Qué bien que le quedó el quincho, plata bien gastada.
Román se miro las gemas de los dedos, todavía permanecían en ellos las huellas de los más de 30 años fumando.
Y yo esa plata, me la fume, pelotudo.
Siemrpe igual, yo aguandome el momento, me invitan a pasar un domingo con otros, y no solo, a comer, todo, y yo me pongo a envidiarle el quincho, o a pensar en qué me gaste la plata, ya fue, si igual me hubiera hecho un quincho, no me iba a aguantar nadie quejando porya no tenerlo.
El quincho era cerrado, aunque en ese momento no lo parecía, ya que las 2 puertaventanas qué tenia, estaban abiertas, la gente removía los repasadores, y tomaba los escarbadientes, donde venían pinchados, trozos de quedo, fetas de paleta, jamón blanco, y negro.
Alberto, que estaba frente a la parrilla, le susurro algo a su mujer, ésta enseguida se puso a colocar el pan, algunas moscas se acercaron a los mismos, y fueron relativamente ahuyentadas por los ventiladores de techo, también por los tres de pie, que había en el lugar.
Román se canso de sentir el calor de la parrilla, y de escuchar hablar sobre gente que no conocía, por eso, cuando Alberto, sacó un costillar, se fue a sentar, cerca de uno de los ventiladores de pie, y debajo de uno de los de techo.
Al sentarse, sintió a su lado, el característico sonido de las teclas de un celular, siendo apretadas, se dio vuelta y vio a una mujer, con la mirada fija sobre el aparato, y con sus pulgares moviéndose constantemente sobre las teclas.
Ésta es la cuñada de Alberto, como es qué se llama...Silvia, si, Silvia.
Incluso Alberto le había hablado un día cuando, Román había ido al quiosco de enfrente del hospital a comprar cigarros, y se encontró con Alberto, comprando un paquete de galletitas.
-Vinimos a ver a mí cuñada, Silvia, no sabes el marido está echo mierda, el cáncer se lo lleva puta, es un cadáver, de ésta noche no pasa.
Silvia dejó el celular sobre la mesa, y apoyó su antebrazo, al lado del de Román, rosandolo.
Ambos se miraron, y se sonrieron.
Román se miro las gemas de los dedos, todavía permanecían en ellos las huellas de los más de 30 años fumando.
Y yo esa plata, me la fume, pelotudo.
Siemrpe igual, yo aguandome el momento, me invitan a pasar un domingo con otros, y no solo, a comer, todo, y yo me pongo a envidiarle el quincho, o a pensar en qué me gaste la plata, ya fue, si igual me hubiera hecho un quincho, no me iba a aguantar nadie quejando porya no tenerlo.
El quincho era cerrado, aunque en ese momento no lo parecía, ya que las 2 puertaventanas qué tenia, estaban abiertas, la gente removía los repasadores, y tomaba los escarbadientes, donde venían pinchados, trozos de quedo, fetas de paleta, jamón blanco, y negro.
Alberto, que estaba frente a la parrilla, le susurro algo a su mujer, ésta enseguida se puso a colocar el pan, algunas moscas se acercaron a los mismos, y fueron relativamente ahuyentadas por los ventiladores de techo, también por los tres de pie, que había en el lugar.
Román se canso de sentir el calor de la parrilla, y de escuchar hablar sobre gente que no conocía, por eso, cuando Alberto, sacó un costillar, se fue a sentar, cerca de uno de los ventiladores de pie, y debajo de uno de los de techo.
Al sentarse, sintió a su lado, el característico sonido de las teclas de un celular, siendo apretadas, se dio vuelta y vio a una mujer, con la mirada fija sobre el aparato, y con sus pulgares moviéndose constantemente sobre las teclas.
Ésta es la cuñada de Alberto, como es qué se llama...Silvia, si, Silvia.
Incluso Alberto le había hablado un día cuando, Román había ido al quiosco de enfrente del hospital a comprar cigarros, y se encontró con Alberto, comprando un paquete de galletitas.
-Vinimos a ver a mí cuñada, Silvia, no sabes el marido está echo mierda, el cáncer se lo lleva puta, es un cadáver, de ésta noche no pasa.
Silvia dejó el celular sobre la mesa, y apoyó su antebrazo, al lado del de Román, rosandolo.
Ambos se miraron, y se sonrieron.
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