Al llegar nos quedamos en un silencio que parecía acordado, viendo como se nublaba el vidrio por nuestra respiración, Augusto prendió el aire para desempañarlo, pero como poco y nada fue lo que este hizo, creo que lo nublo más.
Si hay una cosa que odio es el silencio, hasta cuando estoy sola, enseguida tengo que prender algo, o ponerme a cantar por más ridículo y mal que cante, es algo que me hace sentir bien.
Y ahí con Augusto no iba a ser yo la que empezara a hablar, y no podía bajarme y ponerme a cantar afuera como una loca, así que me puse a cantar ahí, trate de pensar lo más rápido que pude en canciones que nada tuvieran que ver con el amor, peor hay tan pocas, o por lo menos yo no me acordaba de ninguna, bueno tampoco de ninguna letra me acordaba, entonces me puse a tararear, no se cual.
Augusto dejo de mirar el vidrio, y me miro fijamente.
-Que haces.
-Tarareo no escuchas.
-Y que canción.
-No me acuerdo.
Tuve que contenerme por la gracia que me causaba esa conversación.
-Quien la cantaba.
-No se, solo me acuerdo de la melodía.
-Dale quien.
-De verdad , no me acuerdo.
El se puso a tararear conmigo.
-Mierda, yo he escuchaba esa canción, pero no me viene quién la cantaba, ni la letra, solo la melodía.
-Y esta otra la conoces.
Me puse a tararearla.
-Esa si, y vos esta.
Ambos nos pusimos a tararear, sin darnos cuenta empezamos a reírnos, a acercarnos, a olvidar el vidrio nublado.
-Nos conocimos por una melodía te acordas.
-Si.
-Te gustaba las mismas canciones que a mi.
-Tenemos muchos parecidos, y lo sabes.
Podría haberle contestado que también lo contrario, que teníamos muchas cosas que no nos parecíamos en nada, pero no.
Buscamos entre las radios, y había una que pasaba canciones viejas, y muchas de ellas eran las que nosotros habíamos tarareado, incluso esa con la que yo había empezado sin darme cuenta...
-Es esa.
-Si mi amor.
Ambos estábamos tan felices, nos besamos, y de apoco vimos como el cielo se transformaba en un celeste rosado, llegaron los de la aseguradora, arreglaron mecánicamente el auto, nos saludaron de la misma forma, y se fueron.
Cuando seguimos el cielo ya había pasado a un celeste blanquecino, y ya empezaba el amarillo y los primeros rayos del sol.
Siempre me gusto el amanecer, así como odio el ocaso, ya que aunque sea una obviedad lo que pensé, y ahora escribo, uno representa la vida, y el otro la muerte.
La panadería acababa de abrir, nos metimos en ella como si estuvieran a punto de cerrar, y pedimos unas facturas, y nos fuimos a la casa, tomamos un café y las mismas, después nos acostamos.
A pesar del sueño, y de que habíamos comido hacia nada, hicimos el amor, y fue la vez más dulce y hermosa.
Dormir a esa hora tiene algo contradictorio, por lo menos para mi, que siempre me levanto a más tardar a las nueve, y ese día me estaba recién durmiendo a las ocho.
Pero me sentí tan bien por hacerlo.
Si hay una cosa que odio es el silencio, hasta cuando estoy sola, enseguida tengo que prender algo, o ponerme a cantar por más ridículo y mal que cante, es algo que me hace sentir bien.
Y ahí con Augusto no iba a ser yo la que empezara a hablar, y no podía bajarme y ponerme a cantar afuera como una loca, así que me puse a cantar ahí, trate de pensar lo más rápido que pude en canciones que nada tuvieran que ver con el amor, peor hay tan pocas, o por lo menos yo no me acordaba de ninguna, bueno tampoco de ninguna letra me acordaba, entonces me puse a tararear, no se cual.
Augusto dejo de mirar el vidrio, y me miro fijamente.
-Que haces.
-Tarareo no escuchas.
-Y que canción.
-No me acuerdo.
Tuve que contenerme por la gracia que me causaba esa conversación.
-Quien la cantaba.
-No se, solo me acuerdo de la melodía.
-Dale quien.
-De verdad , no me acuerdo.
El se puso a tararear conmigo.
-Mierda, yo he escuchaba esa canción, pero no me viene quién la cantaba, ni la letra, solo la melodía.
-Y esta otra la conoces.
Me puse a tararearla.
-Esa si, y vos esta.
Ambos nos pusimos a tararear, sin darnos cuenta empezamos a reírnos, a acercarnos, a olvidar el vidrio nublado.
-Nos conocimos por una melodía te acordas.
-Si.
-Te gustaba las mismas canciones que a mi.
-Tenemos muchos parecidos, y lo sabes.
Podría haberle contestado que también lo contrario, que teníamos muchas cosas que no nos parecíamos en nada, pero no.
Buscamos entre las radios, y había una que pasaba canciones viejas, y muchas de ellas eran las que nosotros habíamos tarareado, incluso esa con la que yo había empezado sin darme cuenta...
-Es esa.
-Si mi amor.
Ambos estábamos tan felices, nos besamos, y de apoco vimos como el cielo se transformaba en un celeste rosado, llegaron los de la aseguradora, arreglaron mecánicamente el auto, nos saludaron de la misma forma, y se fueron.
Cuando seguimos el cielo ya había pasado a un celeste blanquecino, y ya empezaba el amarillo y los primeros rayos del sol.
Siempre me gusto el amanecer, así como odio el ocaso, ya que aunque sea una obviedad lo que pensé, y ahora escribo, uno representa la vida, y el otro la muerte.
La panadería acababa de abrir, nos metimos en ella como si estuvieran a punto de cerrar, y pedimos unas facturas, y nos fuimos a la casa, tomamos un café y las mismas, después nos acostamos.
A pesar del sueño, y de que habíamos comido hacia nada, hicimos el amor, y fue la vez más dulce y hermosa.
Dormir a esa hora tiene algo contradictorio, por lo menos para mi, que siempre me levanto a más tardar a las nueve, y ese día me estaba recién durmiendo a las ocho.
Pero me sentí tan bien por hacerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario