sábado, 2 de enero de 2016

Los secretos de Liliana /7)

El tiempo pasó, los días, semanas, meses y años, Sandra se casó, se separó, luego se divorció porque su ex se estaba por volver a casar,  un año después conoció a otro hombre y se junto con él, les gustaba mucho viajar, y conocieron varios países, y también varias provincias del interior del país, en uno de sus viajes, a un pueblo pequeño de San Luis, salió a caminar sola, ya que se había despertado temprano, y no quiso despertar a su pareja, el lugar estaba repleto de montañas, arboles, sonido de pájaros, y un sol en todo su esplendor, aunque estaba frío, era pleno junio.
Casas apenas se veía una cada 100 o 200 metros, mientras caminaba, vio a un hombre sentado en el escalón frente a la puerta de un casa pequeña y blanca, con techo de teja.
A Sandra le pareció reconocerlo, aunque no sabia de donde, se sacó los anteojos de sol, y puso su mano derecha en forma de visera...era él, Bruno.
Pensó que lo mejor era irse, volver al hotel, y olvidar que lo había visto, pero no podía, quería saber, en esa casa, ahora estaba segura, se encontraba el asesino de Liliana, y contra toda prudencia, decidió ir hasta allá.
Al acercarse a la puerta, Bruno la miró con la misma indiferencia que lo hiciera años atrás, aunque su aspecto había mejorado, estaba limpio, mejor alimentado, y con ropa sana.
Suspiro, y tocó la puerta, el hombre que le abrió, tendría poco más de 60, era canoso, su cara presentaba varias arrugas y el rictus de su boca, se veía como el de una herradura dada vuelta.
El hombre hizo un gesto de sorpresa, se notaba que cualquiera que fuera a tocar su puerta, era algo raro para él, y que lo hiriera alguien que no conocía, y representaría todo un acontecimiento, aunque no grato, porque le dijo:
-¿Quién es, y qué quiere? 
Para qué voy a mentir.
-Me llamo Sandra, soy la sobrina de Liliana, no se haga el que no conoce a ninguna Liliana.
-No lo iba a hacer, pasa.
Había un pequeño living, pero el hombre fue más adelante y se sentó en el comedor, también chico, en una silla de madera, y le indicó la otra que había para que ella hiciera lo mismo.
Apoyó los antebrazos sobre la mesa, y con aire resignado aunque con cierta irritación, espero, mirándola fijamente a los ojos.
-¿Como se llama?
-Alejandro.
Le podría haber preguntado el apellido, pero no le importaba, pro lo menos no en lo inmediato.
-¿Por qué mató a Liliana?
Alejandro sonrió.

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