Una vez que logró volar la cerradura, Pedro entró,. la habitación parecía estar vacía.
-Hija de mil putas, sé que estas acá mejor salí, dale.
Pedro supo que en el único lugar que podía estar Teresa era en el baño, por lo que se acercó hasta la puerta y repitió lo que había dicho frente a la habitación.
Teresa cuando entró le tiró quita esmalte sobre los ojos, Pedro se llevó las manos a la cabeza, y se golpeó la frente con el arma, los ojos le ardían, pero supó que si se dejaba caer como su cuerpo deseaba, Teresa se escaparía y a él lo agarrarían.
Tengo que sostenerme, con la visión nublosa, vio la imagen de Teresa que estaba al borde de la bañera y le disparó , la bala dio en la canilla.
Tengo que sostenerme, con la visión nublosa, vio la imagen de Teresa que estaba al borde de la bañera y le disparó , la bala dio en la canilla.
Se oyó un fuerte quejido.
Bien, la hija de puta está inmovilizada.
Se puso el arma bajo el sobaco izquierdo, y con la mano derecha abrió la canilla, puso el tapón en la pileta y espero que se llenara, después colocó el arma de vuelta en la mano derecha y sumergió su cabeza una y otra vez sobre la misma, a cada zambullida sentía como se iban aliviando sus ojos, y como mejoraba su visión, buscó en el botiquín por si había algo contra la irritación ocular, pero sospechó que aunque Teresa se mostraba histérica después del disparo, sollozando, quejándose del dolor e inmóvil, no confiaba en ella, así que se rasgó la remera, la rajó por la mitad, agarró las muñecas de Teresa, que empezó a sollozar más fuerte, y las ató a la manijas de la canilla, con otro jirón de su remera la amordazó.
Se puso el arma bajo el sobaco izquierdo, y con la mano derecha abrió la canilla, puso el tapón en la pileta y espero que se llenara, después colocó el arma de vuelta en la mano derecha y sumergió su cabeza una y otra vez sobre la misma, a cada zambullida sentía como se iban aliviando sus ojos, y como mejoraba su visión, buscó en el botiquín por si había algo contra la irritación ocular, pero sospechó que aunque Teresa se mostraba histérica después del disparo, sollozando, quejándose del dolor e inmóvil, no confiaba en ella, así que se rasgó la remera, la rajó por la mitad, agarró las muñecas de Teresa, que empezó a sollozar más fuerte, y las ató a la manijas de la canilla, con otro jirón de su remera la amordazó.
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