sábado, 9 de noviembre de 2013

El arribo de Laura /20)

La cena que organizó de imprevisto Victoria para esa noche, alarmó a Laura, sentía que tenia que ver con ella, y por eso llamó  a Mónica.
-Creo que descubrió todo, y se lo va a contar a los demás.
-Silvina, no es demasiado tarde, ven conmigo, por favor.
-Tía, compré, no puedo, las cartas están echadas, y esto tenia que pasar, más tarde o más temprano, y estoy preparada para hacerlo.

Alquiló un cuarto encima de un bar, era pequeño, pero limpio y relativamente cómodo, cuando se aburría de escuchar la radio, leer revistas o novelitas de amor, o mirar por la ventana, bajaba al bar, pedía un café y se pasaba las horas viendo como entraban y salían clientes, como el dueño del bar que a su vez era uno de los mozos, y una camarera movían bandejas de aquí para allá repletas de café, té, facturas, masas, y demás.
En cierta forma los admiraba, el muchacho tendría apenas unos 2 o 3 años más que ella y ya había logrado ser el dueño del bar, y por la forma en que lo hacia y su actitud, se notaba que no había sido un regalo de su padre, para consentirle un capricho, si no que se lo había ganado trabajando.
Y eso qué tiene que ver conmigo, lo único que me falta, andar admirando negritos que se superan, bueno,..por qué no?
Liliana se quedó ahí, viendo al muchacho, hasta que notó, que este también la miraba.

 El accidente le había hecho perder la elegancia y la arrogancia, innata en él, Isabel se alegraba de eso, ya no era ese hombre regio, que parecía comerse al mundo, le costaba vestirse, y tenia que usar un bastón para moverse, pero igual rengueaba, mientras se colocaba los aros, lo observaba desde el gran espejo del ropero.
-Quien te ha visto y quien te ve, ya no sos ni la sombra de lo que eras...
-Por lo menos alguna vez fui, vos ni eso, siempre fuiste una pobre infeliz, insulsa y poca cosa, una mierdita.
-Pero una que no está tullida.
Antes de que Francisco se diera cuenta, tomo el bastón y comenzó a darle leves golpes sobre los muslos.
-Qué haces, hija de puta.
-Cagarte la vida, como vos me la cagaste a mí.
Y los golpes fueron haciéndose más fuertes, y bajando a la rodilla.

A Gustavo solo le interesaba componer y estar con Mauricio, el resto nada, hubiera querido que su matrimonio, su familia, y todo lo demás desapareciera, pero allí estaban, y su madre quería que estuviera esa noche sin falta, en una de sus estúpidas cenas familiares, vaya a saber que carajo se le ocurría celebrar o si era una conmemoración, lo que fuera, esperaba que fuera lo más breve posible.

Mónica apoyo sus manos sobre los hombros de Laura.
-Estas segura, podríamos salir de esta casa, ahora mismo.
-No, no soy una cobarde, si Victoria quiere que la enfrente, así será, pero no seré la única que quede expuesta.

Laura se aseguro de ser la última en bajar, Victoria había sido la primera, y quien recibiera a todos, a los que dispuso se quedarán al pie de la escalera.
Laura descendió los escalones de la forma más confiada que podía simular, su corazón le latía a un ritmo increíblemente rápido, pero se repetía que tenia que fingir, como había venido haciendo hasta ahora.
Al llegar al último escalón, Victoria con una gran sonrisa, toco una pequeña campanilla de plata.
-Les ruego a todos que me presten atención, ya que esta reunión, es en honor a Laura, debería decir Silvina, la más grande hipócrita que ha pisado esta casa.


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