Hacia 2 años que Roberto agradecía el hecho de que se le hubiera pinchado una goma en el medio del campo. Mientras su chófer cambiaba la misma, vio a una chica que pasaba, era morocha, muy bonita, bastante flaca, aunque sin llegar a tener una delgadez preocupante su timidez se notaba autentica, que cuando le dijo su nombre, Rocío, Roberto había tenido que aguzar el oído, porque sus palabras eran suaves y apenas audibles.
Tenia 18 años, aunque parecía menos, y frente a la indiferencia de su familia, que eran unos tamberos que trabajaban en un campo de un conocido suyo, con otros 9 hijos casi todos menores de edad, poco les preocupó lo que hiciera ésta, lo único que sus padres le dijeron mientras la ayudaban a hacer las valijas fue:
-Aprovecha, nena, se viva, el viejo no es ningún boludo, nadie que tiene tanta plata sin haberla heredado lo es, así que vos pórtate bien, con esos ricos hay que ser como los perros, lamerles la manos, acercarles el hocico y esperar.
Roberto le puso un departamento, y a los pocos meses se la llevó a vivir con él, en un principio tenia pensado llenarla de hijos, pero después calculó que no quería que ella perdiera su figura, ni tener que aguantar a un montón de mocosos dando vueltas y problemas, ya suficiente con los que tenia, por eso se hizo una vasectomía, además no necesitaba hijos para controlar a Rocío, él sabría hacerlo, y así fue, ella se sometió obediente a todas las practicas y posiciones sexuales que Roberto quiso, lo esperaba a cenar sin importar la hora que fuera, y solo hablaba cuando él le preguntaba algo, siempre en el mismo tono suave, apenas audible.
Ese mismo día, cuando ya se cumplían 2 años, al terminar de comer, puso una cajita aterciopelada enfrente de ella, y le propuso matrimonio, Rocío sonrió, lo besó, y aceptó.
sábado, 12 de septiembre de 2020
Y de repente se hace realidad /47)
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