sábado, 10 de diciembre de 2016

La alargada sombra del molino /4)

Hacia días que no se veían, desde que había dado a luz, igual Catalina lo hizo llamar a Esteban con la enfermera.
-¿Por qué no lo internaste todavía?
-No lo pienso internar.
-Ah mira, te vas a hacer cargo del mongólico, nunca has hecho nada en tu vida, pero hora el deficiente te cambió la vida.
-Si, me la cambió, a vos también, pero yo quiero hacer algo por él, lo asumo como lo que es, mí hijo.
-Y qué te crees, que para él va a ser algo bueno criarse acá, por favor, la gente así tiene que estar internada.
-Cada quien lidia con los discapacitados como quiere o puede, yo voy a intentar criarlo, educarlo, hacerlo feliz.
-Por favor, deja esa cursilería espantosa, querés.
-Tómalo como quieras, y para no seguir en lo mismo, te digo que Agustín, porque así lo registre, se queda.
-Gracias por refregarme en la cara mi fracaso.
-En ningún momento pensé en vos al tomar la decisión, no me importa lo que te parezca o lo que quieras.
-Es mí hijo también.
-Y si pudieras lo tirarías a un pozo y lo sellarías con cemento, te conozco Catalina, pero bueno, vos hace lo que quieras, si querés pasarte el resto de tu vida acostada, pudriéndote, adelante, no soy yo quien lo va a impedir, si querés hacerte la victima y echarme la culpa de tu desgracia, también, no me importa.
Yo voy a tratar de ser un buen padre.
Esteban vendió el 30 % del molino a un empresario de Capital, y otro 10 % a uno rosarino, con ese dinero se dedicó a pagar los mejores especialistas para su hijo.
Estos trazaron un programa de estimulación, para que Agustín pudiera aprender a leer, escribir, y socializar en la medida de sus posibilidades.

Catalina salió de su encierro, le dolían todos los huesos de tanto estar acostada, y decidió levantarse, cambiarse, y no depender de una enfermera.
Luego de vestirse, se colocó unas grandes y muy negras gafas de sol, un pañuelo en la cabeza, tomó uno de los autos, y se fue haciendo chirriar las gomas en el asfalto, hasta Capital, allí se internó en un spa, luego fue a la peluquería, y por último de compras.
Al verse en uno de los grandes espejos del hall del hotel donde estaba registrada, toda maquillada, con ropa y zapatos nuevos, se dio cuent que era como una estatua, pero no le importó, tal vez eso sería el resto de su vida, una figura, una pose, algo duro, creado para dar una impresión, y nada más. 

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