A Silvina le seguían retumbando las palabras que le había dicho su tía, nueva vida, ella solo podía pensar en muerte, la de su hijo, la de su madre, la de su cuerpo, ya que probablemente nunca podría volver a embarazarce, y la de su inocencia, pensó que lo único que le quedaba para seguir viviendo era pensar en la venganza, en arruinarle la vida tanto a Armando como a toda su familia, que ellos también murieran por dentro y sintieran la misma angustia que ella sentía.
Una semana después de haber ingresado le dieron el alta, su tía la llevo hasta la casa de su esposo, que ahora también era de ella.
La casa era igual o más imponente que la de Armando, más barroca, aunque en ella solo vivía Armando, su esposa, y el hijo que este había tenido con su anterior mujer.
Bautista Soto, el esposo de su tía y dueño de la casa, la recibió con los brazos abiertos, era un hombre robusto, que aparentaba menos edad de la que tenia, se veía agradable y se adivinaba su carisma .
-Bienvenida muchacha, sé que ha pasado muchas cosas, pero quiero que aquí te sientas como en tu casa.
Una imperceptible sonrisa se dibujo en los labios de Silvina, su casa, nunca había tenido una casa, o si, pero no recordaba nada de ella, y el convento nunca le había parecido su casa o un hogar.
-Gracias.
Al otro día conoció a Mauro, el hijo de Bautista, este la trato con indiferencia, a la que ella correspondió, en los próximos meses apenas cruzaron palabra, ya que él siempre estaba viajando, o en bares y fiestas.
Bautista y Mónica la llenaron de atenciones, aunque sin absorberla, la dejaban estar sola cuando sentían que podían agobiarla, le respetaban sus silencios, y la acompañaban cuando les parecía que ella lo necesitaba.
Mónica le compro ropa y zapatos, Bautista le puso profesores particulares, y al año de llegar se sentó junto a Mónica frente a ella.
-Estuvimos hablando con tu tía, y si a vos te parece bien, nos gustaría enviarte a un colegio en Estados Unidos.
-No, no quiero vovler a un colegio pupilo.
-No, nada de eso, vos te quedaría en un departamento con Mónica, y yo iría lo más seguido posible.
-Por qué hacen esto.
-Porque te lo mereces, tus profesores dicen que sos una alumna con mucho potencial, y además casi no querés salir de acá...esparamos que allá si quieras salir y conocer a otra gente, para qué no tengas que ver solo nuestras caras, que te parece?
-Bueno.
Tomo por primera vez un avión, el ver las casas, solo como puntos blancos, y luego las nubes tan cercas, le parecía estar viviendo al revés, pero le encatno la sensación.
En Wisconcin fue a u colegio mixto, y obtuvo muy buenas calificaciones, luego lleno solicitudes y entro a Harvard, donde estudio periodimo.
Siete años había pasado fuera de su país, era otra persona la que volvía, una mujer, una profesional, y un nuevo nombre, pero su deseo de venganza seguían.
Su tío la nombro co-directora del diario, en esos días asumió la presidencia Armando García Vera, el dictador que había estado más de 10 años en el poder y para él cuál Armando había desempeñado diferentes cargos, había muerto, pero ates de hacerlo había dejado por escrito que su sucesor sería este.
Dejo el diario con la portada del nuevo presidente, alrededor del mismo estaba repleto de fotografias de toda su familia, sus 4 hijos, todos tenían algo con los cuál ella podría usar en su contra.
Tomo la foto de Gabriel, el hijo menor.
-Buen trabajo, Lorenzo.
-Gracias, igual para eso estoy, no?
Lorenzo había sido el hombre de confianza de su tío, este lo saco de la calle y lo había hecho estudiar y prepararse, lo que más le gustaba a Lorenzo era investigar, escudriñar, y para eso lo tenia Bautista, Lorenzo se podía meter donde quisiera, tenia una habilidad natural, su padre lo había obligado a robar y engañar de chico, y esa habilidad le había servido para descubrir la verdad sobre varios casos, sobre todo políticos y policiales.
A veces escribía en el diario, aunque eso era algo menor para él, y siempre lo hacia bajo diferentes seudónimos, lo que le gustaba era descubrir la verdad, saber que escondían los demás, la adrenalina de poder ser capturado e cualquier momento.
