sábado, 25 de agosto de 2018

Encrucijadas de la vida /52)

Sentir las yemas de sus dedos apretándole la espalda, su lengua en su cuello, en sus senos, sus dientes en su hombro, y ella a él, nunca había disfrutado disfrutado realmente del sexo, solo en la juventud, y más porque era algo nuevo, pero después, cuando se puso de novio, y luego al casarse, se convirtió en algo tan rutinario, simple y predecible como hacer la comida, poner la mesa, lavar los platos, o tender la ropa, y lo hacía con la misma falta de entusiasmo, como algo ineludible y necesario, aunque a diferencia de las otras actividades, ésta cada vez era menos asidua, Jorge la buscaba primero 4 días a la semana, luego de que nacieran Benjamín y Sofía, 1 vez, después cada tanto, y Laura eso le habí provocado sentimientos encontrados, por un lado alivio y cierta satisfacción, como cuando a alguien le quitan un responsabilidad, una tarea, como si su marido hubiera empezado a hacer la comida o lavar los platos, pero también le provocó frustración, amargura, sabía que significaba que ya no la deseaba, aunque ella no se lo pudo reprochar, porque el sentamiento era mutuo, pero le dolió en el ego, y por eso dejó de pensar en el sexo, lo anuló como los infantes, concentró su libido en los estudios de su hijo, en que llegara a ser alguien importante. Pero cuando eso se desinfló, cuando sus ambiciones perdieron base, sentido, los deseos resurgieron, haciendo que en un primer momento se sintiera furiosa consigo misma, tenía más de 50, estaba más cerca de la vejez que de cualquier otra edad, dentro de pocos años, y sabía que el tiempo pasaba cada vez más rápido, sería una vieja, no tendría chances de estar con nadie que no fuera un igual, un viejo, que seguro esperaría que ella fuera una especie de enfermera, como quería casi todos los hombres ancianos que estaban separados, divorciados o eran viudos.
Por eso cuando el ex futbolista la llamó, se decidió a que si le daba la más mínima indirecta, avanzaría.
Cuando él le dijo de verse en un bar, le alegó que no, que no quería que nadie la reconociera, que si podía ir a su casa, él aceptó y le pasó la dirección.
Se cambió innumerables veces de ropa, otras tantas estuvo viendo los diferentes tonos de labial, de delineador, después los zapatos y el pelo.
Para qué, si le caliento, con que vaya más o menos presentable, va a pasar y si no, aunque parezca una reina, de hecho si lo hago me voy a ver ridícula, toda emperifollada para verme con un tipo que apenas conozco, un vieja desesperada y patética...lo que soy, pero no es necesario que sea tan obvia.
Se arregló discretamente, eligió el labial más tenue, el pelo suelto, y un vestido entallado, pero discreto.
Él le habló de su hijo, Laura no quería pensar en hijos, ni en la paternidad, ni en la familia en general, estaba harta de los vínculos filiales, de lo que deberían ser, de lo que eran, de lo que podrían haber sido, de los errores de los padres, de la crianza de los hijos, de los patrones que se repetían y la mar en coche, no quería, basta de eso, quería sentirse viva, y la palabra hijo, solo la podía relacionar con la muerte.
Por eso lo miro insinuante, para que él no se dudara de sus intenciones le tomó la mano, si la sacaba, se levantaría de la silla y si te he visto no me acuerdo, no le interesaba en lo más mínimo seguir con la charla, de hecho necesitaba que se acabara, y se alegraba de haber hecho ese movimiento, porque por lo menos así había conseguido que se callara.
Él le correspondió la caricia, ella con la mano libre le acarició el cuello, él le beso el revés de esa mano, ambos se levantaron y se besaron, con furia, como si fuera un acto de catarsis, él la levantó y la llevó en andas hasta la habitación.
Una vez que él acabó y se recostó a su lado, abrazándola, se le vino todo a la mente, Benjamín, Sofía, Alejandra, Jorge, todas las frustraciones, los fracasos, su edad, lo que era, lo que quiso ser, lo que nunca sería, pro decidió borrarlos, que desaparecieran de su mente, que  no le arruinaran ese instante, su orgasmo, la conexión que acababa de tener. 

