Rebeca puso flores sobre la tumba de Agustín, y la que le sobró al no entrarle en el florero, en la de su madre. Era extraño, hacia más de quince años de su muerte y sin embargo todas las veces que iba sentía ganas de llorar, le pasaba lo contrario en la tumba de su madre, siendo que lo único que le provocaba estar frente a su tumba era un tenue alivio.
Cuando llego a su casa a media mañana Martina no se quería bajar de su auto, no era por su madre, sino porque ahí estaban sus hijos mellizos, una nena y un varón, de cuatro años. Se pasó la mano por su corta cabellera sintiendo una furia más profunda que la que solía sentir, puso en marcha el auto nuevamente, en el mismo momento la puerta de la casa se abrió y apareció Daniel con los mellizos, estos corrieron hacia el auto con las manos llenas de chocolate y golpearon las ventanas.
Martina abrió la puerta del auto de forma violenta.
-No me ensucien el auto, ¿no los podías tener un minuto más?
-Quise ir a ver que te pasaba, hace cinco minutos que estás en el auto.
-Estaba hablando por teléfono.
Daniel la miro dándole a entender que no le creía, pero se calló.
-Mami dame un beso.
-A mí también, beso, beso.
-Vayan a lavarse las manos y la cara antes, en vez de comer se enchastrán.
-Tienen cuatro años.
-Yo a esa edad no me enchastraba.
-Ahora también te acordas cuando tenias cuatro años, ¿no te acordas cuando eras un espermatozoide?
-¿Que es un espermatozoide? papi.
-Sécate las manos Rene.
La nena obedeció.
-No le vuelvas a gritar.
-Soy su madre.
-¿Cuándo?
-Cuando, le doy de desayunar, cuando la llevo al colegio, cuando le doy de comer.
-Eso no lo hago porqué tengo que viajar para trabajar, pero les enseño las letras, les enseñé a hablar, porque vos siempre con el cuento de que no tenés paciencia, te pasas el día quejándote de todo, que estás cansada, que los chicos te agotan, que no estás para llegar del trabajo y darles de comer, si la mujer que viene te deja hasta los platos puestos, Qué mierda te cuesta apretar dos o tres veces el botón del microondas o mover la perilla del horno.
-Tengo mis razones.
-¿Cuáles?
-Ayer se murió mi madre y vos me venís con reproches, ándate a la mierda.
-Martina.
-Má ya nos secamos las manos.
Martina sintió la frase de Rene absurda, los esquivó, se metió al baño, se desnudó, y luego pasó varios minutos bajo la ducha, se secó, se acostó, durmió hasta la una, pero se quedó acostada hasta las dos, que fue cuando sintió la puerta de calle.
Abrió la puerta de su pieza, (la cuál había cerrado con llave), leyó la nota que su marido le había dejado:
Nos fuimos a la plaza.
Sintió en su zapato que arrastraba algo, miró y era un pequeño trozo de papel rayado pero que igual se podía leer lo que estaba debajo, si querés acompáñanos.
-No, de qué vamos a hablar.
-Así, no pueden seguir.
-Ninguno de los dos quiere asumir la realidad.
-Vos no querés estar con el.
-Ni con él, ni con los chicos, te juro que si no hubiera abierto la puerta, creo que ponía primera y hasta que sé yo, Mercedes no paraba.
-Ahí mínimo se te iba a vaciar el tanque.
-Por eso.
Faltaban pocos minutos para que tuvieran que entrar a la iglesia, ya que ese día hubiera sido el cumpleaños de Emilse y Rebeca había decidido que se la nombrara en la misa.
Le hubiera querido decir que después de la misa se fueran a tomar un café, pero el más grande de sus nietos iba a ir a cenar y tenía que preparar la cena antes de que este llegara, por lo que decidió cortar el tema.
-Mira siempre se queda atrás.
Dijo señalando donde estaba Estela que cerraba su pequeño auto, y se quedaba semi oculta detrás de uno de los robles que había en la plaza frente a la iglesia.
-Siempre igual.
-Hoy se quedó charlando con el florista hasta que me fui del cementerio. Fue rarísimo.
-Capaz que fue a tirarle un cascote a la tumba, igual no sé de qué me asustó, por lo menos fue, yo ni eso.
-Yo no fui por ella, fui por Agus.
-Cada vez que hablamos de él, me siento una mierda, yo principalmente.
-El resto no fuimos mejor.
-Pero nacimos juntos, es otra cosa, otro vínculo, o tendría que haber tenido otro vínculo, yo...
Sonaron las grandes y viejas campanas, al llegar vieron a Oscar.
-¿Qué haces acá?
-Sabes que soy impaciente, llegue y casi me encuentro las puertas cerradas, iba a empezar como Lutero a dejar una nota, claro que una mucho más intrascendente.
-¿No nos viste?
-Si, pero no las quería interrumpir.
Se saludaron, Rebeca y Martina entraron, Oscar se quedó esperando a Estela, Saúl les había dicho que se fueran a la mierda, que ni iba al cumpleaños cuando estaba viva, no iba a ir a conmemorarlo ahora que estaba muerta.
En la taberna donde estaba sintió las campanadas, alzó el largo vaso de cerveza y dijo:
-Feliz cumpleaños mamá, que hasta podrida debes estarle jodiendo la vida a los gusanos.
