sábado, 1 de septiembre de 2018

Encrucijadas de la vida /53)

Ya no sé culpaba por la suerte de sus hijas, consideraba que achacarse los fracasos y tragedias de ambas, era puro narcisismo, si, ella tuvo que ver, pero también las decisiones de cada una, lo que podía hacer era estar, tratar de consolarlas o alejarse en el caso de Laura, ella nunca la perdonaría.
Alejandra tampoco me perdonó, bah no sé, no creo que piense en eso, necesita a alguien con ella, y yo soy lo único que le quedó. No es que merezca más, yo, ella...tampoco, pobre hija, salió igualita a mí, egoísta, se cagó en todos y así está. Por lo menos no trajo hijos al mundo. Igual no sé como estaría yo de no haber tenido hijos, por lo menos ahora vivo para ocuparme de Alejandra, algo hago, y no solo esperar mi muerte.
Cada día se ve peor, más pálida, ojerosa, por suerte a mí el cáncer ya me agarró a la vejez viruela, me va matando sin joderme, pero a ella, la está destrozando, y yo acomodándole la colcha, como si eso fuera a servirle de algo. Ojalá le provocara lo mismo que cuando era chica, y se ponía de costado después de que le subía la colcha.
Alejandra con esfuerzo y ayuda de Magdalena pudo sentarse en la cama, le pidió a ésta que acercara su oído a su boca, Magdalena lo hizo, y Alejandra le susurro:
-Gracias.
Luego intentó una caricia, pero apenas alcanzó a rozar la mejilla de Magdalena, cerró los ojos, y se durmió.
Magdalena se llevó las manos a los labios para que no se oyeran sus llantos, quería decirle tantas cosas, pero sabía que su hija no tenía la fuerza par escucharla.
Sabía que posiblemente ese gracias fuera lo último que oiría de Alejandra.
Corrió al baño, se lavó la cara, y luego volvió al lado de su hija, pocas horas después, antes de que amaneciera, Alejandra moría.



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