sábado, 3 de enero de 2015

La calle de lo inesperado /10)

Cada vez que se encontraba con Damian, su semblante cambiaba.
Tengo que dejar de usar esta ropa oscura, ya bastante vieja estoy, como para avejentarme más con ropa oscura, y este peinado horrible que uso.
Ines junto 1500 pesos, y salió, primero paso por la peluquería.
-Ché, Luis, qué color crees que me rejuvenecería, pero así que vaya con mi cara, tampoco quiero hacer el ridículo.
-Yo diría un castaño claro.
-Ah dale.
Luego de que la tiñeran, le lavaran el pelo y se lo secarán, fue a comprarse ropa.
Eligió ropa de colores vivos, roja, turquesa, también floreada y estampada.
También paso por la zapatería y se compro unas sandalias blancas, de taco alto.
Al volver a la casa, se bañó, cuidándose de no mojarse el pelo, se pinto las uñas, los labios, los ojos, y luego se maquilló.
A las 6 de la tarde, se presentó frente a la puerta de Damian, y cuando este abrió, mostró todas las reacciones que ella esperaba, sorpresa, agrado, y  hasta le dio un beso en la mejilla, aunque muy cerca de los labios, Ines se llevo la mano derecha, hasta donde la había besado, sonrojándose.
Qué predecible que son las mujeres, sobre todos las viejas insulsas y cursis como está.
Hoy me la cojo, ¿será virgen? no, creo que estuvo casada, aunque sería interesante cogerse a una virgen de 50 y pico, de lo más grotesco.
Luego de que se le fuera la sorpresa por el beso, Ines invito a Damian a cenar, y él acepto encantado.
Ambos se despidieron, sonriéndose. 

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