-Si a vos te joderá usar cofia, casco y demás, igual que a los que compran un paquete de harina, les jodería encontrarse con un pelo tuyo.
Y sabia que lo que le había dicho su padre al entrar a la fabrica era cierto, pero al igual que hacia casi 30 años, cada vez que se miraba en el reflejo de una ventana, odiaba verse con la cofia y el casco.
Siempre se desempeño con relativa eficiencia, y fue aprovechando los pocos ascensos que se presentaban para un empleado de su nivel, sin más cualificación que la secundaria.
El sueldo no variaba casi nada, solo se aliviaba un poco la carga del trabajo.
Supervisar que ninguno de los paquetes estuviera dañado, ni más ni menos, el último puesto que tendría hasta jubilarse, el cuál agradecía, ya que había empezado hombreando bolsas.
Sabia que cuando se jubilar, extrañaría incluso el polvillo blanco y el ruido mecánico de las maquinas, que los protectores auditivos no lograban aislar del todo, eran una parte de sí mismo, como su voz o el color de sus ojos, le gustaran o no, formaban parte de él, eran su realidad, su vida, uno de los lugares de su pequeño mundo.
Uno de los camioneros, lo saludo, y mientras lo cargaban, le hizo una seña a Roman, este miro el reloj, vio que su turno estaba por terminar, y se acerco hasta la ventanilla.
-Qué haces, viejo?
-Acá ando, tirando, y vos?
-Igual, esquivando los baches, no sabes como está la ruta.
-Por culpa de ustedes.
-Andate a la mierda, che.
-Te estoy jodiendo.
-Lo sé, che el domingo tenés algo que hacer?
-Me estás jodiendo, rascarme las pelotas, nada más.
-Bueno, entonces anda a rascartelas a casa, es mi aniversario, bodas de plata y quiero hacer un asado.
-Me alegro de que tengas algo que celebrar después de 25 años.
-Cualquier excusa es buena para dármelas de buen asador.
-No te hagas el humilde que asas como los dioses.
-Bueno, no me chupes las medias.
-Okey, llevo algo?
-Dijera mi mujer, tu presencia, y si querés una coca.
Y sabia que lo que le había dicho su padre al entrar a la fabrica era cierto, pero al igual que hacia casi 30 años, cada vez que se miraba en el reflejo de una ventana, odiaba verse con la cofia y el casco.
Siempre se desempeño con relativa eficiencia, y fue aprovechando los pocos ascensos que se presentaban para un empleado de su nivel, sin más cualificación que la secundaria.
El sueldo no variaba casi nada, solo se aliviaba un poco la carga del trabajo.
Supervisar que ninguno de los paquetes estuviera dañado, ni más ni menos, el último puesto que tendría hasta jubilarse, el cuál agradecía, ya que había empezado hombreando bolsas.
Sabia que cuando se jubilar, extrañaría incluso el polvillo blanco y el ruido mecánico de las maquinas, que los protectores auditivos no lograban aislar del todo, eran una parte de sí mismo, como su voz o el color de sus ojos, le gustaran o no, formaban parte de él, eran su realidad, su vida, uno de los lugares de su pequeño mundo.
Uno de los camioneros, lo saludo, y mientras lo cargaban, le hizo una seña a Roman, este miro el reloj, vio que su turno estaba por terminar, y se acerco hasta la ventanilla.
-Qué haces, viejo?
-Acá ando, tirando, y vos?
-Igual, esquivando los baches, no sabes como está la ruta.
-Por culpa de ustedes.
-Andate a la mierda, che.
-Te estoy jodiendo.
-Lo sé, che el domingo tenés algo que hacer?
-Me estás jodiendo, rascarme las pelotas, nada más.
-Bueno, entonces anda a rascartelas a casa, es mi aniversario, bodas de plata y quiero hacer un asado.
-Me alegro de que tengas algo que celebrar después de 25 años.
-Cualquier excusa es buena para dármelas de buen asador.
-No te hagas el humilde que asas como los dioses.
-Bueno, no me chupes las medias.
-Okey, llevo algo?
-Dijera mi mujer, tu presencia, y si querés una coca.
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