gustó en ella. Escribir esto es un poco miserable, pero es lo que siento: no puede estar tan arreglada. Ya sé que ella se viste así y que parece que lo dijera por envidia; además, que se vistiera de otra forma no iba a cambiar el hecho de que papá se estaba muriendo. Pero no sé, a mí me jodió verla así, con esa ropa. En fin, yo también me puse a ver eso en vez de preguntarle por papá.

—Los médicos dicen que le quedará un día como mucho; si no lo mata la porquería que tiene, lo matan los calmantes. —Ojalá lo maten los calmantes, por lo menos va a morir tranquilo. —Sí, mamá está insoportable. —¿Y cuándo no? —Bueno, está peor. —¿Querés que le diga algo? —No, dejá, no nos vamos a andar peleando ahora. —Como quieras. ¿Puedo pasar a verlo? —Sí, es por acá.

Ahí estaba papá, entubado, con todos esos cables y ese pitido inaguantable que regula el ritmo cardíaco. No sé para qué, si ya sabían que se iba a morir de un momento a otro. ¿Para qué le dejaban esa porquería ruidosa? Por lo menos que se fuera sin que tuviera que escucharla, y nosotros tampoco. Me parece tan patético escuchar esa cosa cuando alguien muere, más cuando no hay ninguna posibilidad de que sobreviva.

Bueno, siempre se cree, por las películas, las novelas, los libros, que se va a escuchar una última palabra, algo que nos deje tranquilos. Papá no se despertó y murió a la madrugada, cuando ya estábamos mi hermana, mi madre y yo entre dormidas. Nos despertó el ruido de la cosa esa que monitorea el corazón. Se veía demacrado y absurdo con todos esos cables inútiles. Las enfermeras se los sacaron. El doctor declaró la hora de su muerte: 3:01. Mi hermana se fue a hacer los trámites administrativos, mi madre al baño, y yo me quedé ahí, viendo a mi padre. No me atreví a darle un beso. Me pasé la mano derecha por los labios y después por su cara, esa cara demacrada como ninguna, arrugada y a la vez suave por la vejez. Pensé en lo firme que esta era cuando yo lo tocaba con mi mano y no alcanzaba a cubrirle la mejilla con ella, y él me levantaba y me decía que iba a volar y yo creía que me subía tan alto, y me reía y gritaba, y mamá le decía que me bajara, que me le iba a caer. Pero no, él me sostenía y yo me sentía una mariposa.

sábado, 18 de febrero de 2012

Expresiones de mi vida /16) Extraño despertar.

Lo que es el amor... Las cosas que he escrito últimamente solo tienen que ver con lo que siento por él, además de que lo he hecho cuando él está dormido o se va a trabajar. Hace tres días que nos acostamos por primera vez, y bueno, no ha sido la última, obviamente.

Me cuesta describir lo que siento por él, capaz porque nunca lo sentí por otra persona, pero bueno, quiero estar con él todo el tiempo. Tengo necesidad de él, pero trato de no decírselo. No quiero que me vea como una vieja absorbente, ni tampoco que me vea como su madre. Quiero que me vea como lo que soy: su mujer. A veces no me lo creo: yo, a mi edad, la mujer de un muchacho que podría ser mi hijo. Ya sé que no lo es, pero eso es lo que pasa una y otra vez por mi cabeza.

Me vivo diciendo: "¿Te das cuenta de la edad que tiene y de cómo se ve?". Porque si fuera más o menos o feo, está bien, por inseguro o por lo que sea, se entendería. Pero él es hermoso, y está mal pensarlo, pero es pobre, y yo no es que tenga plata ni mucho menos, ojalá la tuviera, pero mejor que él, económicamente hablando, estoy. Pero bueno, esto quiero vivirlo, me gusta, y ¿quién me quita todos los momentos que pasé con él?

Las mujeres siempre entregamos más en el amor y en la vida también.

No es lo único que me ha pasado, ¿eh? Sino de lo único que quiero hacerlo. Pero no, porque esto es una especie de análisis que me hago a mí misma, y ¿cómo puedo poner solo lo que me gusta o me hace sentir bien?

Papá está mal, lo van a internar, y me parece que no va a salir con vida. Esto me genera tantas cosas. Aunque sé que está en sus últimos días, y lo sabía desde que lo fui a ver, me cuesta demasiado aceptarlo, y me siento miserable por esta felicidad que tengo. Pero sé que la misma es la que me va a ayudar a superarlo. Dentro de un rato tengo que salir para verlo y ya me embarga la impotencia.

sábado, 11 de febrero de 2012

Expresiones de mi vida /15) Encuentro intimo.

Me desperté temprano. Fue extraño y hermoso a la vez abrir los ojos y encontrarme con él. La misma sensación me produjo el estar desnuda; creo que ni en los primeros años de casada me dormía sin ponerme nada.

Pero, apenas me desperecé, me puse a pensar que no era una pendeja como para que me viera desnuda de día, que me iba a ver flácida, más al lado de él con el cuerpo trabajado que tiene, las celulitis —pocas, pero tengo—, las estrías. Me puse un batón y busqué, tratando de no hacer ruido, mi ropa porque no me iba a poner el vestido de anoche. Igual no me podía poner cualquier cosa, pero tampoco arreglarme mucho porque se iba a dar cuenta de que era una insegura o una vieja patética que quería esconder la edad.

