sábado, 2 de junio de 2018

Encrucijadas de la vida /39)

En otro momento, Sofía se hubiera alegrado tanto de lo que le había pasado a Benjamín y  su madre, pero no le importó en absoluto la noticia, su vida era otra, la rebelde, la que odiaba a su madre por haber preferido a Benjamín, y a su hermano por ser el preferido de ésta, ya no existía, había muerto la noche de la violación, ya su madre, su hermano, incluso su padre, no significaban nada, su pasado, no significaba nada, lo único importante ahora era que su dolor, su furia, su bronca, su impotencia, le sirvieran para hacerle pagar a su violador, quería hacerlo sentir sucio, asqueroso, que no pudiera estar sin sentirse inmundo.
Pensó en matarlo, pero consideraba que la satisfacción sería demasiado breve, si, ya no estaría más en el mundo, pero como se desquitaría luego, sabía que a pesar de su muerte, cada vez que se durmiera tendría pesadillas donde reviviría la violación, y si no tendría que tomar calmantes...
Se sonrió, ella ahora odiaba tomar drogas, porque lo hacía de forma involuntaria, y estas no la alegraban, solo la mantenían en un estado semiconsciente, vuelta una autómata, Gustavo se las daba para no oírla, para no verla, era como tirarle la pelota al perro con la esperanza de que decidiera jugar con la misma y no pedir que se la volvieran a tirar.
Tampoco le importaba eso, Gustavo era parte del pasado, de la vida anterior, es que se estaba pudriendo o mejor, ya desaparecida del todo, ni olor, ni rastros de la misma, él ya no se quedaba en el departamento, se había puesto una colchoneta al lado del baño que tenía abajo en el minimercado, como al departamento se podía entrar solo por fuera, no tenía escaleras por dentro, ella podía bajar y salir, sin verlo. 
No le costó hacer venir a Alejo a su departamento, decirle que lo hiciera sin que Gustvo lo viera, tampoco distraerlo y golpearlo más o menos en el mismo lugar donde creía que él la había golpeado, al igual que ella, se desmayó, y como había hecho él, Sofía lo recostó sobre el sillón, haciendo mucho esfuerzo, ya que la diferencia de peso entre ambos, era de por lo menos 15 kilos.
Lo drogo, no como él, poniéndole un pañuelo sobre la cara, sino inyectándole la droga en el brazo.
Lo desnudó, agarró uno de sus frascos de perfume, le untó vaselina y lo sodomizó.
Una risa histérica se apodero de ella, mientras movía el frasco.
Le ató pies y manos con una de una tira de plástico reforzado, de esas que usaban los asesinos seriales en las series, después le ató un pañuelo alrededor de la boca, después de ponerle una media dentro, y esperó. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario