sábado, 7 de abril de 2012

Expresiones de mi vida /23) Tarareando hasta el amanecer.

Al llegar nos quedamos en un silencio que parecía acordado, viendo como se nublaba el vidrio por nuestra respiración, Augusto prendió el aire para desempañarlo, pero como poco y nada fue lo que este hizo, creo que lo nublo más.

Si hay una cosa que odio es el silencio, hasta cuando estoy sola, enseguida tengo que prender algo, o ponerme a cantar por más ridículo y mal que cante, es algo que me hace sentir bien.
Y ahí con Augusto no iba a ser yo la que empezara a hablar, y no podía bajarme y ponerme a cantar afuera como una loca, así que me puse a cantar ahí, trate de pensar lo más rápido que pude en canciones que nada tuvieran que ver con el amor, peor hay tan pocas, o por lo menos yo no me acordaba de ninguna, bueno tampoco de ninguna letra me acordaba, entonces me puse a tararear, no se cual.
Augusto dejo de mirar el vidrio, y me miro fijamente.
-Que haces.
-Tarareo no escuchas.
-Y que canción.
-No me acuerdo.
Tuve que contenerme por la gracia que me causaba esa conversación.
-Quien la cantaba.
-No se, solo me acuerdo de la melodía.
-Dale quien.
-De verdad , no me acuerdo.
El se puso a tararear conmigo.
-Mierda, yo he escuchaba esa canción, pero no me viene quién la cantaba, ni la letra, solo la melodía.
-Y esta otra la conoces.
Me puse a tararearla.
-Esa si, y vos esta.
Ambos nos pusimos a tararear, sin darnos cuenta empezamos a reírnos, a acercarnos, a olvidar el vidrio nublado.
-Nos conocimos por una melodía te acordas.
-Si.
-Te gustaba las mismas canciones que a mi.
-Tenemos muchos parecidos, y lo sabes.
Podría haberle contestado que también lo contrario, que teníamos muchas cosas que no nos parecíamos en nada, pero no.
Buscamos entre las radios, y había una que pasaba canciones viejas, y muchas de ellas eran las que nosotros habíamos tarareado, incluso esa con la que yo había empezado sin darme cuenta...
 -Es esa.
-Si mi amor.
Ambos estábamos tan felices, nos besamos, y de apoco vimos como el cielo se transformaba en un celeste rosado, llegaron los de la aseguradora, arreglaron mecánicamente el auto,  nos saludaron de la misma forma, y se fueron.
Cuando seguimos el cielo ya había pasado a un celeste blanquecino, y ya empezaba el amarillo y los primeros rayos del sol.
Siempre me gusto el amanecer, así como odio el ocaso, ya que aunque sea una obviedad lo que pensé, y ahora escribo, uno representa la vida, y el otro la muerte.
La panadería acababa de abrir, nos metimos en ella como si estuvieran a punto de cerrar, y pedimos unas facturas, y nos fuimos a la casa, tomamos un café y las mismas, después nos acostamos.
A pesar del sueño, y de que habíamos comido hacia nada, hicimos el amor, y fue la vez más dulce y hermosa.
Dormir a esa hora tiene algo contradictorio, por lo menos para mi, que siempre me levanto a más tardar a las nueve, y ese día me estaba recién durmiendo a las ocho.
Pero me sentí tan bien por hacerlo.

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