martes, 26 de julio de 2011

Los hilos de Enilse /11) El último en nacer.

Se acercaba nuevamente, seguramente para indicarle en que mesa sentarse, el vaso con gancia seguía intacto sobre su mano.
-Allá atrás ves, esa es nuestra mesa, vamos.
-No, hace más de 35 años que no nos vemos, bah, que no hablamos, yo sí te he visto, sos un hijo de mil putas, tenias a otra embarazada mientras salías conmigo, y que querés prometerme otras mil mentiras. ¿Qué me vas a prometer? no creo que un viaje en moto por toda América, no, esta vez, ya sé no me lo digas, ir a tomar mates a la laguna, y sí, para otra cosa no te da.
Le dejó el vaso en su mano y se fue del salón.
Faltaban más de tres horas para que el colectivo pasara a buscarlas por lo que tuvo que ir al bingo.
El ruido de los tragamonedas, y la gente en su mayoría abstraída en el juego le resulto menos patética que ella.
Salió del edificio buscando un refugio que encontró rápidamente en un discreto bar que había en la esquina.
Se sentó en la barra y pidió un café cargado, sin darse cuenta su codo chocó con el de un hombre que estaba a su lado.
-Perdone.
-Descuide. ¿Viene de una fiesta?
-Si, de una despedida.
-De solteras, porque las otras son difíciles.
-No, solo una despedid a secas.
-Yo hace seis meses que estoy en una despedida, mi mujer se murió.
-Lo siento.
-Perdone, yo no sé por qué mierda me pongo a lanzar mis desgracias a desconocidos.
-No se preocupe, tal vez por eso lo hace porque no me conoce.
-Le puedo mostrar una foto de mi mujer.
Estela asintió y el hombre rápidamente sacó la foto de la billetera, era una foto pequeña que lo mostraba a el más joven junto a una mujer rubia de gran sonrisa, la forma en que el hombre miraba la fotografía y la forma en que se veía esa pareja, la hizo sentir envidia de ese amor que ella imaginaba e idealizaba puro, sin conflictos, ni problemas de ningún tipo.

Cuando sus hijos se fueron con su padre, Rebeca creyó encontrar compañía y apoyo en su mejor amiga, pero esta se enamoro de uno de los clientes, y toda su vitalidad se transformó en una absoluta indiferencia para todo lo que no tuviera que ver con su pareja y posterior marido, si seguía trabajando, pero vivía pendiente de las llamadas de el, iba a trabajar contenta o triste dependiendo si había discutido o no con su pareja, al cabo de un año, le dijo que dejaba la inmobiliaria que no se preocupara por su parte que se la pagara como y cuando pudiera.
Los dos primeros años de soledad como ella los llamo posteriormente les costaron horrores, ya que estaba sola tanto en la casa, como en el trabajo, decidió concentrarse en el mismo y se volvió realmente una vendedora por sí misma, al empezar a tener que tomar todas las decisiones ella sola.
Empezó a ahorrar dinero, e incluso ahorrando le sobraba bastante como para comprarse un nuevo auto, pintar la casa, comprarse ropa.
Los hijos al ver el nuevo patrimonio de su mamá, pasaron de ir esporádicas veces e inventar excusas para no ir, a pasar todo los fines de semana, empezaron a pedirle plata.

-Saúl, anda a buscar yerba.
-Saúl nada a buscar azúcar.
-Podes ir a comprar veneno para ratas que no se puede estar en el molino.
-Trae unas facturas.
-Pasa la escoba por acá, despacito que sino después te agarra tos.
-No me hace la gauchada de irme a cobrar el cheque al banco, dale, si acá no tenés nada que hacer.

Mientras más analizaba su relación con Lautaro más notaba lo vacía que esta había sido, y que la rutina lo había hecho ir por más de diez años a esa quinta. Como un autómata planchaba las camisas, los pantalones, que luego guardaba en el bolso, para el fin de semana, se subía y manejaba hasta la quinta, luego buscaba la llave debajo de la misma maceta, y entraba, prendía el calefactor o el aire acondicionado dependiendo de la época del año en que estuviera, y se sentaba a esperar, varias veces quiso levantarse he irse pero nunca tuvo el valor o la voluntad para hacerlo, todavía se reprochaba las veces que encendió el televisor en vez de el auto.

-Me alegra volver a verte.
-A mí también.
Los dos se miraron con una sonrisa cómplice.
-Queres conocer mi casa.
-Si.
-Como veras no es ni muy grande, ni muy linda, lo que si esta limpia, gracias a mi, hasta que encuentre alguien.
-Esta hermosa como vos.
Se besaron, y sin dejar de hacerlo dirigieron sus pasos hacia la habitación, se desvistieron e hicieron el amor.
-Ahora me doy cuenta que solo con vos hacia el amor, ya se que suena idiota, pero es la verdad, como me besas, me acaricias, hay no se como explicarte como una...
-Complicidad.
-Exacto, hasta adivinamos lo que queremos decir.
Se quedo en silencio, y ambos se durmieron sin darse cuenta, se despertó pasada la medianoche, al caer en la cuenta del día que era, se cubrió con la sabana destapando a Hugo  haciendo que este se despertara.
-Qué pasa, queres que me vaya.
-No, por favor quédate.
-Esta bien.
Rozó sus antebrazos y le besó la mejilla.
-Hoy es mi cumpleaños, pero desde hace veinte años que este día solo pienso en Agustín.

Pocos segundos después de sacar a Martina el doctor sacaba a Agustín, le dio dos palmadas sobre los muslos para que llorara.
El niño crecía y se veía tan hermoso como su hermana, solo que al año todavía no hablaba, ni caminaba o siquiera gateaba.
Cada vez que lloraba, Emilse y su marido se lanzaban miradas de reproches mutuos.




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