-Igual, gracias.
-A qué hora paso por vos?
-A las 22:00.
-Está bien.
La calle era una zona industrial, medio alejada del centro, y donde apenas un farol la iluminaba-
Lorenzo apago las luces del auto, y ambos se bajaron.
Fuera no se oían más que el ruido de sus tacos sobre el cemento.
Lorenzo toco una puerta, el lugar parecía abandonado, no se veía ni escuchaba nada salir del mismo.
A los pocos minutos sintieron como un metal se corría y un ojo desde detrás de una mirilla los observaba.
-Acá no se puede...
-Ya sé, Adrían, pero nos podes hacer el favor.
-Como sabes mi nombre?
-Sh, toma, acá tenés 500 pesos, con esto podes vivir un año, y buscarte otro trabajo, los querés? bueno abrí la puerta, y después andate.
El hombre hizo eso.
Ellos entraron, subieron por una escalera hasta otra puerta y detrás de ella encontraron un bar,
El mismo estaba iluminado con lamparas rojas y azules, se veía bien, sonaba un bolero, y varios hombres estaban bailando entre ellos sobre una pequeña pista.
Todos se detuvieron un momento al verla, sus ojos la miraba algunos intrigados, pero la mayoría asustados, sintiendo que podía ser la mujer de alguno de ellos, Silvia llevaba un velo sobre su rostro.
Pedro no, él estaba tomando un escoses en las rocas, apoyaba su cabeza sobre su mano izquierda, y su brazo sobre la mesa.
Al ver que la se acerca, su reacción cambio, se coloco las manos en los codos, espectante y asustado.
Silvia se sentó frente a él, y Lorenzo en la silla del costado.
-Quienes...son ustedes, qué quieren?
Silvina sin decir nada, saco su foto de su pequeña cartera y se la enseño.
En ella Pedro se estaba besando con un hombre.
Pedro abrió muy grandes los ojos, bajo la foto, y puso sus manos sobre ella, como tratando de esconderla.
Silvina hablo.
-Tranquilo, si haces lo que te digo, nadie volverá a ver esa foto, ni otras que tengo guardadas...
-Cuanto querés?
-No se trata de dinero, quiero otra cosa.
-Qué?
-Que te cases conmigo.
Una semana después de haber ingresado le dieron el alta, su tía la llevo hasta la casa de su esposo, que ahora también era de ella.
La casa era igual o más imponente que la de Armando, más barroca, aunque en ella solo vivía Armando, su esposa, y el hijo que este había tenido con su anterior mujer.
Bautista Soto, el esposo de su tía y dueño de la casa, la recibió con los brazos abiertos, era un hombre robusto, que aparentaba menos edad de la que tenia, se veía agradable y se adivinaba su carisma .
-Bienvenida muchacha, sé que ha pasado muchas cosas, pero quiero que aquí te sientas como en tu casa.
Una imperceptible sonrisa se dibujo en los labios de Silvina, su casa, nunca había tenido una casa, o si, pero no recordaba nada de ella, y el convento nunca le había parecido su casa o un hogar.
-Gracias.
Al otro día conoció a Mauro, el hijo de Bautista, este la trato con indiferencia, a la que ella correspondió, en los próximos meses apenas cruzaron palabra, ya que él siempre estaba viajando, o en bares y fiestas.
Bautista y Mónica la llenaron de atenciones, aunque sin absorberla, la dejaban estar sola cuando sentían que podían agobiarla, le respetaban sus silencios, y la acompañaban cuando les parecía que ella lo necesitaba.
Mónica le compro ropa y zapatos, Bautista le puso profesores particulares, y al año de llegar se sentó junto a Mónica frente a ella.
-Estuvimos hablando con tu tía, y si a vos te parece bien, nos gustaría enviarte a un colegio en Estados Unidos.
-No, no quiero vovler a un colegio pupilo.
-No, nada de eso, vos te quedaría en un departamento con Mónica, y yo iría lo más seguido posible.
-Por qué hacen esto.
