-Y deben ser amantes, qué más van a ser.
Es verdad, qué otra cosa iban a ser, las tipas como Lara, son las que viven cosas así, las infelices como yo, nada, dijera mi madre, dejan la concha para los gusanos, bueno, yo eso no, ya que tuve mis cosas, mejor ni pensar en eso, para lo que tuve...
Agarro la novela que había empezado a la mañana, pero la volvió a dejar sobre la mesa, no quería leer, se sentía fastidiada.
Miro la braza de su cigarrillo, varias veces cuando ésta se tornaba gris, la tiraba suavemente sobre la espalda de Lara, nunca roja, con ella no, porque la conocía y sabía que al hacerlo, la relación entre ambos se terminaría, Lara, no era como otras tantas con las que había estado, y a las cuales había quemado, hundiéndoles la braza del cigarrillo, en su tono rosado, por lo general en la palma de la mano, para que no les quedaran cicatrices, ya que casi todas eran casadas, y sus maridos notarían las marcas, pero sabia que con unas cuentas palabras, una mirada rogona, o una sonrisa, se dejaban, eran tan fáciles, as odiaba, y a la vez, le fascinaba el poder que ejercía sobre ellas.
Damían le dio otra calada a su cigarrillo, cerro los ojos, y se le vino a la cabeza, la imagen de Ines, ella si era como la demás, ella si se sometería a lo que él quisiera.
Es verdad, qué otra cosa iban a ser, las tipas como Lara, son las que viven cosas así, las infelices como yo, nada, dijera mi madre, dejan la concha para los gusanos, bueno, yo eso no, ya que tuve mis cosas, mejor ni pensar en eso, para lo que tuve...
Agarro la novela que había empezado a la mañana, pero la volvió a dejar sobre la mesa, no quería leer, se sentía fastidiada.
Miro la braza de su cigarrillo, varias veces cuando ésta se tornaba gris, la tiraba suavemente sobre la espalda de Lara, nunca roja, con ella no, porque la conocía y sabía que al hacerlo, la relación entre ambos se terminaría, Lara, no era como otras tantas con las que había estado, y a las cuales había quemado, hundiéndoles la braza del cigarrillo, en su tono rosado, por lo general en la palma de la mano, para que no les quedaran cicatrices, ya que casi todas eran casadas, y sus maridos notarían las marcas, pero sabia que con unas cuentas palabras, una mirada rogona, o una sonrisa, se dejaban, eran tan fáciles, as odiaba, y a la vez, le fascinaba el poder que ejercía sobre ellas.
Damían le dio otra calada a su cigarrillo, cerro los ojos, y se le vino a la cabeza, la imagen de Ines, ella si era como la demás, ella si se sometería a lo que él quisiera.
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