Mierda, mierda.
Volvió a mirar el termómetro, 39 grados, el bebe no paraba de llorar, sus berridos eran cada vez más potentes, y ella estaba a punto de gritar y llorar todavía más fuerte. No quería ir al hospital, el más cerca que tenía se llenaba de gente, y todas eran urgencias, como le solían decir las enfermeras con voz amarga a su madre cuando la llevaba a ella o a alguno de sus hermanos. Agarró el celular, buscó en WS el nombre de Liliana, apretando los dientes y mirando hacia el techo mientras esperaba que atendiera.
- ¿Qué querés?
- ¿Si te llamó es por algo urgente?
-El nene, qué le pasó.
-Tiene fiebre.
-Ya voy para allá.
Cuando Liliana llegó, Florencia se limitó pasarle al bebe, ésta lo revisó, le miró la boca, y luego se lo dio a la madre, mientras sacaba de un pequeño maletín una ampolla, la abría, e introducía una jeringa en ella.
- ¿Es necesario?
-Tiene tiene fiebre y angina, por eso llora, no va a tomar nada que le de, así que el ibupofreno hay que inyectárselo. Ponelo boca abajo.
Florencia lo hizo, cuando Liliana introdujo la aguja en la nalga el bebe empezó a llorar todavía más fuerte.
Dentro de un ratito se le va a calmar el dolor de garganta y a dormir, dentro de 6 horas, le das esto-sacó del maletín un frasco pequeño y se lo dio-es lo mismo que le acabo de aplicar pero en jarabe.
Liliana se acercó a la cocina para buscar un tacho donde tirar la ampolla, la jeringa y el pedazo de algodón que había usado.
Florencia abrió una de las puertas del bajo mesada y sacó el tacho.
Lilina agarró su maletín, lo cerró y se fue.
Ambas comenzaron a respirar mejor una vez que estuvieron lejos de la otra, siempre que tenían que interactuar se ponían rígidas, expectantes.
Florencia se acercó al bebe, lo vio dormir, mojó un trapo y se lo pasó por la cabeza, sonrió.
Volvió a mirar el termómetro, 39 grados, el bebe no paraba de llorar, sus berridos eran cada vez más potentes, y ella estaba a punto de gritar y llorar todavía más fuerte. No quería ir al hospital, el más cerca que tenía se llenaba de gente, y todas eran urgencias, como le solían decir las enfermeras con voz amarga a su madre cuando la llevaba a ella o a alguno de sus hermanos. Agarró el celular, buscó en WS el nombre de Liliana, apretando los dientes y mirando hacia el techo mientras esperaba que atendiera.
- ¿Qué querés?
- ¿Si te llamó es por algo urgente?
-El nene, qué le pasó.
-Tiene fiebre.
-Ya voy para allá.
Cuando Liliana llegó, Florencia se limitó pasarle al bebe, ésta lo revisó, le miró la boca, y luego se lo dio a la madre, mientras sacaba de un pequeño maletín una ampolla, la abría, e introducía una jeringa en ella.
- ¿Es necesario?
-Tiene tiene fiebre y angina, por eso llora, no va a tomar nada que le de, así que el ibupofreno hay que inyectárselo. Ponelo boca abajo.
Florencia lo hizo, cuando Liliana introdujo la aguja en la nalga el bebe empezó a llorar todavía más fuerte.
Dentro de un ratito se le va a calmar el dolor de garganta y a dormir, dentro de 6 horas, le das esto-sacó del maletín un frasco pequeño y se lo dio-es lo mismo que le acabo de aplicar pero en jarabe.
Liliana se acercó a la cocina para buscar un tacho donde tirar la ampolla, la jeringa y el pedazo de algodón que había usado.
Florencia abrió una de las puertas del bajo mesada y sacó el tacho.
Lilina agarró su maletín, lo cerró y se fue.
Ambas comenzaron a respirar mejor una vez que estuvieron lejos de la otra, siempre que tenían que interactuar se ponían rígidas, expectantes.
Florencia se acercó al bebe, lo vio dormir, mojó un trapo y se lo pasó por la cabeza, sonrió.
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