sábado, 29 de abril de 2017

La alargada sombra del molino /23)

El molino pasó a ser una filial de la más exitosa marca de harina del país, cambiaron sus colores, su insignia, incluso se hicieron reformas en el edificio, aunque se mantuvo su fachada.
Esteban miró con gracia el edificio, y se dio cuenta que como la mayoría de las cosas lo sobreviviría, que su vejez, sus achaques, no podían revocarse, pintarse y reforzar sus cimientos, que solo le quedaba resignarse, que en eso consistía la tragedia del ser humano, en luchar contra lo imposible e inevitables hasta resignarse.
Ese día se reuniría con su familia, en el fondo a pesar de todas las frustraciones, le daba más satisfacción que pena el haber tenido a Agustín y haber adoptado a Sofia y Ana, los quería a los 3, no por igual, porque consideraba que eso era un absurdo, cada persona era diferente y las relaciones que se entablaban con ellos, también, por lo que lo que le generaba uno de ellos, no se lo provocaba el otro.
Por Agustín sentía cariño, y ese vinculo de sangre que hacia que este le devolviera una especie de reflejo deformado de su persona, muchas veces había considerado que era el ejemplo perfecto de su fracaso como ser, un discapacitado, un niño grande, un adulto que nunca podría hacerse responsable de si mismo, un persona dependiente, pero también una persona inofensiva, afectuosa, compañera, y en cierta forma más genuina que lo que Catalina y él habían sido.
Sofia era al contrario la independiente, la triunfadora, la que más "merecía" u apellido, no había conocido a sus padres, y no tenia idea cuanto de ellos había heredado y cuanto había sido adquirido debido a la crianza, igual le frustraba que no pudiera ser feliz o por lo menos estar contenta consigo misma, en eso se parecía a él, era insegura, aunque los diferenciaba la forma de afrontar dicha inseguridad, él había preferido abortar sus ideas, proyectos, etc, y dedicarse al juego, mientras que Sofia eligió su ambición para paliar dicha inseguridad, a veces consiguiendo derrotar sus miedos y otras no.
Ana en el fondo era la más diferente a él, la menos cercana, ella había mamado mucho más de Catalina, y la había superado con creces, tanto como a él Sofia, Ana uso también sus complejos, sus miedos, para desde ahí hacerse a sí misma, confrontar todo lo que creí que nunca podía llegar a ser, y serlo, sin refugiarse en la amargura y el resentimiento, o la derrota, como él.
Por eso se alegraba de haber sido lo suficientemente bueno, como para que si él les pedía venir a comer y asar un día a su lado, estas lo hicieran, sin se runa imposición o deber moral, sino más bien una forma de honrar el vinculo familiar.
Ellas le hablaron de todo, Sofia la que menos habló, le contó que le habían ofrecido un trabajo de gerente en una empresa española que pensaba abrir un molino en el país, y remató con que no podía despegarse de la harina.
Ana les contó que su marca se expandía, había cierta soberbia en su voz, tal vez por saber que no debía naturalizar su éxito, ya que era consciente de que en cualquier momento su marca podía dejar de representar un valor, que los gustos cambiaban continuamente, por lo que era algo importante, y su soberbia tenia razón de ser.
Esteban y Agustín hablaron poco, nunca tenía casi nada que contar, ya que sus días consistían en casi repetir lo que habían hecho el anterior, una rutina cuyas novedades solo pasaban por alguna medicación que el doctor decidía cambiarle a alguno de los 2, o por la renuncia de alguna enfermera por irse a trabajar a un hospital o clínica y el consiguiente reemplazo por otra.
Antes de despedirse de ellas, las contempló y se sintió orgulloso de saber que cuando muriera, esas 2 mujeres a las que tanto admiraba, lo recordarían con amor, y que su hijo estaría protegido por ellas.



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