sábado, 29 de septiembre de 2018

Encrucijadas de la vida /56)

El vinculo que por años había tenido con su hijo, de apoyo mutuo y cierta complicidad frente al padre, se había ido gastando. Una vez que Claudia tomará la decisión de dejar a su marido, y mudarse, su hijo logró hacer una vida independiente, sin sentirse cohibido o perseguido por la mirada del padre, empezó a no necesitar la aprobación de la madre, a tener sus propios amigos y privilegiar ese vinculo por encima del que tenía con Claudia. Ésta sabía que era lo mejor para él, lo más adecuado, orgánico, necesario y normal, pero en el fondo se sentía vacía, ya no tenía a quien dedicarse, a quien contener, solo a sus pacientes, pero la contención que estos necesitaban y que ella les brindaba, era mecánica y momentánea, así tenía que ser las relación medico-paciente, que igual a veces le daba ciertas satisfacciones o amarguras, dependiendo del día.
Necesitaba algo más, pero no quería tener una pareja, la horrorizaba repetir el mismo patrón de conducta, caer en otra relación tóxica, y nunca había sido buena para tener amistades, le costaba abrirse con los demás, las pocas veces que lo intentaba se sentía falsa, estúpida, desesperada, por eso nunca pasaba de conversaciones de una cotidianidad de lo más insulsa con la mayoría de sus colegas, así como con las enfermeras, solo trivialidades o consultas, nada intimo, nada trascendente, nada agradable, nada que pudiera convertirse en algo más, en una invitación aunque fuera a tomar mates. Eso la empezó a frustrar, sobre todo los días francos, las horas que no dormía las pasaba vagando por la casa, que no limpiaba porque tenía una señora que iba 3 veces a la semana, a veces pensaba si eso la entretendría, pero odiaba el trabajo de ama de casa, le parecía esclavo, tampoco le gustaba sentarse a ver series, le aburría tener que seguir una historia por más de 2 horas, y películas muy de vez en cuando, en general le resultaban absurdas o cursis.
Un día franco decidió que en vez de hacer 1 hora en la cinta eléctrica que tenía en la habitación, saldría a la laguna de la ciudad, y en una vez allá, comenzó a acelerar el paso, primero trotando y luego corriendo, la sensación de libertad, éxtasis,  la sorprendió, le gustaba sentir el viento en la cara, su respiración acelerada, su cuerpo en movimiento, era una energía atípica para ella, y le encantó experimentarla, recorrió toda la laguna y volvió trotando hasta su casa, bañada en sudor pero alegre, quería contarle a algo lo que acababa de vivir, pero se dio cuenta que no tenía a nadie que le interesará, su hijo la felicitaría esperando que con eso fuera suficiente para que seguirla escuchando, sus compañeras de trabajo menos, en el mejor de los casos también le darían una respuesta falsamente alentadora y cambiarían de tema. Por eso después de dudarlo por unos minutos, decidió googlear el club de corredores más cercano. 

sábado, 22 de septiembre de 2018

Encrucijadas de la vida /55)

Y aceptó salir con él, ser su pareja, no quería usar la palabra novios para definir lo que era, lo consideraba sinónimo de juventud. Se mudaron juntos, luego de que Laura alquilara su casa y con esa plata más la de Gustavo se costearán el alquiler de un departamento, cada uno con su espacio, con sus silencios, con sus angustias, frustraciones, se acompañaban, se escuchaban, aunque ninguno hablaba demasiado, les pesaban demasiadas cosas como para hacer que el otro las cargara, además lo consideraban algo inútil, lo que les había pasado en la vida, las decisiones que habían tomado, los errores, las tragedias, eran irreversibles, ambos a su modo trataban de olvidar, de construir algo nuevo, pero sin grandes expectativas. Solo querían acompañarse el uno al otro.
Laura a veces se sorprendía de no haber pensado en todo el día en su vida anterior, lo consideraba un triunfo, aunque sabía que al siguiente tal vez anduviera con la cara de Sofia pegada a sus pensamientos, o la de Benjamín, o Jorge, o Andrea, o su madre, pero lo toleraba, cuando llegaban trataba de mantenerse ocupada, de no forzarse por borrarlas porque era peor, sino aceptarlas como parte de su persona, convivir con ellas.



