sábado, 1 de junio de 2024

Los días /11)

Se caso esperanzada. Verónica estaba feliz, algo la hacía creer que en esa casa podría formar una familia, un hogar como el de sus padres. Ese era su sueño, tenía una visión idealizada de lo que había sido su familia, la cara y la mirada de su madre frente a su padre y viceversa. Sin gritos, sin insultos, y mucho menos golpes entre ellos. El primer tiempo las cosas fueron así, ambos se esforzaban por cumplir sus roles. A veces se aburría o sentía que estaba haciendo las cosas de forma mecánica, como si se tratara más de una representación que de su vida. Pero supuso que era hasta que se adaptara. Eran muchos cambios, casarse, mudarse, tener que ocuparse del nuevo hogar sola, era obvio que tenía que llevar un tiempo. Supuso que a Alberto le pasaba lo mismo, pero no sabía si él quería hablarlo. Después que regresaron de la luna de miel, hablaban menos, pero cada día que pasaba consideraba más necesario tener una charla, saber qué sentía él, si estaba bien, cómodo, feliz. 
Eligió un sábado para hablar de eso, ese día Alberto solo trabajaba medio día, lo mejor era hablarlo a la noche. 
Repasó en su mente la mejor forma de encarar la pregunta, sin que sonara o pareciera un reclamo o critica, sino lo que era: una duda genuina. Alberto la escuchó, con las pocas palabras que le dijo pareció coincidir con ella, se tomaron de la mano y sonrieron.
Las cosas por un tiempo mejoraron, ella quedó embarazada, a los pocos meses la cosa se empezó a complicar, necesitaba reposo, por lo que tanto la madre de Verónica como la de Alberto se turnaban para ayudarlos, iban a hacer las compras, pagaban los servicios, limpiaban la casa, lavaban la ropa, hacían la comida. Se sentía una inútil, y encima enferma, tenía nauseas y calambres continuamente. 
Alberto el primer tiempo fue comprensivo, cuando volvía del trabajo estaba pendiente de todo lo que necesitaba, se quedaba en la habitación con ella, le traía un té, sopa o lo que necesitara. Después de unas semanas cuando volvía del trabajo se quedaba mirando televisión, solo entraba a la pieza para dormir y si escuchaba que estaba con nauseas se daba vuelta para el otro lado. 
A las nauseas y calambres se sumaron los cambios de humor, estaba irritada y sensible, lloraba y gritaba por cualquier cosa.
Un día le dijo a Alberto que era como si no estuviera, que para eso mejor se fuera a la casa de los padres. Y el le contestó que sí, que eso debería hacer para no aguantarla. Los dos se sostuvieron la mirada, había mucha amargura y frustración en los ojos de ambos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario