La soledad era algo que siempre había estado presente en la vida de Ariel, a veces lo embargaba una sensación de abandono, de angustia. Pero no era por los demás o casi nunca, cuando estaba con su padre, sí, era él. Sentía que Alberto le consumía la energía, que lo debilitaba, lo volvía pequeño. La aversión que sentía era algo que lo perseguía. Alguna vez lo había querido, y su padre a él, ese era el tema, la cuestión que nunca lograba responderse y que lo marcaba, era como una quemadura que le dejara una cicatriz que seguía molestando. Tenía que hablar con él, se sonrió frente a esa idea, tantas veces y tantas charlas, peleas, confrontaciones, sin llegar a ningún lado, pero se prometió que esa sería la última vez, después, resolvieran o no, probablemente no, daría por concluida las cosas, concluiría ese capítulo de su vida para siempre. No sabía si podría hacerlo, muchas veces se había prometido lo mismo y jamás cumplido. Pero no quería ser de esas personas que se pasan la vida atravesadas por el resentimiento. Así era su padre, y lo que había buscado era no parecerse a él aunque involuntariamente cada día estaba más parecido. El tomar la decisión de enfrentarlo hizo que inmediatamente le cambiara el humor, sintió una satisfacción repentina, algo en su interior le hacía pensar que esta vez lo conseguiría. Una sonrisa se dibujó en sus labios, se sacó las zapatillas, los pantalones y se acostó. No recordaba la última vez que se durmiera tan aliviado, o que lo hiciera de forma plena, sin despertarse varias veces, sin pesadillas, sin nada, solo sueño.
Se levantó, se bañó, se cambió, desayunó, por primera vez en mucho tiempo haciendo tostadas e incluso un huevo revuelto, una costumbre que tuvo durante un tiempo luego de unas vacaciones donde se hizo amigo de un estadounidense que lo hacía, y fue a la casa de su padre.
Ahí estaba sentado en el sillón viendo un canal de noticias, con la forma de su cara pareciendo una U dada vuelta. Le abrió la ayudante terapéutica, que le dijo que estaría en la cocina por si necesitaban algo.
Alberto apagó el televisor, Ariel no recordaba la última vez que habían hablado sin que el aparato estuviera encendido.
Agarró una silla y la puso enfrente de su padre, se sentó.
-Necesito que hablemos, pero en serio, no que nos tiremos mierda.
-Habla.
sábado, 19 de octubre de 2024
Los días/15)
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