sábado, 8 de septiembre de 2018

Encrucijadas de la vida /54)

No sé veía dormida, sino como lo que era, un cadáver, había adelgazado mucho desde la última vez que la viera, y el maquillaje recargado, apenas disimulaba la palidez amarillezca.
Laura no sabía muy bien qué hacía ahí, quizás ver que su hermana estaba muerta, saber que la persona que le había mentido y traicionado, iría a parar a un ataúd. No sintió satisfacción, tampoco remordimiento por no haber ido a verla en sus últimos días, solo pena por la relación que tuvieran desde que tenía memoria hasta que su hermana decidiera cagarse en ella. 
Vio a su madre que volvía del baño, ambas se miraron, sin saber qué decirse, o siquiera qué gesto hacer. 
Sin saberlo, ambas sentían lo mismo, estaban agotadas y no tenían ningún interés por remedar relaciones, les parecía algo inútil, impostado. 
Laura salió del velatorio, se subió al auto y manejó hasta la casa de su amante. Cuando él le abrió la puerta, lo besó y le dijo:
-Cogeme.
Quería librarse, no pensar, un shock de adrenalina.
Después de acabar, él se dio vuelta y buscó el jean.
-Estoy podrido que me uses de sementl.
-Ay por favor, no estoy para que me pses facturas.
-No, no estás para nada, bah para que te coja, para eso si venís.
-Ahora te molesta que quiera coger, deberías estar feliz que no te rompo las pelotas.
-No, solo me las vacías.
-Ordinario.
-Okey, soy ordinario, no podes esperar mucho más de un pija con piernas, porque otra cosa no soy para vos.
-No puedo empezar nada ahora, entendelo, sabes todo lo que me está pasando.
-A mí también me pasan un montón de cosas, y no me gusta sentirme usado.
-Yo no te obligo a nada.
-No, pero así no quiero seguir.
Si me visto y me voy, se acabó, vuelvo a la la nada. Quiero estar sola, quiero no tener a nadie. No sé tampoco si quiero empezar a tener una relación, empezar o tratar de querer a alguien, de preocuparme por él, de que signifique algo en mi vida y yo en la de él.
-Perdóname, tenés razón, ahora no puedo hablar de esto, no quiero que sea así, pero si querés mañana o pasado nos vemos y charlamos más tranquilos.
-Okey...

sábado, 1 de septiembre de 2018

Encrucijadas de la vida /53)

Ya no sé culpaba por la suerte de sus hijas, consideraba que achacarse los fracasos y tragedias de ambas, era puro narcisismo, si, ella tuvo que ver, pero también las decisiones de cada una, lo que podía hacer era estar, tratar de consolarlas o alejarse en el caso de Laura, ella nunca la perdonaría.
Alejandra tampoco me perdonó, bah no sé, no creo que piense en eso, necesita a alguien con ella, y yo soy lo único que le quedó. No es que merezca más, yo, ella...tampoco, pobre hija, salió igualita a mí, egoísta, se cagó en todos y así está. Por lo menos no trajo hijos al mundo. Igual no sé como estaría yo de no haber tenido hijos, por lo menos ahora vivo para ocuparme de Alejandra, algo hago, y no solo esperar mi muerte.
Cada día se ve peor, más pálida, ojerosa, por suerte a mí el cáncer ya me agarró a la vejez viruela, me va matando sin joderme, pero a ella, la está destrozando, y yo acomodándole la colcha, como si eso fuera a servirle de algo. Ojalá le provocara lo mismo que cuando era chica, y se ponía de costado después de que le subía la colcha.
Alejandra con esfuerzo y ayuda de Magdalena pudo sentarse en la cama, le pidió a ésta que acercara su oído a su boca, Magdalena lo hizo, y Alejandra le susurro:
-Gracias.
Luego intentó una caricia, pero apenas alcanzó a rozar la mejilla de Magdalena, cerró los ojos, y se durmió.
Magdalena se llevó las manos a los labios para que no se oyeran sus llantos, quería decirle tantas cosas, pero sabía que su hija no tenía la fuerza par escucharla.
Sabía que posiblemente ese gracias fuera lo último que oiría de Alejandra.
Corrió al baño, se lavó la cara, y luego volvió al lado de su hija, pocas horas después, antes de que amaneciera, Alejandra moría.