La espuma se iba consumiendo al fondo de la botella cuando, Andrés ya abría otra y le pasaba una a Belén.
Los 2 estaban acostados, la pieza estaba llena de humo de marihuana, ambos tenían tenues sonrisas sobre sus rostros, se miraban las manos y se reían.
Estaban desnudos, hacía un rato habían tenido sexo, pero ahora solo tenían ganas de tomar y fumar, eructaron al unisono, se rieron, encendieron otro porro, se acabaron la cerveza que acababan de abrir, cerraron los ojos y se durmieron.
Al llegar Martina, no dijo nada, ya estaba acostumbrada al olor a marihuana y cerveza, olores que odiaba, pero que no le quedaba otra que aguantar, faltaba 1 semana para que su hijo cumpliera su libertad condicional, y que pudiera fijar su dirección donde se le antojara, y ella pensaba sacar todas sus cosas, y en el fondo esperaba no verlo nunca más.
Va a terminar mal, es como ver un tren sin frenos, lo van a matar o se va a matar, pero bueno, yo hice todo lo que pude, más imposible.
Encima está con la pendeja atorranta esa, ese olor a perfume barato es más repugnante que la marihuana y la cerveza juntas.
Estaba cansada, solo quería bañarse y sacarse el olor que llevaba impregnado en el cuerpo, olor a hospital, a vomito, orín, a mierda, lavandina, y de paso borrarse las patéticas expresiones de la gente, triste, amargada, frustrada, resignada, enojada.
Quería dormir, y si era posible soñar, olvidarse de su realidad, de su vida, de su hijo, de su trabajo, de todo lo que la rodeaba.
Se dio una ducha, y después se encerró en su pieza, el día comenzaba pero para ella terminaba, bajó la persiana hasta que no quedó ninguna rendija por la que pudieran colarse los rayos de sol, se echó sobre la cama, y se durmió.
Sus ronquidos casi que se coordinaban con los de su hijo y su novia.
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