sábado, 29 de diciembre de 2018

Los rumbos /5)

Mierda, mierda.
Volvió a mirar el termómetro, 39 grados, el bebe no paraba de llorar, sus berridos eran cada vez más potentes, y ella estaba a punto de gritar y llorar todavía más fuerte. No quería ir al hospital, el más cerca que tenía se llenaba de gente, y todas eran urgencias, como le solían decir las enfermeras con voz amarga a su madre cuando la llevaba a ella o a alguno de sus hermanos. Agarró el celular, buscó en WS el nombre de Liliana, apretando los dientes y mirando hacia el techo mientras esperaba que atendiera.
- ¿Qué querés?
- ¿Si te llamó es por algo urgente?
-El nene, qué le pasó.
-Tiene fiebre.
-Ya voy para allá.
Cuando Liliana llegó, Florencia se limitó  pasarle al bebe, ésta lo revisó, le miró la boca, y luego se lo dio a la madre, mientras sacaba de un pequeño maletín una ampolla, la abría, e introducía una jeringa en ella.
- ¿Es necesario?
-Tiene tiene fiebre y angina, por eso llora, no va a tomar nada que le de, así que el ibupofreno hay que inyectárselo. Ponelo boca abajo.
Florencia lo hizo, cuando Liliana introdujo la aguja en la nalga el bebe empezó a llorar todavía más fuerte.
Dentro de un ratito se le va a calmar el dolor de garganta y a dormir, dentro de 6 horas, le das esto-sacó del maletín un frasco pequeño y se lo dio-es lo mismo que le acabo de aplicar pero en jarabe.
Liliana se acercó a la cocina para buscar un tacho donde tirar la ampolla, la jeringa y el pedazo de algodón que había usado.
Florencia abrió una de las puertas del bajo mesada y sacó el tacho.
Lilina agarró su maletín, lo cerró y se fue.
Ambas comenzaron a respirar mejor una vez que estuvieron lejos de la otra, siempre que tenían que interactuar se ponían rígidas, expectantes.
Florencia se acercó al bebe, lo vio dormir, mojó un trapo y se lo pasó por la cabeza, sonrió. 

Los rumbos /4)

No solía aceptar ir directamente a un departamento porque sentía que era una forma de consentir lo que el otro te ofreciera dentro, y que si no aceptaba tener sexo, fumarse un porro o tomar, lo vería como un histérico, calienta-pija, pero en este caso había hecho una excepción porque el tipo le resultaba agradable en el chat. 
Luciano se miró al espejo, no le gustaba mucho hacerlo, sabía que era atractivo, peor igual no le agradaba su apariencia, siempre se encontraba defectos. 
Agustín le abrió, lo invitó a pasar, no le dio un beso al saludarlo, lo prefería, odiaba tener que saludar de esa manera a desconocidos, le resultaba hipócrita.
Se sentaron en el pequeño living, Agustín le preguntó si quería tomar algo, Luciano negó con la cabeza, Agustín se sentó frente a él con las manos sobre los muslos.
Se miraron, se sonrieron, ambos bajaron los ojos.
-Che, pedí una pizza, está bien, no.
-Si, no te preocupes.
- ¿Che, qué tal tú día?
-Tranqui, por suerte, y el tuyo.
-Igual, digamos.
Ambos sabía que la charla no estaba fluyendo pero que química había, se gustaban, probablemente tendrían sexo, charlarían un poquito luego, y no se volverían a ver.
Se esforzaron por remar la charla hasta que llegó el delivery, Agustín dejó la pizza sobre la mesa, y se acercó a Luciano que se acababa de levantar del sillón.
- ¿Comemos?
-Después...
Lo besó, el sexo fue bueno, de esas veces que no tuvieron que preguntar que le gustaba y que no al otro, se adivinaron mutuamente. Al acabar Luciano no supo qué hacer, si había sido una buena cogida pero la charla anterior no había valido nada, por ahí quería que se vistiera y se fuera, iba a agarrar su slip cuando Agustín le rozó la espalda, Luciano se dio vuelta y lo besó, se volvió a acostar y ambos se abrazaron, se quedaron dormidos, a la hora despertaron, pusieron la pizza a calentar y cenaron. No sabía si se volverían a ver, y ninguno de los 2 estaba seguro de querer repetir, ambos consideraban aunque no lo habían hablado entre ellos, que los mejores encuentros sexuales que se tiene entre personas que la charla no fluye, es el primero, que si solo había buen sexo no valía repetir, aunque había algo latente, no sabían que,  ese ratito abrazados, aunque no querían sobrevalorar ese momento de ternura, ya ambos lo había hecho otras veces y siempre terminaban decepcionados por crearse expectativas ridículas, no, mejor dejar en el recuerdo esa noche.  

sábado, 1 de diciembre de 2018

Los rumbos /3)

Peló y cortó las papas de forma rápida y mecánica, sacó la sartén del bajo lacena, la puso sobre la cocina, vertió el aceite, prendió la hornalla y la puso en fuego moderado. Después de echar las papas, se secó las manos con un repasador que olía feo, Liliana hizo una mueca y buscó el alcohol, en gel que tenia en el aparador.
Sabía que era inútil quitarse el olor, ya que igual el aceite frito dejaría el departamento impregnado de olor por horas, tendría que abrir todo, lavar el piso, echar desodorante de ambiente para que desapareciera, y para nada, porque mañana su hijo le pediría otra comida frita, siempre frito. Comía mal, estaba gordo, pero ya le había hecho comentarios sobre eso y solo conseguía una mirada irritada o un amargo suspiro., Por eso ya no le decía nada, y se alegraba cuando le decía que ya había comido. Estaba harta de prepararle la cena, y de su presencia, aunque no sabia si quería vivir sola, no, no quería, necesitaba alguien en la casa, aunque fuera su hijo, sucio, atenido, pero por lo menos con un trabajo estable. Le dejó la comida en la mesa y se fue a limpiar la cocina, no soportaba verlo comer con la boca abierta, nunca lo había podido acostumbrar a que la cerrar o que no se los labios con el revés de la mano.
Mientras limpiaba sintió las puntadas de la artritis, cada vez eran más fuertes los dolores, suspiró frustrada y siguió refregando.