sábado, 18 de agosto de 2018

Encrucijadas de la vida /51)

No le sorprendió que su hermana no apareciera, al contrario, y hasta se sintió satisfecha de que ella se mantuviera leal a sus principios.
Pero Marcos si fue, estaba ahí frente a ella, y al verlo, lloró, contrajo los labios para que no se le convirtiera en una mueca la cara, no quería que él se conmoviera, no sabía lo que quería de él, o si, pero era imposible.
-Estás hecha mierda.
-Viste, no hay caso, sin vos no soy nada.
-Qué novedad.
-Nada, miraba los anuncios de campaña.
-La plata que te hice ahorrar, eh.
-Ni hablar, y el tiempo.
-Por fin alguien que me debe algo y no al revés.
-Para vos siempre estuve en deuda...
-No, creo que yo también pensaba eso, pero en el fondo sentía lo contrario, que yo estaba en deuda con vos, que no era suficiente.
-No fuimos lo que el otro necesitaba.
-Puede ser, aunque yo te quise y te odié, mucho más que vos a mí.
- ¿Querés que te lo agradezca?
-No, no es un reproche tampoco, es solo un reconocimiento, a mí estupidez, a mí soberbia, a mí terquedad.
-La lucidez de los moribundos.
-Vos lo debes saber mejor que yo, tu esposa la debió tener.
Se hizo un silenció profundo entre ambos, que solo rompían los ruidos de fondo que había en una clínica, ambos se miraron con desprecio, reproche, odio.
-Me alegro de nunca haberte llegado a querer ni cerca lo que la quise a ella.
-Si querés hacerme mierda con eso, lamento decirte que todo lo contrario, me alivia, porque me confirma lo que siempre sospeche, lo que siempre estaba ahí y no quería ver, ni reconocer.
-Ya que esperas verdades obvias, te voy a decir ésta y me voy, no porque sienta vergüenza, ni nada, solo porque me parece inútil estar acá, pero bueno, ni siquiera el frustrarme mis posibilidades presidenciales dio en mi vida la importancia que tuve en la tuya, es lamentable que desperdiciaras tu existencia obsesionándote conmigo, pero bueno, es lo que vos elegiste. 

Encrucijadas de la vida /50)

Flor de viva, como se está muriendo quiere purgar sus culpas, obvio, no le voy a ir a hacer reproches a alguien que se la está comiendo el cáncer.
Laura pensó en la muerte de su hermana, que era como morir un poco ella, tenía 2 años más que Alejandra, y siempre se habían visto o si no hablado por teléfono y en los últimos años mensajeado por wasshap, hasta que se enteró de que la había traicionado, y desde ese momento nada, en parte ya había muerto, sabía que aunque no hubiera tenido cáncer, su comunicación igual estaba muerta, de hecho el cáncer podía hacer que lo reconsiderara, so esperaba su hermana, si le había pedido que fuera a verla era apelando a la lastima, apelando a que la enfermedad la conmoviera, pero esperaba que la conociera mejor que eso como para saber que no.
Nunca había creído en el perdón, le parecía que era algo falso, hipócrita, y una falta de respeto con uno mismo, algo indigno.
Si su hermana se estaba muriendo, eso no la eximia de lo que había provocado, tampoco se alegraba de su muerte, pero no pensaba ayudarla a lavar sus culpas, ni escuchar sus excusas, ni abrazarla y desearle que se fuera en paz, todo eso se le hacía repugnante, lo mejor que podía hacer por Alejandra era no verla.

sábado, 4 de agosto de 2018

Encrucijadas de la vida /49)

