sábado, 18 de octubre de 2014

Adiós a una vida /38)

Verse nuevamente con la persona con la que se compartió la vida durante tantos años.
Ahí estaban ambos uno frente al otro, en el despacho del abogado, firmando los últimos papeles de su divorcio, todo terminaba como había empezado, con sus firmas sobre un papel.
No sabían qué decirse, después de conocerse por más de 30 años, sentían que se habían dicho todo, que estaban cansados de referirse al otro, de compartir, sus dudas, miedos, alegrías, pero ese papel les terminaba de confirmar lo obvio.

3 meses después.

Escuchaba como Delia le contaba sobre Pablo, su nueva pareja, a quién había conocido hacia un mes, y ya se habían ido a vivir juntos.
Una sonrisa aparentemente amable, pero que en el fondo era absolutamente cruel, se dibujo en los labios de Mariana.
Si me hago de una pareja, lo único a lo que puedo aspirar, es a un mantenido, o a un pelotudo que quiere que le haga de madre, mientras por otro lado se coge a otra, mejor me quedó sola.
Si me gustaría sentirme querida y deseada, por un buen tipo, pero ya estoy grande para creer en los cuentos de hadas, en la vida solo se puede tener una infelicidad llevadera, el resto es fantasía.

Esa casa nunca sería suya, no solo porque todo estaba a nombre de Silvia, sino porque se sentía ajeno a ella, no había nada elegido por él, no dejaba ninguna huella en ella, era como vivir permanentemente en un hotel.
Y si ni siquiera dejo huella en ésta casa, menos en los que me rodean, ni siquiera las porquerías de mis hijos me recordarán, desagradecidos de mierda, tal vez la única que lo haga sea Mariana, para criticarme, ya que Silvia, se buscará alguien a quién servir, que es lo que verdaderamente le interesa.






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