sábado, 7 de julio de 2018

Encrucijadas de la vida /45)

No sé qué ropa le gustaba ponerse, seguro ninguna que yo pudiera elegir.
Qué mierda agarro, estos trapos horribles, llenos de colorinches, ropa de puta.
Nunca le dije nada, no quería ser severo, tal vez si lo hubiese sido, terminaba peor, ja, peor, pelotudo que soy, como podía terminar peor que esto.
Sofí, chiquita, siempre fuiste débil, frágil, no pude protegerte, cuidarte, ver  como podías ser más fuerte, ayudarte a sacar de adentro tu fuerza, involucrarte en algo bueno, en algo que te hiciera sentir bien, realizada, útil, y no toda la mierda en la que te metiste.
Hija, nunca entendí tu vida, nunca te entendí, nunca pudiste ser lo que me habría gustado que fueras, ni siquiera ahora, pero no quiero que te pongas estos trapos, quiero que te veas como me habría gustado que fueras, una chica dulce, profesional, buena persona.
Dejó de revisar la valija llena de la ropa que había metido luego de que la policía le autorizara a sacarla, y buscó entre los cajones, recordaba haberle regalado una blusa blanca y un pantalón, Sofía al abrir la bolsa, se había reído.
-Papa, de verdad te crees que voy a usar esto, querés que ande disfrazada, déjate de joder, encima la compraste en esa tienda horrible, ni siquiera puedo cambiarla por otra.
No me importa, ya no estás, hija, por lo menos dame un gusto, después de muerta, lo que nunca pudiste hacer en vida.
Después fue a la habitación Laura, sacó un labial de color rojo, un esmalte de lo que le pareció la misma tonalidad, y unos zapatos que sabía que Laura no usaba porque le le hacían doler los pies, también agarró las primeras medías de nailon que encontró en uno de los cajones, embolsó todo y se fue hasta la funeraria. 
Al ver su cuerpo vestido con la ropa que le regalara, la imaginó feliz, que fuera una profesional.
Vio en su mente charlas con ella, su mirada de admiración, de orgullo, de satisfacción por los logros imaginarios, por sus títulos, por sus vivencias, por su vocabulario y sus modos elegantes, por su perfume caro, por verla plena.
Después visualizó el cajón, la sala, la gente.
Sintió ganas de gritar, de llorar, de putear, pero solo se sentó al lado de Laura, esperando el pésame de familiares y conocidos.  


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