-Porque te lo mereces, tus profesores dicen que sos una alumna con mucho potencial, y además casi no querés salir de acá...esparamos que allá si quieras salir y conocer a otra gente, para qué no tengas que ver solo nuestras caras, que te parece?
-Bueno.
Tomo por primera vez un avión, el ver las casas, solo como puntos blancos, y luego las nubes tan cercas, le parecía estar viviendo al revés, pero le encatno la sensación.
En Wisconcin fue a u colegio mixto, y obtuvo muy buenas calificaciones, luego lleno solicitudes y entro a Harvard, donde estudio periodimo.
Siete años había pasado fuera de su país, era otra persona la que volvía, una mujer, una profesional, y un nuevo nombre, pero su deseo de venganza seguían.
Su tío la nombro co-directora del diario, en esos días asumió la presidencia Armando García Vera, el dictador que había estado más de 10 años en el poder y para él cuál Armando había desempeñado diferentes cargos, había muerto, pero ates de hacerlo había dejado por escrito que su sucesor sería este.
Dejo el diario con la portada del nuevo presidente, alrededor del mismo estaba repleto de fotografias de toda su familia, sus 4 hijos, todos tenían algo con los cuál ella podría usar en su contra.
Tomo la foto de Gabriel, el hijo menor.
-Buen trabajo, Lorenzo.
-Gracias, igual para eso estoy, no?
Lorenzo había sido el hombre de confianza de su tío, este lo saco de la calle y lo había hecho estudiar y prepararse, lo que más le gustaba a Lorenzo era investigar, escudriñar, y para eso lo tenia Bautista, Lorenzo se podía meter donde quisiera, tenia una habilidad natural, su padre lo había obligado a robar y engañar de chico, y esa habilidad le había servido para descubrir la verdad sobre varios casos, sobre todo políticos y policiales.
A veces escribía en el diario, aunque eso era algo menor para él, y siempre lo hacia bajo diferentes seudónimos, lo que le gustaba era descubrir la verdad, saber que escondían los demás, la adrenalina de poder ser capturado e cualquier momento.
-Igual, gracias.
-A qué hora paso por vos?
-A las 22:00.
-Está bien.
La calle era una zona industrial, medio alejada del centro, y donde apenas un farol la iluminaba-
Lorenzo apago las luces del auto, y ambos se bajaron.
Fuera no se oían más que el ruido de sus tacos sobre el cemento.
Lorenzo toco una puerta, el lugar parecía abandonado, no se veía ni escuchaba nada salir del mismo.
A los pocos minutos sintieron como un metal se corría y un ojo desde detrás de una mirilla los observaba.
-Acá no se puede...
-Ya sé, Adrían, pero nos podes hacer el favor.
-Como sabes mi nombre?
-Sh, toma, acá tenés 500 pesos, con esto podes vivir un año, y buscarte otro trabajo, los querés? bueno abrí la puerta, y después andate.
El hombre hizo eso.
Ellos entraron, subieron por una escalera hasta otra puerta y detrás de ella encontraron un bar,
El mismo estaba iluminado con lamparas rojas y azules, se veía bien, sonaba un bolero, y varios hombres estaban bailando entre ellos sobre una pequeña pista.
Todos se detuvieron un momento al verla, sus ojos la miraba algunos intrigados, pero la mayoría asustados, sintiendo que podía ser la mujer de alguno de ellos, Silvia llevaba un velo sobre su rostro.
Pedro no, él estaba tomando un escoses en las rocas, apoyaba su cabeza sobre su mano izquierda, y su brazo sobre la mesa.
Al ver que la se acerca, su reacción cambio, se coloco las manos en los codos, espectante y asustado.
Silvia se sentó frente a él, y Lorenzo en la silla del costado.
-Quienes...son ustedes, qué quieren?
Silvina sin decir nada, saco su foto de su pequeña cartera y se la enseño.
En ella Pedro se estaba besando con un hombre.
Pedro abrió muy grandes los ojos, bajo la foto, y puso sus manos sobre ella, como tratando de esconderla.
Silvina hablo.
-Tranquilo, si haces lo que te digo, nadie volverá a ver esa foto, ni otras que tengo guardadas...
-Cuanto querés?
-No se trata de dinero, quiero otra cosa.
-Qué?
-Que te cases conmigo.
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