Vio como Francisco entre suspiros hacia las valijas, le hubiera dicho que dejara, que las podía hacer ella, pero sabía que él se enojaría, que le diría que no, que mejor ni hablara, que lo dejara tranquilo, que se quedará ahí sentada, quieta, como una nena, que mirara la televisión, que si quería revisara los cajones de las mesas de luz, a ver si no se había olvidado de guardar alguna crema, pastilla u otra cosa, por eso para ahorrarse esos reproches, se quedó callada, cumplía las expectativas de él, pero no como otras veces, para que este se sintiera en deuda con ella, en esa relación extorsiona que habían mantenido durante años, donde un día se portaba bien, y él la hacia sentirse querida, amada, la más hermosa de las mujeres, y luego todo volvía a ser igual.
Y si no me mató, ni lo mató, y si me divorció, qué haré, ser de esas mujeres que viven recordando a sus ex, criticando a su actual pareja, viendo como la gente me mira con lástima o con sorna, pensando en lo patética que soy, en lo infeliz, en lo frustrada, que soy incapaz de superar una separación, como si no pasara casi todo el mundo por una, que no sabían como Francisco me había aguantado tantos años, pobre hombre, semejante loca insoportable,demasiado la aguantó.
Pero tal vez no, tal vez me vuelva de esas mujeres que cambian de tipo como de calzones, que va a los bailes con ropa ajustada, toma, se ríe fuerte, habla de tamaños de vergas, etc.
No sé qué hago juzgando eso, yo no soy más digna, solo soy una infeliz que ni sabe lo que siente, porque ahora no lo sé.
Francisco no quiere seguir conmigo, no va a seguir conmigo, nos vamos a separar, me guste o no es así.
Sentía un extraño alivio, un alivio doloroso, como el que se siente después de vomitar, vacío, en ese instante no había nada, ese amor, obsesión, mezcla de dolor, alegría, frustración, deseo, y demás, que le generaba Francisco, ya no estaba, no había nada.
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