sábado, 23 de diciembre de 2017

Encrucijadas de la vida /17)

Sabía que lo tacharían del Trump argentino, no le molestaba que fuera por Trump, sino que lo compararan con otro, si bien creía que nadie era del todo original, también pensaba que nadie llegaba  ser igual a otro, y que el parecido solo podía convertirse en una copia mala o en el mejor de los casos insulsa e inferior a la original.
Pero en lo que si quería parecerse a él, era en agitar el país, cambiarlo, hacerlo diferente, estaba harto de como todo funcionaba a su alrededor, de la corrupción, de la inercia, de la dádiva, quería un país que dejara de estar dormido, pero no para estar agitado por hechos patéticos de violencia o protestas sociales comandadas por los mismos que habían provocado el estallido, quería un país de leones, no de corderos, de gente que decidiera su destino, y no se dejara arriar o pastará en el estado hasta morir, quería gente ambiciosa, cambiar la psicología social de los habitantes del país.
Lo malo que para eso debía conseguir el voto del ganado y las ovejas, y eso era lo complicado, odiaba la demagogia, y las elecciones no se ganaban sin serlo, tendría que contratar un asesor y lo peor de todo, escucharlo y hacer lo que este le dijera, odiaba a los asesores, detestaba cuando tenía que contratarlos en su empresa, le parecían unos charlatanes miserables, hipócritas y hasta a veces sociópatas, pero eran los nuevos reyes de la política, lo que sabían leer e interpretar a la sociedad, esa sociedad habida de historias, de cuentos, que viví a través de la representación y el marketing, y no de la realidad.
Bueno, eso podía servirle a su favor, representaría la imagen del empresario hecho a sí mismo, del hombre exitoso, daría el mensaje de que cualquiera con esfuerzo podía llegar adonde él estaba.
Lo lograría, estaba seguro, sería el ejemplo a seguir, el transformador del país, el re-fundador de la patria. 

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