sábado, 11 de octubre de 2014

Adiós a una vida /37)

El saber que no volvería a estar con Rafael, había sumido a Mariana en una relativa depresión, toda esa vitalidad que tuviera por unas cuantas semanas, desapareció de repente, y no tenia ganas de arreglarse, ni teñirse, ni de nada, le costaba hacer las cosas diarias, sentía que cualquier quehacer cotidiano, lavar un plato, encender la hornalla de la cocina, lavar el piso, la desesperaba.

Pasada una semana de preparara la comida, o comprarla hecha, de lavar los platos y demás, Román se sentó frente a ella.
-¿Qué mierda te pasa?
-Estoy cansad de todo.
-Entonces anda al siquiatra o a algún lado, porque así no podes seguir, ¿vos ves como está la casa?
-Ah claro, me olvidaba que soy la sirvienta.
-Mira, déjate de joder, acá las cosas las hacemos entre los dos.
-Por favor, qué mierda haces vos, yo soy la que siempre limpia, hago la comida, tiende las camas lava el piso, todo.
-Tu trabajo no es como el mío.
-Pero igual agota, querido, estoy harta de ser la sirvienta de esta casa.
-Otra vez con eso, déjate de joder Mariana, qué sabes muy bien qué no estás así por esto.
-Vos qué sabes, por qué estoy así.
-Lo estás porque te dejaste con el macho que tenias, te crees que soy pelotudo.
-Y qué me tenés que reclamar, o te crees que yo no me entere de la tuya.
-Me importa un carajo que cogieras con uno o con mil, lo que me jode, es que te eches a morir, cuando sabes que tenemos 2 hijos, que no tienen la culpa de nada, yo me las puedo arreglar solo, pero ellos no, y están preocupados por vos, me rompen las pelotas, y yo no sé qué mierda decirles, o querés que les salga con que mami está mal, porque se dejó con él macho?
-Sos un hijo de puta, quién te crees para hablarme así, no sos mejor que yo.
-Por lo menos soy ubicado, o me viste faltar al trabajo o andar queriéndome cortar las venas cuando termine con mi amante? no, me la aguante, y seguí adelante, vos empeza a hacerlo, porque ni los chicos, ni yo, estamos para aguantar tus depresiones de atorranta abandonada.
-Andate a la mierda.
Clavo sus uñas en las palmas de sus manos, las lagrimas corrieron por sus mejillas, y enseguida las barrió con sus manos.
No le voy a dar el gusto de verme acabada.
Volvió a su rutina diaria, con la relativa satisfacción de no saberse acabada, aunque si vencida.

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