sábado, 28 de agosto de 2021

Aventura /6)

Constantemente tenia miedo, sentía que vivía en una burbuja y que en cualquier momento esta explotaría, no veía futuro a mí relación con Ernesto, no quería tener hijos con él, porque solo deseaba su atención para mí, tampoco hablarle de casamiento, para no quedar como una cursi, y sobre todo para que no me rechazará. 
Al cuarto mes empece a sentir que se iba alejando de mí, no es que fuera un hecho concreto, así de golpe, no, era algo sutil pero progresivo, lo noté en su mirada cansada, en sus suspiros, nunca le había interesado mucho lo que yo pudiera contarle, ni tampoco lo había disimulado lo suficiente como para que yo no me diera cuenta, por eso siempre me limitaba a escucharlo, eso sí le gustaba, como todo egoísta y narcisista, le encantaba hablar de él, de su trabajo, de sus cosas, siempre mandándose la parte, y yo ahí escuchándolo con veneración, pero después empezó cada vez a hablar menos, hasta que apenas se comunicaba conmigo lo imprescindible.
La incertidumbre en la que me sumí, no sabía qué hacer para retenerlo, temiendo que eso lo alejará más.
Por eso trataba de ser como un perro que le teme a su amo, ser complaciente pero a la vez inexistente todas las veces que él lo necesitará.
Hasta que llegó el día en que entré a casa y encontré una nota sobre la mesa, la agarre sabiendo lo que seguro diría.
Mariana:
Me voy, creo que nunca tuvimos mucho en común, lo nuestro no daba para más.
Adiós Ernesto.
Rompí la hoja en un montón de pedazos, mientras lloraba a moco tendido.
Lloré un montón, hasta que me agarró un dolor de cabeza insoportable de tanto llanto, me di una ducha, me tome una ibupirac y me acosté.

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