La mudanza de Pedro, hizo que se convirtiera en el rostro de los héroes románticos de las novelas que consumía. Era quien la estrujaba en sus brazos y le daba un intenso beso, mientras sus lenguas chocaban, mientras le acariciaba los senos, y bajaba hasta su vagina, las novelas que elegía solían dedicar párrafos bastante extensos al acto sexual, en general una pagina, como mínimo.
Ines disfrutaba mucho de esas paginas, siempre luego de leerlas se daba una ducha tirando a fría, nuca se había masturbado, sentía asco hacia esa practica, sobre todo en la mujer, la consideraba algo repugnante pero entendible en los varones, sobre todo adolescentes, pero imperdonable en una mujer.
Esas cosas siendo mujer solo le pueden gustar a las putas como Teresa, o a las lesbianas, una más inmunda que las otras.
Igual a veces con la ducha no alcanzaba, y terminaba frutando la toalla de diferentes formas por sobre su clítoris, pero no se permitía llegar al orgasmo, antes tiraba la toalla y se vestía, ya calculaba cuando las novelas estaban por llegar a esa parte para leerla sin que le quedará más de una hora hasta que tuviera que ir a cuidar a una de las ancianas, por lo que se duchaba, se secaba, y después tenía que vestirse, peinarse, poner la ropa a lavar, e irse.
Ines se dio cuenta que se le estaba haciendo tarde, nunca había pasado tanto tiempo secándose, y sabía que no era por la novela, sino por Pedro, a quien no dejaba de visualizar.
Mientras estaba con la mujer que cuidaba ese día le costó seguir la charla con ésta, brindándole a la misma respuestas entre mecánicas y lacónicas.
Una vez que la señora se durmió, Ines fue al baño, mojó una toalla y se acarició con ella suavemente y se vino, al hacerlo lloró, segundos después se sintió rara y sucia, se sentó sobre el bidet y dejó correr el agua fría sobre si.
Ines disfrutaba mucho de esas paginas, siempre luego de leerlas se daba una ducha tirando a fría, nuca se había masturbado, sentía asco hacia esa practica, sobre todo en la mujer, la consideraba algo repugnante pero entendible en los varones, sobre todo adolescentes, pero imperdonable en una mujer.
Esas cosas siendo mujer solo le pueden gustar a las putas como Teresa, o a las lesbianas, una más inmunda que las otras.
Igual a veces con la ducha no alcanzaba, y terminaba frutando la toalla de diferentes formas por sobre su clítoris, pero no se permitía llegar al orgasmo, antes tiraba la toalla y se vestía, ya calculaba cuando las novelas estaban por llegar a esa parte para leerla sin que le quedará más de una hora hasta que tuviera que ir a cuidar a una de las ancianas, por lo que se duchaba, se secaba, y después tenía que vestirse, peinarse, poner la ropa a lavar, e irse.
Ines se dio cuenta que se le estaba haciendo tarde, nunca había pasado tanto tiempo secándose, y sabía que no era por la novela, sino por Pedro, a quien no dejaba de visualizar.
Mientras estaba con la mujer que cuidaba ese día le costó seguir la charla con ésta, brindándole a la misma respuestas entre mecánicas y lacónicas.
Una vez que la señora se durmió, Ines fue al baño, mojó una toalla y se acarició con ella suavemente y se vino, al hacerlo lloró, segundos después se sintió rara y sucia, se sentó sobre el bidet y dejó correr el agua fría sobre si.
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