El largo vaso estaba a más de la mitad y se lo tomó de un sorbo, se lo quedó mirando, lo había casi vaciado, observó como se consumía la espuma que había quedado en el fondo.
Cuando llego a su casa a media mañana Martina no se quería bajar de su auto, no era por su madre, sino porque ahí estaban sus hijos mellizos, una nena y un varón, de cuatro años. Se pasó la mano por su corta cabellera sintiendo una furia más profunda que la que solía sentir, puso en marcha el auto nuevamente, en el mismo momento la puerta de la casa se abrió y apareció Daniel con los mellizos, estos corrieron hacia el auto con las manos llenas de chocolate y golpearon las ventanas.
Martina abrió la puerta del auto de forma violenta.
-No me ensucien el auto, ¿no los podías tener un minuto más?
-Quise ir a ver que te pasaba, hace cinco minutos que estás en el auto.
-Estaba hablando por teléfono.
Daniel la miro dándole a entender que no le creía, pero se calló.
-Mami dame un beso.
-A mí también, beso, beso.
-Vayan a lavarse las manos y la cara antes, en vez de comer se enchastrán.
-Tienen cuatro años.
-Yo a esa edad no me enchastraba.
-Ahora también te acordas cuando tenias cuatro años, ¿no te acordas cuando eras un espermatozoide?
-¿Que es un espermatozoide? papi.
-Sécate las manos Rene.
La nena obedeció.
-No le vuelvas a gritar.
-Soy su madre.
-¿Cuándo?
-Cuando, le doy de desayunar, cuando la llevo al colegio, cuando le doy de comer.
-Eso no lo hago porqué tengo que viajar para trabajar, pero les enseño las letras, les enseñé a hablar, porque vos siempre con el cuento de que no tenés paciencia, te pasas el día quejándote de todo, que estás cansada, que los chicos te agotan, que no estás para llegar del trabajo y darles de comer, si la mujer que viene te deja hasta los platos puestos, Qué mierda te cuesta apretar dos o tres veces el botón del microondas o mover la perilla del horno.
-Tengo mis razones.
-¿Cuáles?
-Ayer se murió mi madre y vos me venís con reproches, ándate a la mierda.
-Martina.
-Má ya nos secamos las manos.
Martina sintió la frase de Rene absurda, los esquivó, se metió al baño, se desnudó, y luego pasó varios minutos bajo la ducha, se secó, se acostó, durmió hasta la una, pero se quedó acostada hasta las dos, que fue cuando sintió la puerta de calle.
Abrió la puerta de su pieza, (la cuál había cerrado con llave), leyó la nota que su marido le había dejado:
Nos fuimos a la plaza.
Sintió en su zapato que arrastraba algo, miró y era un pequeño trozo de papel rayado pero que igual se podía leer lo que estaba debajo, si querés acompáñanos.
-No, de qué vamos a hablar.
-Así, no pueden seguir.
-Ninguno de los dos quiere asumir la realidad.
-Vos no querés estar con el.
-Ni con él, ni con los chicos, te juro que si no hubiera abierto la puerta, creo que ponía primera y hasta que sé yo, Mercedes no paraba.
-Ahí mínimo se te iba a vaciar el tanque.
-Por eso.
Faltaban pocos minutos para que tuvieran que entrar a la iglesia, ya que ese día hubiera sido el cumpleaños de Emilse y Rebeca había decidido que se la nombrara en la misa.
Le hubiera querido decir que después de la misa se fueran a tomar un café, pero el más grande de sus nietos iba a ir a cenar y tenía que preparar la cena antes de que este llegara, por lo que decidió cortar el tema.
-Mira siempre se queda atrás.
Dijo señalando donde estaba Estela que cerraba su pequeño auto, y se quedaba semi oculta detrás de uno de los robles que había en la plaza frente a la iglesia.
-Siempre igual.
-Hoy se quedó charlando con el florista hasta que me fui del cementerio. Fue rarísimo.
-Capaz que fue a tirarle un cascote a la tumba, igual no sé de qué me asustó, por lo menos fue, yo ni eso.
-Yo no fui por ella, fui por Agus.
-Cada vez que hablamos de él, me siento una mierda, yo principalmente.
-El resto no fuimos mejor.
-Pero nacimos juntos, es otra cosa, otro vínculo, o tendría que haber tenido otro vínculo, yo...
Sonaron las grandes y viejas campanas, al llegar vieron a Oscar.
-¿Qué haces acá?
-Sabes que soy impaciente, llegue y casi me encuentro las puertas cerradas, iba a empezar como Lutero a dejar una nota, claro que una mucho más intrascendente.
-¿No nos viste?
-Si, pero no las quería interrumpir.
Se saludaron, Rebeca y Martina entraron, Oscar se quedó esperando a Estela, Saúl les había dicho que se fueran a la mierda, que ni iba al cumpleaños cuando estaba viva, no iba a ir a conmemorarlo ahora que estaba muerta.
En la taberna donde estaba sintió las campanadas, alzó el largo vaso de cerveza y dijo:
-Feliz cumpleaños mamá, que hasta podrida debes estarle jodiendo la vida a los gusanos.
El largo vaso estaba a más de la mitad y se lo tomó de un sorbo, se lo quedó mirando, lo había casi vaciado, observó como se consumía la espuma que había quedado en el fondo.
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