Y aceptó salir con él, ser su pareja, no quería usar la palabra novios para definir lo que era, lo consideraba sinónimo de juventud. Se mudaron juntos, luego de que Laura alquilara su casa y con esa plata más la de Gustavo se costearán el alquiler de un departamento, cada uno con su espacio, con sus silencios, con sus angustias, frustraciones, se acompañaban, se escuchaban, aunque ninguno hablaba demasiado, les pesaban demasiadas cosas como para hacer que el otro las cargara, además lo consideraban algo inútil, lo que les había pasado en la vida, las decisiones que habían tomado, los errores, las tragedias, eran irreversibles, ambos a su modo trataban de olvidar, de construir algo nuevo, pero sin grandes expectativas. Solo querían acompañarse el uno al otro.
Laura a veces se sorprendía de no haber pensado en todo el día en su vida anterior, lo consideraba un triunfo, aunque sabía que al siguiente tal vez anduviera con la cara de Sofia pegada a sus pensamientos, o la de Benjamín, o Jorge, o Andrea, o su madre, pero lo toleraba, cuando llegaban trataba de mantenerse ocupada, de no forzarse por borrarlas porque era peor, sino aceptarlas como parte de su persona, convivir con ellas.
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