sábado, 27 de mayo de 2017

Paraíso Accesible /5)

-Hola.
-Hola, un gusto.
Le dijo Natalia, y luego le dio un beso en la mejilla derecha, el cuál Martín correspondió con otro en la suya.
-El gusto es mío, lindo Chile, muy limpio.
-Gracias, pues si, la verdad que la gente ha aprendido a cuidar el poco territorio que tenemos, porque si lo empezamos a llenar de basura, luego nos vamos a tener que subir a la montaña para que no nos tape, cachái.
-Claro, che, ese cachái lo escucho todo el tiempo.
Ah si, acá acostumbrarte, porque cada 2 palabras sale, cachái.
Ambos se sonrieron.
Le gustaba, se sentía cómodo a a su lado, como cada vez que hablaban vía online, incluso ahora al tenerla físicamente a su lado, quería besarla, se sentía atraído por ella.
Ni loco le digo nada, sería ser hijo de puta, ella es de acá, y yo de allá, punto, al pedo pensar en algo más.
-¿Qué es lo que más te gusta de Santiago?
-La contaminación, obvio, jaja qué preguntas haces, Martín, qué te pasa, no estás hablando con un guía, pero si quieres te lo hago de favor, cuéntame de vos, webón.
-No tengo qué contarte, si ya hablamos ayer, che, te digo lo de la ciduad, así vanos a ver.
-Ah bueno, pero ya tengo un plan trazado, como buena chilena, beh,. bien creída, ya parezco argentina en eso, jajaja
-No seas boluda.
-No lo seas vos, webón, soy Natalia, háblame como si me conocieras, jajaja
-Che, dame chance, estoy nervioso.
-Ay no seas webón, si nomás me falta verte en pelotas, ya somos como de la familia.
-La verdad...
-A vos te pasa algo, estás raro, medio callado, cuando tengo que andarte pidiendo que me dejes decir algo, hoy estás como mudo.
¿La montaña te interrumpe la conexión qué?
-Si te lo digo, te vas a enojar.
-Ay no seas webón, Martín, que soy más fea en persona, que te decepcione, que te aburrí, soltalo con confianza.
-Que te quiero.

Olga comenzó a cepillarse el pelo, le gustaba el color caramelo que había conseguido su peluquera, y también el olor de la crema para el cutis que acababa de comprar, mucho más barata que en Argentina.
Le gustaba que a los casi 80, su rostro todavía no se veía como un mapa.
Luego se echó el colirio, para mantener vivos sus ojos, y sobre todo para hidratar y luego colocarse las lentes de contacto, nunca había usado ni usaría anteojos, solo gafas de sol.
Buscó la otra crea que se había comprado, esta para sus manos, mientras observaba como su marido hacia la cuenta con los billetes chilenos y se reía de lo pequeños que eran estos, le costaba creerse que eso fuera plata.
Su marido, todavía se mantenía bien el hombre, conservaba el pelo, no había aumentado de peso, y sobre todo y más importante, mantenía la lucidez.
Igual eran ancianos, aunque ella prefería no pensar en ellos, ya los achaques estaban ahí, se presentaban cada tanto, o peor, regularmente, pero bueno, eran arboles viejos, pero todavía en pie, no estaban del todo secos, les salían algunas hojas todavía, y mientras hubiera brotes, había vida.



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