martes, 2 de agosto de 2011

Los hilos de Enilse /12)Ensenanzas familiares.

Una mancha oscureció el pantalón de Agustín.
-Se meó, se meó, se meó.
Dijeron todos a coro, las reacciones variaban, algunos se rieron a carcajadas, otros se taparon la boca con la mano, y el resto llamaron a la señorita, que lo cubrió con una toalla y lo llevó a upa fuera del salón.
Él cuando sintió la mancha y segundos después los gritos y risas de sus compañeros se largó a llorar con todas las fuerzas que sus pulmones le permitieron, quería ahogar con sus gritos y su llanto, los gritos y las risas de los demás.
Cuando su madre llegó, ya estaba cambiado, la maestra que lo había hecho miró a Enilse con furia.
-Mire yo le enseñe a ir al baño y a pedir ir cuando tenia ganas de hacer pis.
Contestó ésta en un tono que no se decidía si ser defensivo o de disculpa.
Al llegar a la casa, su madre lo desnudó, lo metió bajo el agua fría de la ducha y lo enjabonó con fuerza.
Por qué mierda no pediste permiso, por qué, por qué tenes que ser así. Dios qué hice para que salieras así, no si yo tenia razón nunca tendría que haber tenido un hijo a los cuarenta, y claro de seis algún bobo me iba a salir, no llores, no grites si no querés que te desarme la cara a cachetadas, quédate quieto y callado, ah ahora gritas, por qué no gritaste para ir al baño.

Martina procuraba estar lejos de él, de forma instintiva en un principio y deliberada con los años, fue alejándose de toda su familia. Cuando en el último año de jardín sus compañeras la invitaban a tomar la merienda a sus casa y a jugar un rato siempre aceptaba, al llegar la primaria, empezó también a quedarse a dormir en las casas de dichas amigas, no le importaba si tenia que falsear y decir que le gustaba jugar a tal o cual cosa, solo por estar lejos de casa, se adaptaba a los caprichos de sus amigas.

Le gustaba ver la cara de su madre cada vez que lo tenia entre sus brazos, lo miraba con asco pese a ser hermoso, lo dejaba que se golpeara, se cayera, o llorara por horas.
-Mama tratalo mejor que Agustín es el único que se va a quedar con vos, acordate de lo que te digo.
-Y vos, saliste con uno que mejor ni hablar, a ver si encontras otro que no sea una mierda y te vas de acá, si no vas a terminar peor que tu hermano.

Saúl le atajaba la pelota en un arco que hacia con dos ladrillos, hasta que se casó y se fue de la casa. Le tuvo cierto aprecio, tenían una relativa conexión, más que con Oscar, aunque tampoco quería apegarse demasiado al chico, por eso cuando se fue de la casa, se olvidó prácticamente de su existencia.

Sus compañeros de colegio lo ignoraban o se burlaban de él, cuando se ponía furioso les tiraba con lo que encontraba a mano, estuvo a punto de ser expulsado varias veces hasta que la escuela quedó de acuerdo con sus padres en que diera libre.

Oscar le repetía una y otra vez las oraciones, o los números, o los pasajes históricos que necesitaba recordar, y aprender, muchas veces Agustín tiraba todo y se iba afuera a llorar de frustración.
Oscar levantaba todo, lo acomodaba y lo esperaba hasta que se secaba las lágrimas y los mocos, se tomaba un baso con agua y volvía a sentarse.

Unos años antes de cumplir la mayoría de edad empezó a pasar las horas y los días trabajando para su hermana mayor Rebeca, pintaba las casas que ésta iba a vender o alquilar, las barría antes de que llegara un cliente a verlas, pasó dos años trabajando para ella, cada mes Rebeca le aumentaba más el sueldo, los pocos fines de semana que venían sus primos salia con estos que siempre lo invitaban, pero una de las noches cansado de que le insistieran y sobretodo por la curiosidad cada vez más grande de saber que gusto tenia, y que efectos producía decidió probar la cocaína.

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