jueves, 18 de agosto de 2011

Los hilos de Enilse /14) Nuevas oportunidades.

La soledad los embargaba, con el tiempo todos terminaron identificándose y entendiendo a Agustín.
La soledad, el vacío, las ganas de evadirse de si mismos.

Decidió renunciar, no sabia si conseguiría otro trabajo con el sueldo considerablemente más alto que el que cobraba como profesor, pero quería irse, desde que cuatro años atrás se dejara con Lautaro, este al poco tiempo jubiló a su secretaria reemplazándola con un muchacho alto, atractivo y con cuerpo trabajado.
Con el nuevo se cuidó mucho menos, le sonreía a cada momento, lo trataba con un mal disimulado afecto...
-Lo único que falta es que se case con él.
-Y viste que ahora pueden.
-A mí siempre me pareció, digo por lo he visto, miraba con asco a la mujer.
-Pero si tuvo amantes, mi vecina fue una.
-Capaz que es bisexual.
-Entonces debe tener...

Miraba las fotos de los mellizos con una expresión indefinible.
- ¿En qué pensas?
-Mira, dos muñecos, uno de azul y la otra de rosa, con su trenza y todo, ya el año que viene van a empezar la primaria, y después serán adolescentes y me van a odiar.
-La última vez no estaban tan mal, hasta te contó que chico le gusta, el varón es más retraído pero es normal.
-Normal seria que fuera apegado a la madre, pero en este caso es normal y hasta mejor que no lo sea, porque yo no me puedo considerar una madre.
-Ya empezas a auto lamentarte.
-Empiezo con la realidad, ya sé que fui yo la que lo decidí, pero es una decisión que va a convivir conmigo para siempre.

No se hizo un vestido, ni pasó horas frente al espejo mirando si tenia mucho o poco maquillaje, esa vez eligió usar pantalón, raro en ella que casi siempre andaba de pollera, destapó el labial de un rojo mucho más discreto que el anterior, y salió, pero no en el colectivo de la noche sino en el de la tarde, y fue al bar donde se había encontrado con el hombre de la otra noche, era increíble que después de todo lo que habían hablado no se presentaran, igual eso le pareció algo bueno, así seria un inicio.
Como para inicios a los cincuenta y cuatro años..mejor me voy, no sé ni qué estoy haciendo acá.
Decidió terminarse el café e irse, pero antes de que lo terminara, llegó.
Lo primero que hicieron al hablar fue decirse sus nombres, se llamaba Diego, hablaron...pero lo que más disfrutaban eran los silencios, el mirarse a los ojos, él le propuso salir afuera, caminaron hasta la iglesia de Luján.
-Nunca me llamo mucho la atención, pero ahora la veo hermosa.
Diego la miró, le sonrió, y le pasó su brazo por la espalda.

Sintió un dolor profundo y se desmayo, al despertarse se dio cuenta de que estaba en un hospital, a la semana de vuelta en su casa.
No podía tomar, por la cirrosis etílitica que le habían descubierto, abrió la heladera y vio las botellas, cerró la heladera, y se fue a la pieza como escapándose de las botellas.

Cada vez que giraba el cheque para la granja donde estaba su hijo trataba de estar activa, de hacerlo minutos antes de recibir a un cliente, pero esta vez se había olvidado, por lo que firmó el cheque a la mañana siguiente de concretar una venta, mientras firmaba recordó la infinidad de veces que su hijo había ingresado en rehabilitación, los llantos y las sonrisas cuando salia, las frustraciones cuando volvía a ingresar, con los años se volvió una patética rutina, su otro hijo también se drogaba pero era un hombre de negocios que "sabía" controlar su adicción.
Las pocas veces que los veía, distinguía indiferencia tanto en la mirada, fría, calculadora, y oportunista de uno, como en la indiferente, opaca, y extraña, del otro.








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