sábado, 11 de septiembre de 2021

Aventura /8)

Creía que esta podía ser la indicada, Ernesto había estado con varias mujeres, tratando de transformar a cada una de ellas en su ideal, aunque todas y cada vez más rápido, se convertían en muecas grotescas de lo que él esperaba, casi en parodias.
Victoria era diferente, ella no era una mujer opaca, insulsa y quedada como todas las que se había buscado hasta entonces, a ella no la podría moldear, incluso después de la primera impresión, a la cuál siempre consideraba engañosa, al verla en repetidas ocasiones, su visión sobre ella se ratificaba, a Victoria tendría que seguirla y moldearse él a sus caprichos, no sabia lo que eso podía depararle, o sí lo aguantaría, pero quería intentarlo.
Cuando le hablo que quería salir con ella, Victoria, lo miro y le dijo: ok.
Al principio no hubo mucha compatibilidad, ella le resultaba agresiva, el estilo de tantas mujeres a las que él besaba, acariciaba y cogía como quería, mientras estas se deshacían en orgasmos en su mayoría fingidos. A él no le importaba que fueran fingidos, sino que ellas se vieran en la necesidad de demostrar que él las complacía, aunque no fuera así, era como un patrón cruel que disfruta del sumisión de sus empleados, y eso lo satisfacía mucho más, que si les hubiera causado verdadero placer.
Por esa falta de docilidad y sumisión por parte de Victoria, fue que Ernesto no consiguió una erección.
Victoria lo miró y sonrió.
-A ver, sentate apoya la almohada contra la espalda y cerra los ojos.
Victoria le practico sexo oral por varios minutos, hasta que consiguió que Ernesto tuviera una erección.
Siempre que tenían relaciones las iniciaba ella, que también siempre iba arriba, cabalgando sobre Ernesto.
Con ella, no sabia lo que era la rutina, todos los días decidía algo distinto, donde comer, a veces en restaurantes que le llevaban medio sueldo, otras en un puesto que vendía salchichas, otras en un McDonald. Muchas veces pagaba ella, le sobraba la plata, había compuesto varias canciones para diferentes grupos pop adolescentes, de esos que un multimedios se encargaban de fogonear, llenaban estadios y se separaban a los 2 o 3 años, Alberto al enterarse, le costó un montón creer que hablaba en serio, hasta que Victoria le mostró los manuscritos de esas canciones.
-Pero vos, no entiendo...
- ¿Qué no tienen que ver conmigo? lo sé, escribir esta mierda es algo terapéutico, me cago de risa con las cursilerías espantosas que compongo.
- ¿Hay algo que te preocupe en la vida?
-Qué pregunta pelotuda y solemne, pero te la voy a responder, sí, a la muerte. 
- ¿Le tenés miedo?
-Sí, pero quiero desafiarla algún día y lo voy a hacer. 
Ernesto, no supo qué decirle, sus desafíos a la vida eran calculados, nunca daba un paso sin medir sus consecuencias.
- ¿Y respeto?
-Para mí 2 tipos de respeto, el que no pasa de ser más que miedo camuflado y la admiración. Yo a la muerte le tengo un poco de los 2, y como siempre que he sentido miedo o admiración por algo, he decidido enfrentarlo, desafiarlo.
Ernesto después de escucharla tuvo la seguridad que Victoria nunca sería realmente suya.
Paradojicamente, estaba entrando en el mismo ciclo que entraban las que habían sido sus amantes, en el de comprender que él quería a Victoria, mucho más de lo que ella lo quería a él, era una sensación ambigua, por un lado la desagradable certeza de saber que ella sería quién terminará las cosas, que siempre aunque fuera indirectamente, lo manejaría, y por el otro, el conocer el amor, era algo inmenso, descomunal, de una intensidad absoluta, era consciente del dolor que eso podía e iba a generarle, pero lo aceptaba, ya que era lo más fuerte que había sentido por alguien, y eso lo hacia sentirse más vivo pero a la vez angustiado.

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