Removí entre la ropa doblada. Todavía no me había lavado la cara y no encontraba nada, ni siquiera sabía qué estaba buscando, ¡qué mierda me quería poner! Hasta que encontré otro vestido, más común, obvio. Me lo iba a poner, pero me acordé de que no tenía ropa interior. Si yo andaba revolviendo todo con ese batón y nada abajo... Y ahí me dije: si fuera una chica o una mujer de su edad, ¡qué distinto sería todo! ¿Qué me iba a andar acomplejando o tratando de esconder mi cuerpo? Al contrario, lo iba a andar mostrando y lo hubiera despertado para que hiciéramos el amor. Pero no tenía su edad, podía ser su madre, y la flacidez, la celulitis y las estrías estaban ahí.

Así que dejé de lamentarme. Busqué dónde tengo la ropa interior, me puse lo mejor que encontré, que no estuviera descosido o flojo el elástico, sobre todo del corpiño. Fui al baño, me miré en el espejo, me eché agua sobre la cara, me vestí y quería volver a la pieza a maquillarme, pero se me iba a notar y la verdad iba a ser muy patético para él despertarse y encontrarse con una mujer maquillada. Pero igual un poquito de base me puse.

Empecé a preparar el desayuno. Era raro hacerlo para dos, ya que por el trabajo siempre me levanté temprano y a Alejandro le gustaba levantarse tarde. Así que, después de años de desayunar sola, ese día iba a desayunar con alguien. Igual no le podía dar para desayunar lo mío, ya que esto eran cosas dietéticas: queso crema, mermelada, todo diet, con pan integral. Eso sí, azúcar tenía y café.

Y después me dije: "¿Qué carajo estoy haciendo? ¿Voy a ser de esas viejas patéticas que se ponen a atender al tipo porque es más joven?". Y después, ¿qué le voy a decir?: "Venite a vivir acá, mi amor, no trabajes en ese lugar, vos te merecés algo mejor, quedate conmigo". No. Decidí prepararle el café y nada más.

Cuando ya casi estaba el agua, lo vi que venía. A pesar de llevar la ropa de ayer y de estar recién levantado, se veía hermoso. Bueno, a esa edad y con lo lindo que es, no se podía ver de otra forma.

—Voy a comprar unas facturas. —Bueno, dale.

Bajé el fuego de la cocina y esperé.




sábado, 4 de febrero de 2012

Expresiones de mi vida /14) Las ansias de la previa.

Nos sentamos, saqué la tarta, la corté y la serví.

—Está muy rica. —Gracias. Modestia aparte, es una de las comidas que mejor me salen.

Tendría que haber dicho que es una de las pocas medio elaboradas que me salen bien, pero ¿para qué andar contando las fallas en ese momento?

—Si te salen tan ricas, espero poder probar otra. —¿Querés otro pedazo? —Te agradezco, pero antes de venir me tomé una pastilla de esas medio repugnantes y me quitó el hambre.

Cuando me dijo eso, tenía ganas de gritar de alegría. Había estado ansioso, tanto o más que yo. La pastilla era la mejor palabra que hubiera podido escuchar: no quería tener mal aliento, tampoco quería comer mucho por las mismas razones que yo, y para concluir, estaba nervioso. Esas cosas solo podían significar que sentía lo mismo que yo.

Bueno, la cuestión es que, mientras estaba pensando o, mejor dicho, soñando con estas cosas, se me cayó una de las copas. Él la juntó con una rapidez, pero a la vez un cuidado increíble. Yo, cuando tengo que juntar vidrios y logro no cortarme, casi festejo.

—Ojalá no fuera muy cara. —No te preocupes, sos increíble. Yo ya me hubiera cortado.

Iba a decir que estaría insoportable o puteando a todo el mundo, pero de vuelta tomé la buena decisión de quedarme callada. Tiró los restos de vidrio, y yo serví el postre: dos flanes pequeños que se acaban en dos cucharadas. Después el café, y nos quedamos mirando. Era temprano todavía y había hablado poco, pero el tiempo se pasaba más rápido, y el silencio entre los dos no era incómodo. Al contrario, por lo menos yo lo hacía para ver cómo reaccionaba él, y sobre todo observar sus miradas y sus gestos, que me parecían los más dulces que alguien podía tener.

Cuando terminamos el café, los dos nos quedamos quietos por un momento. Él se acercó a mí y yo me acerqué a él también para que viera que sí, que quería. Nos besamos, y lo llevé de la mano a la habitación.

Qué lindo fue eso, y raro, porque hacía muchísimo que yo no estaba con un hombre, y ni hablar con un hombre como él. Ni mi marido, que no era feo y que no tenía mal cuerpo, se veía y sobre todo se sentía como él: un cuerpo hermoso, y además la forma en que me tocó, me acarició, me besó. Yo trataba de hacer lo mismo, y de verme y sentirme tranquila, darme cuenta de que no estaba dando una prueba y que, si lo estaba haciendo, esta no consistía en recordar lo estudiado sino en hacer lo que sentía, y tocar y sobre todo disfrutar. Le besé los ojos, la boca, la espalda, el pecho y los brazos, y él a mí. Me había olvidado del cosquilleo que se sentía cuando alguien te besa en partes del cuerpo que solo están acostumbradas al roce mecánico que una se da pasando las cremas o el jabón, y esas partes se sienten renacer, o por lo menos yo sentí eso. Fue hermoso sentir eso: sus caricias, su cuerpo, su calor, su transpiración, su mentón sobre mi hombro.