Sabía que lo que pensaba decirle a Silvina, la iba a destruir, siempre lo había querido, estado con él para lo que quisiera, y hecho lo que él esperaba que hiciera.
Sabía que Silvina había amado y dado mucho más que él, algo que consideraba un triunfo en parte, la apreciaba, incluso la quiso mucho, pero nunca la amo de esa forma ferviente y hasta sacrificada por momentos como lo había hecho ella, ese amor solo lo había sentido una vez, y esperaba nunca volverlo a sentir.
Silvina me tomara como un cínico hijo de puta, porque no se lo espera, porque no ha querido ver los indicios, nunca se ven cuando se siente lo que ella por mí.
El lugar elegido, su propia ropa, eran para hacer la ruptura menos sórdida y patética de lo que era, Marcos creía que había cosas malas, desagradables y asquerosas en la vida, que eran inevitables, pero que siempre eran mejor sufrirlas en un buen ambiente, que en uno malo, vomitar en el pozo de una letrina era mucho más deprimente y sórdido, que hacerlo en un baño limpio, acogedor, rodeado del perfume de un jabón de marca.
Pero sabía que Silvina no lo entendería.
Va a creer que lo hago por crueldad, querrá verme como el malo, me odiara, querrá perjudicarme, ojalá no lo haga, la única que va a terminar mal es ella.
Le dijo una frase hecha, un lugar común, un cliché.
-Lo mejor es que nos separemos.
Vio su mirada, eso fue lo que más lo entristeció, su mirada, antes del llanto involuntario, de las lagrimas, de la mueca de dolor dibujada en su cara, fueron sus ojos, los que revelaban el dolor por la traición, por el fin, por lo que nunca sería, por lo roto.
Si hubiera sido otro hombre, en ese momento habría agarrado su mano y pedido perdón, incluso arrodillado, rogado, la podría haber besado, acariciado, contenido, decirle que había sido solo un arranque, un momento estúpido, una equivocación, que por favor lo perdonara.
Eso si habría sido perverso, el sentimentalismo culposo es algo inmundo, en lo que caen la mayoría de las personas, por culpa condenan al otro y a sí mismos a la infelicidad, no, yo no soy así, nunca seré así, lo que está mal o no sirve, hay que cortarlo, no hay que mantenerlo para no sentir dolor y que te vaya consumiendo de a poco, eso es de cobarde.
Hasta le alegro escuchar la patética amenaza que le echó antes de irse.
Luchara, bien por ella, por lo menos no irá a intentar suicidarse.
Por un momento, la admiro.
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