Miró por la mirilla quien había tocado el timbre.
Qué hace ésta acá.
Miró su departamento, no estaba sucio porque la costumbre de décadas de lavar lo que ensuciaba después de usarlo, hacía que no tuviera ninguna taza, plato o cubierto sucio o fuera de lugar, el piso estaba barrido, pero notó pro primera vez el olor a humedad, buscó en el bajo mesada el desodorante de ambiente, echó medio pomo y luego abrió la ventana.
Abrió la puerta.
-Claudia...
No sabía qué más decir, no entendía qué hacía ahí, seguro había ido a dar el pésame atrasado, calculó que debió estar trabajando cuando fue el velorio, y venía ahora, pero no entendía muy bien por qué, habían hablado solo un par de veces, y tampoco lo consideraba necesario, además no tenía ganas de escuchar de vuelta palabras condescendientes, ni tampoco hablar.
-Hola Jorge...quería hablar con vos...de...
-Sofía, mira Claudia, eh si venís a darme el pésame te lo agradezco de verdad, pero no tengo ganas de hablar con nadie, no quiero ser desagradable, seguro venís con la mejor, pero no puedo, perdona.
-No, no es eso, yo...atendí a Sofía.
Jorge le indicó que pasará y también sin abrir la boca, solo con un movimiento de cabeza le indicó que se sentará.
Claudia lo hizo, juntando las rodillas, cerrando sus manos, hasta formar 2 puños con ellos y colocarlos sobre sus muslos.
-Vos fuiste la que...
-Yo era la doctora de guardia cuando la violaron.
-¿Para qué viniste Claudia? ¿A mí de qué me sirve saber esto? me hace mierda, te sentís culpable, anda a un psicólogo, qué querés que te pregunte como estaba, por qué no me lo contó, yo no sé por qué no lo hizo, nunca lo voy  saber, y no creo que vos lo sepas, no sé a qué viniste.
-Yo tampoco, pero pensé que tenías que saberlo.
-No sé para qué, para terminar de hacerme mierda. Pero bueno, si querés habla, contame todo.
A qué vine, pelotuda que soy, qué mierda hago acá.
No entendía por qué estaba ahí, hacía días que se sentía culpable, pero estar ahí, qué le podía decir a su padre, no le ofrecía ningún consuelo, no le podía decir que Sofía lo hubiera mencionado, ésta ni siquiera sabía que ella vivía enfrente de la casa de sus padres, y Claudia en ese momento tampoco, se enteró luego cuando le fue a decir algo a la enfermera y ésta le susurró quien era, aunque tampoco al saberlo dijo nada, no quería predisponerla. Eso era lo que la hacía sentirse culpable, no haberle dicho que hablara con sus padres, igual Sofía solo la hubiera puteado, pero ella podría estar ahora tranquila por intentarlo. Eso era lo que buscaba, tener la consciencia tranquila, sacarse de encima la culpa, que Jorge la perdonara.
Se le murió la hija y yo queriendo que lave mis culpas, no puedo ser tan mierda.
-Nada, perdona.
Se levantó, Jorge no sabía si quería escuchar lo que Claudia podía contarle, el saber como estaba su hija en ese momento, sentía que era regodearse en el dolor, en algo que solo le provocaría una angustia inútil, dolorosa, asfixiante, saber que Sofía en ese momento estaba hecha mierda y ni siquiera pensó en contarle a sus padres, en pedir su apoyo, en refugiarse en ellos, aunque en el fondo tampoco hubiese querido eso, estaba seguro que si su hija hubiese hecho eso, el resultado sería le mismo, una muerte diferente, quizás no tan certera, sino lentamente, con días en los que creyera que podía olvidar, que podía recuperarse, con él diciéndole palabras dulces, contenedoras pero en el fondo fastidiado, aburrido, recriminándole internamente el que fuera así, sintiendo que tenía la culpa de lo que le había pasado, estando ahí con ella por obligación, pero no por convicción, ni en el fondo por amor, él quería a la niña que alguna vez había sido, no a la adolescente rebelde, con esa solo era condescendiente porque jodía a Laura, era una forma de que ella se sintiera mal, frustrada, y aunque él también y más todavía porque siempre había tenido más expectativas con ella que su mujer, el saber que a ésta le molestaba la forma de ser de su hija, representaba un secreto placer, casi irreconocible hasta para él mismo, recién ahora podía afrontarlo, aceptarlo.
Si, la hija había sido su caballito de batalla, y el de Laura, Benjamín, ambos terminaron desprendiéndose de sus jinetes y pateándolos en la cabeza, tal vez con justicia.
Mientras reflexionaba vio que Laura se iba, cerró la puerta luego de que saliera.